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Trampas monetarias

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Daniel Víctor Sosa

La dolarización de Milei y el esquema bimonetario de Bullrich son el camino directo a la pérdida de soberanía sobre una variable clave de la economía.

Foto: NA/REUTERS

La expectativa de una macroeconomía estable y competitiva, es decir, con una inflación baja y controlada, forma parte central de las propuestas electorales que difunden las tres coaliciones principales en la pugna electoral. Como parte de esa meta, el ultraderechista Javier Milei defiende la dolarización plena (cuestionada en un documento por casi dos centenares de economistas de distintas tendencias). La candidata de Juntos por el Cambio (JxC), Patricia Bullrich, en tanto, incluye al «bimonetarismo» en sus planes, de modo «que convivan el peso y el dólar, que vuelvan los dólares al circuito productivo, del ahorro y la inversión».
Esa sugerida coexistencia legal de monedas, la nacional y la estadounidense, sería, de todos modos, una medida de menor relevancia frente al conjunto de iniciativas de mayor impacto que Bullrich, según la propuesta del equipo encabezado por Carlos Melconian, pretende aplicar en caso de ser electa presidenta; un programa para «reordenar la economía» bien parecido a las recetas alentadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Empezando por políticas fiscal y monetarias estrictas (esto último mediante «la autonomía del Banco Central con prohibición de financiamiento al Gobierno»), y un nuevo régimen «sin cepos», a fin de eliminar la brecha actual de tipos de cambio, lo cual comportaría una fortísima devaluación del peso.
Los expertos anticipan dos efectos inmediatos de ese hipotético escenario: 1) Un nuevo salto del costo de vida. 2) Una creciente transferencia de ingresos a sectores exportadores (en especial, agroindustriales, aunque otros rubros fabriles se verían debilitados ante el encarecimiento de sus insumos externos).
Dicho de otro modo, los sectores concentrados del campo, la minería, la energía y los servicios vinculados obtendrían cuantiosos beneficios por vía cambiaria, sumados a la prometida baja de retenciones a la exportación. El grueso de la población, en ese caso, sufriría nuevos recortes en sus ingresos directos e indirectos, ya que JxC adelanta que dispondrá una fortísima baja del gasto estatal, al amparo de una supuesta «responsabilidad fiscal con déficit cero inmediato».
En negro sobre blanco, la reforma buscada equivaldría a deteriorar haberes jubilatorios y salarios de empleados públicos; reducir la inversión en obras básicas; limitar partidas para áreas como Salud, Cultura, Educación, Seguridad, políticas sociales y de género; cerrar empresas del Estado o suprimir su sostén parcial (Aerolíneas es el caso emblemático), etcétera.
Agréguese el objetivo de Bullrich de «modernizar» el régimen laboral, mediante una nueva dinámica de relaciones entre empleadores y trabajadores, para ampliar las prerrogativas de los primeros.

Menos soberanía
En este marco, la propuesta de bimonetarismo apunta a captar el interés de sectores medios y altos (entre 10% y 15% de la población, según se estima) que son los que tienen capacidad de ahorro de dólares.
Uno de los autores del plan de JxC, el economísta Daniel Artana, explica la presunta «ventaja» de la propiciada cesión parcial de soberanía en materia monetaria. Se permitiría, dice, «que algunas operaciones puedan hacerse en otra moneda, como la firma de un contrato en dólares y sin duda alguna de legalidad». De ese modo «los argentinos podrán usar los dólares que tienen en el colchón» y así darle «mayor profundidad contractual» a las operaciones en la moneda estadounidense. De todos modos, serían «sumas pequeñas y sin costo fiscal, sin el riesgo de que la AFIP pregunte o intervenga», de manera que «la gente, si quiere, pueda usarlos sin riesgo».
Aun sin llegar a la idea de «dolarización», acariciada por la ultraderecha de La Libertad Avanza –ciertamente inaplicable, por falta del respaldo que se requeriría de divisas norteamericanas– la economía bimonetaria ampliaría inequidades. El caso es que los tenedores de dólares (en cantidad, no los que mantienen ahorros relativamente inferiores) gozarían de un mayor margen de acción para sus negocios.
Según se prevé, por ejemplo, los exportadores ya no tendrían la obligación de liquidar sus divisas en el mercado oficial, lo cual les reportaría importantes beneficios, ya que, sin «cepos», se espera una fuerte devaluación del peso.

Todo legal
El propósito de declarar al dólar como una moneda de curso legal en paralelo con el peso, junto a la eliminación de los controles de cambio, viene siendo fogoneado por Horacio Tomás Liendo, hoy asesor de Bullrich y en los 90 secretario Legal y Técnico durante la gestión en el Palacio de Hacienda de Domingo Cavallo (quien también salió en respaldo del esquema bimonetario).
Liendo aclaró que la dolarización impulsada por Milei «requiere utilizar activos del Banco Central y del Tesoro para obtener financiamiento, a fin de ir cancelando las Leliq y la base monetaria. Es decir, es una estructura que requiere un mayor endeudamiento».
El exviceministro de Economía Emanuel Álvarez Agis alertó por su parte que en ese eventual esquema existen riesgos de que la brecha entre el dólar oficial y el financiero se mantenga por mucho tiempo. «En este caso la apuesta es que la gente, por cambio de expectativas, traiga más dólares, se aprecie el tipo de cambio financiero, que se acercaría al comercial y cuando estén juntos se unifica», explicó.
El analista Horacio Rovelli observa a su vez que las consecuencias de la superdevaluación que subyace en las propuestas opositoras deberían medirse en una todavía mayor caída del poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones. Pero, además, se asegurarían negocios a inversores externos, ya que se abaratarían los activos del país. Con lo cual, como ya ocurrió durante otras experiencias neoliberales, la extranjerización jugaría en contra de los capitales locales.
«El objetivo de la bimonetización propuesta es levantar el “cepo”, no para que sea la puerta de entrada de las divisas, sino para que sea, como siempre, la puerta de la deuda y de la fuga», concluye Rovelli.
Lejos de ese avance del dólar, voceros del oficialismo hoy encuadrados en Unión por la Patria proyectan un futuro más favorable para la moneda nacional, a partir de un 2024 con mayor ingreso de divisas (por envíos agrícolas, energéticos, industriales y minerales). Base, como anticipó el candidato Sergio Massa, de una mayor actividad y empleo creciente con fuerte recuperación salarial.

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