Opinión

Atilio Boron

Politólogo

Dónde está la ONU

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En Nueva York. El Consejo de Seguridad trata el conflicto entre Israel y Hamás en la sede del organismo internacional.

Foto: NA

La situación en Palestina, más concretamente la guerra entre Hamás y el Estado de Israel ha superado límites que hasta hace pocas semanas eran inimaginables. Miles de vidas humanas se han perdido, y muchas más están condenadas a lo mismo. Muertes de palestinos, medidas probablemente en decenas de miles; y muertes de israelíes, en muchísima menor medida, como ha ocurrido sin solución de continuidad sobre todo en las últimas dos décadas. Pero muerte también, o por lo menos una postración muy parecida a ella, de las Naciones Unidas, cuya condición parasitaria y su absoluta inutilidad práctica se ha puesto por enésima vez en evidencia.
Si hay una institución que sigue representando a un «orden mundial» ya extinguido es la ONU y, muy en especial, su único órgano con poder de decisión que es el Consejo de Seguridad. En su sesión del día 17 de octubre no pudo acordar siquiera una módica resolución proponiendo un alto al fuego y el total cese de hostilidades en Gaza. El borrador había sido propuesto por Rusia, con el aval de una treintena de países, incluyendo 17 del mundo árabe, que acordaron acompañar la iniciativa. Pese a ello la resolución no pudo ser adoptada, lo cual es un fracaso mayúsculo para la ONU.
Estados Unidos se opuso al proyecto y apeló a su poder de veto. En esto fue respaldado por tres de sus principales vasallos en la arena internacional: el Reino Unido, Francia y Japón, socios y cómplices de cuanta tropelía cometa el hegemón imperial. La resolución contaba con el apoyo de Rusia, China, Gabón, Emiratos Árabes Unidos y Mozambique, pero ante el veto de Washington y sus incondicionales aliados, el resto de los países, Albania, Brasil, Ecuador, Ghana, Malta y Suiza, optó por abstenerse. Sorprendió la postura de Brasil, que, desgraciadamente, eclipsa los esfuerzos que el presidente Luiz Inácio «Lula» da Silva había estado haciendo para lograr un cese de hostilidades en la Franja de Gaza.
El argumento esgrimido para rechazar la propuesta rusa fue que si bien en su redacción condenaba categóricamente el uso de la violencia y el terrorismo contra civiles, se abstenía de mencionar específicamente a Hamás, la milicia que lanzó los sorpresivos ataques contra Israel. Tampoco aludía a las Fuerzas de Defensa Israelí, así como a las bandas paramilitares de los colonos israelíes que con la explícita anuencia de las fuerzas de ocupación han venido usurpando con violencia los territorios palestinos en Cisjordania y reprimiendo con brutalidad al menor asomo de resistencia de los pobladores originarios ante sus tropelías.
La extrema gravedad de esta situación ha llevado a que Raz Segal, un especialista en el estudio de los genocidios modernos y distinguido académico israelí, residente en Estados Unidos, califique, según se desprende de un artículo reciente, al ataque de Israel a Gaza como «un caso de libro de texto, donde se anuncia la intención de cometer genocidio». También señala que la racionalización que hace Tel Aviv de la violencia que ejerce contra los palestinos es un «uso vergonzoso» de la memoria y los aprendizajes del Holocausto. El pretendido excepcionalismo del Estado de Israel y las comparaciones que sus gobernantes y altos funcionarios establecen entre sus víctimas palestinas con los «nazis» son utilizadas, según Segal, para «justificar, racionalizar, negar y distorsionar la violencia masiva contra el pueblo palestino».
Dados estos antecedentes cabe esperar que sin mayores dilaciones Estados Unidos y sus aliados impongan límites al terrorismo del Estado israelí. Este ha demostrado una pertinaz vocación por ignorar las diversas resoluciones de Naciones Unidas y las estipulaciones de la legalidad internacional. Por consiguiente, Tel Aviv no va a ceder ante las presiones de ningún otro actor del sistema internacional, sea China, Rusia o cualquier otro; solo aceptará, y no sin ofrecer gran resistencia, a una tajante orden de Washington, cosa que la administración Biden no parece estar dispuesto a emitir.  Bajo estas circunstancias, el futuro está surcado por gruesos nubarrones que presagian una muy probable intensificación y extensión de los conflictos y las guerras que mantienen a la humanidad en vilo. Ojalá que estos infaustos signos premonitorios no lleguen a concretarse.

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