Sociedad | ENTREVISTA A KARINA PASQUEVICH

Una vacuna argentina

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María Carolina Stegman

El fármaco contra el covid-19 es un hito para la soberanía científica. El rol del Estado, la capacidad productiva nacional y el trabajo en equipo, en la opinión de una de sus creadoras.

Investigación. La vacuna está diseñada para adaptarla a nuevas variantes del virus.

Foto: Gentileza UNSAM

En tiempos de confusión y odios –donde hay quienes vuelven a poner el ojo inquisidor en el rol del Estado como garante de derechos y motor del avance social, económico y educativo de un país–, científicas y científicos argentinos hacen historia con la primera vacuna desarrollada íntegramente en el país como refuerzo contra el covid-19. Denominada «ARVAC Cecilia Grierson», está destinada a personas mayores de 18 años, incluidos adultos mayores de más de 60 y es pionera en la región.
«Esta vacuna viene a demostrar que es posible. Hay gente formada, hay industria con capacidad de producción, de formulación, hay lugares donde se hacen ensayos clínicos; era cuestión de unir todos esos eslabones para que funcionaran en un producto nacional, este es el hito: demostrar que se puede y que tenemos esa independencia», aseguró en una charla con Acción, Karina Pasquevich, investigadora de la Universidad Nacional de San Martín, UNSAM, y del Conicet, quien integró el equipo comandado por su par Juliana Cassataro.
La gesta de la que participaron sectores públicos y privados, involucró a más de 600 científicos y profesionales, 25 instituciones y 2.094 personas voluntarias para lograr un producto que, con su prototipo bivalente, aumentó 14 veces los anticuerpos neutralizantes contra ómicron en voluntarios de 18 a 60 años y 12 veces en individuos mayores de 60 años y, a corto plazo, podrá ser exportada, situación que afirma además la capacidad científica y productiva para futuros desarrollos.
–¿Por qué «Arvac Cecilia Grierson» es un hito para el país?
–Muchos se hacían la pregunta de si teníamos la capacidad de hacer vacunas en Argentina. Si bien se habían hecho en el país partes de lo que lleva el desarrollo de una vacuna, no se había hecho una ciento por ciento argentina desde el diseño, la producción industrial y los ensayos clínicos, eso es lo que transforma esta vacuna en un hito. Estaba el caso del Instituto Julio Maiztegui, pero la vacuna que se desarrolló allí tuvo una parte realizada en Estados Unidos. «Arvac Cecilia Grierson» viene a demostrar que esto es posible.
–¿Cuál fue el puntapié inicial?
–Cuando empezó la pandemia, dijimos que sí se podía en el país producir una vacuna contra el covid-19. Hay gente formada, hay industria con capacidad de producción, de formulación, hay lugares donde se hacen ensayos clínicos. También había gente experta en esto que ya lo había hecho para otras vacunas, era cuestión de unir todos esos eslabones para que funcionen en un producto nacional. Este es el hito: demostrar que se puede y que tenemos esa independencia.
–¿Cuándo empezó el trabajo para su desarrollo? ¿Fueron varias etapas?
–En 2020 hubo un llamado de la Agencia Nacional de Promoción de Ciencia y Tecnología y del Ministerio de Ciencia, llamado IP Covid, que consistía en la presentación de proyectos para buscar soluciones para salir de la pandemia. Como grupo de investigación en Inmunología que trabajábamos en el desarrollo de fórmulas vacunales, decidimos que podíamos diseñar fórmulas y evaluar si funcionaban en modelos animales en el laboratorio. Durante ese año, probamos diferentes fórmulas, atendiendo a que se pudieran usar en personas, con lo cual los componentes se pensaron para que tuvieran una composición que fuera relativamente fácil, para avanzar luego a un ensayo clínico; no con componentes que nunca se habrían usado en humanos, en referencia a los excipientes de la vacuna o adyuvantes. El antígeno sí era nuevo, que es lo que la vuelve específica de coronavirus. Al final de ese año, ya teníamos una fórmula, y fue cuando la Agencia nos contactó con la industria farmacéutica nacional con capacidad de producirla. Esto fue importante porque no teníamos ese contacto hecho, fue necesario para pasar de «la mesada» en la universidad a una planta de producción con buenas prácticas de manufactura y habilitada por ANMAT, que es lo que requiere una vacuna. En 2021 fue producir el antígeno; en 2022 la fase 1; y en 2023 la fase 2/3, el registro y aprobación.
–¿Fue importante la asociación público-privada?
–Sí, totalmente. La capacidad instalada lo fue, porque no se puede empezar de cero una fábrica o acondicionar un lugar que no se está usando; que existiera una planta en funcionamiento, habilitada, con la gente con experiencia haciendo proteínas y productos biológicos, fue esencial para los tiempos. Si esto no hubiera estado se podría haber tardado mucho más.
–¿Cuál es la principal ventaja de esta vacuna?
–Por un lado, la plataforma, es decir, la tecnología. El adyuvante y el tipo de vacuna son de las más utilizadas, incluso en niños y en bebés recién nacidos, como el caso de la hepatitis B. Esta es una ventaja, porque no hay dudas respecto de la seguridad. Otra prerrogativa que tiene es que está diseñada para que se pueda cambiar el antígeno a nuevas variantes del virus, esto es muy importante, porque cuando el virus cambia necesitamos lograr respuestas frente a las variantes que escapan a la inmunidad generada por una vacuna previa. El hecho de poder adaptarla a una nueva variante es esencial, sobre todo pensando en el refuerzo. A su vez, la producimos íntegramente acá, esto es una ventaja también.
–En cuatro meses, por ejemplo, ¿se podría producir una vacuna que se adapte a una nueva variante de covid?
–Sí, es el tiempo que lleva en el laboratorio tener un nuevo lote de vacunas, esto ya lo probamos, porque además ya se produjeron la variante gamma, que fue la primera que hicimos, luego la delta y la ómicron, y ahora en el último ensayo clínico probamos una vacuna bivalente que tenía el antígeno gamma y el de ómicron, que funcionó muy bien.
–¿Se podría transferir la tecnología de esta vacuna a otras?
–Sí. Esto tiene relación con la capacidad instalada, ahora tenemos toda esta cadena de eslabones, desde el inicio hasta el final, para el desarrollo de una vacuna, entonces esto se podría utilizar para generar nuevas vacunas, incluso contra enfermedades para las cuales ya hay antígenos pero que hoy importamos.
–¿Se abren posibilidades económicas? ¿Dejaremos de importar y pasaremos a exportar vacunas?
–Suena utópico, pero es un gran deseo y tendríamos esa posibilidad. Arvac podría exportarse, para esto hay que avanzar con el registro de la vacuna en otros países, algo que está en tratativas, y en ese caso sí, se podría exportar. Y hablando de desarrollos futuros, también.
–¿Somos pioneros en la región con este tipo de logros? ¿Qué nos diferencia en materia de investigación?
–Es la primera vacuna ciento por ciento argentina en la región. Brasil hizo pruebas clínicas, pero no terminaron aún con el registro. Acá fue el impulso del equipo de investigadores que decidió que se podía y siguió para adelante, con el apoyo de la Universidad, del Conicet, del Ministerio de Ciencia y Tecnología, de la empresa que apostó a llegar a una vacuna, pese a que algunos planteaban esta cuestión de si hacía falta o no tenerla.
–En momentos donde algunos denuestan lo público, que prometen privatizar la ciencia o cerrar incluso el Ministerio, ¿qué demuestra este desarrollo?
–En la ciencia argentina hay un montón de grupos de investigadores que hacen ciencia de excelencia. Este es un desarrollo que terminó en un producto del cual se vio todo el recorrido, que se hizo ciento por ciento acá, en una universidad pública, en el Conicet, financiado en gran medida por el Ministerio y también por fondos privados, todo esto muestra la importancia de tener formación, porque acá somos todos egresados de la universidad pública. A su vez, evidencia la importancia de tener instituciones que fomenten la ciencia, como el Conicet y el Ministerio de Ciencia, y de que se articulen esos mecanismos entre lo privado y lo público para poder llevar adelante un proyecto de estas características, todo esto es muy importante.
–El Plan de Ciencia 2030 prevé un incremento del presupuesto, con una inversión del 1,7 por ciento del PIB en siete años. ¿Qué opina?
–Es una muy buena noticia, siempre que aumenta el presupuesto en ciencia lo es. En general en nuestro país suele ser complejo el financiamiento para los proyectos, porque se requieren muchos insumos importados, estándares para mantenerse en la comparabilidad internacional. Que se invierta más en ciencia ayuda a que esto crezca y podamos posicionarnos mejor a nivel mundial.
¿Cuántas dosis hay producidas de la vacuna? ¿Para quiénes está indicada? ¿Cuándo se comenzará a aplicar?
–La indicación hoy es para individuos mayores de 18 años, incluyendo a mayores de 60 años. En niños aún no se aplica, se requieren más estudios. Con respecto a las dosis producidas se habla de unas 50 millones, que es la capacidad de producción que tiene la empresa, aunque en verdad tiene una gran capacidad de producción, podría atender la demanda de nuestro país e incluso gran parte de la región y es escalable, esto significa que si aumentara la demanda están preparados para aumentar la producción. Respecto de la fecha, depende del Ministerio de Salud, ahora está en proceso la liberación del primer lote de vacunas.
–¿Qué sintió como investigadora cuando los resultados demostraban que «funcionó»?
–Si bien fue un proceso que uno iba viendo, que crecía, porque a mí me tocó analizar los datos y era la primera que los veía, que los comparaba e iba viendo los resultados en los animales y luego en fase 1, 2 y 3, así y todo cuando aprobaron la vacuna y se iba a anunciar, fue muy fuerte, es sentir que valió la pena. Fue mucho trabajo, mucho esfuerzo, el hecho de que haya habido una voluntad como país de querer tener una vacuna nuestra, independientemente de que ya haya otras en el mundo, es importante, demuestra que podemos hacerlo y nos da esa confianza para el futuro.

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