Sociedad | AGRICULTURA NO CONVENCIONAL

Cultivar futuro

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Jorgelina Hiba

En expansión, la agroecología hace foco en los aspectos sociales y ambientales de la industria alimentaria. La relación del ser humano con la naturaleza. 

Crecimiento. Existen 2.324 explotaciones agroecológicas en Argentina.

Foto: Shutterstock

Mejores alimentos, «prácticas» productivas más amigables con el ambiente, demanda social creciente y costos en dólares más bajos. La paleta de beneficios que ofrece la agroecología –una manera de entender la forma en la que los seres humanos interactúan con la naturaleza que va más allá de la discusión sobre los modelos agrícolas– no solo tiene que ver con lo productivo, sino que abarca un universo donde lo social, lo ecológico y lo económico también tienen la palabra.
Desde hace varios años, este modo de producir cereales, granos, hortalizas y verduras –donde los agroquímicos son reemplazados por bioinsumos y las semillas transgénicas por semillas orgánicas– no para de crecer en Argentina, impulsada por consumidores cada vez más atentos al origen de los alimentos que llevan a la mesa y con más y mejor conocimiento técnico sobre una práctica basada en el respeto de diversos principios ecológicos y con una serie de criterios sociales, ambientales y distributivos distintos a la lógica del  mercado puro y duro.
Con la llegada de la primavera, desde hace nueve años se celebra en Argentina el mes de la agroecología, un período de cuatro semanas en las que se abre la puerta a una construcción colectiva de actividades en todo el país que van desde ferias hasta charlas, pasando por visitas a huertas, chacras y campos.

Manual de uso
Marisa Fogante es productora agroecológica de frutas en Formosa, referente a nivel nacional de la Renama –la Red Nacional de Municipios Agroecológicos– e integrante de la Dirección Nacional de Agroecología. De familia de agricultores e hija de un muy conocido experto del sector como Rogelio Fogante (uno de los fundadores de Bioceres y de la Aapresid), habla con pasión de la necesidad de sumar una mirada social al sector y de hacerse preguntas sobre lo que suele llamarse la agricultura convencional, que hoy se resume en el paquete tecnológico de semillas transgénicas y uso de agroquímicos.
«Hay que transicionar hacia un camino nuevo para la producción de alimentos. Hoy los dos modelos conviven y esa transición debe ser lo más amable posible y abierta a la escucha. Nosotros buscamos mostrarnos desde un lugar de acción, de contar lo que pasa. Visibilizar es nuestra tarea», explica.
Entonces, ¿qué es la agroecología? Algunos de los principios sobre los cuales se basa son el cuidado del suelo y la prevención y el control natural de plagas y enfermedades a través de corredores biológicos, zonas de refugio para fauna benéfica, el uso de biopreparados, el uso de plantas repelentes y la conservación de depredadores naturales.
En los últimos años aparecieron muchos actores que entendieron que el modelo convencional tiene falencias ambientales y costos crecientes, porque usa insumos dolarizados. Por eso, otro de los ejes de trabajo de la agroecología es el diseño y la gestión de los sistemas agrícolas, pensados para minimizar recursos externos como fertilizantes, semillas, agroquímicos y combustible para, en cambio, priorizar las relaciones ecológicas que ocurren dentro del propio sistema.

Una red nacional
Desde 2016 existe en Argentina la Red Nacional de Municipios Agroecológicos (Renama), una organización creada a partir de la curiosidad y el interés de un grupo de ingenieros agrónomos, médicos y referentes socioambientales unidos bajo el objetivo común de que cada vez más localidades avancen hacia un modelo productivo respetuoso de la salud humana y el ambiente. La idea fundante era poder empezar a construir una alternativa al modelo agroindustrial impulsado desde mediados de los años 90 en Argentina, anclado en el uso de semillas transgénicas y agroquímicos, con la soja como cultivo estrella.
Renama es hoy una red que incluye a 40 localidades argentinas y que agrupa a 200 productores que trabajan unas 100.000 hectáreas bajo el paradigma agroecológico, con el asesoramiento de 85 técnicos. «Hubo un gran crecimiento, hay mucha gente haciendo e investigando. La pandemia fue un sacudón importante porque mucha gente tuvo tiempo de preguntarse qué comemos y de dónde viene lo que comemos. Fue una pausa que nos permitió conectar con el alimento para dejar de verlo solo como una mercancía», dijo Fogante. 
Según los datos del último Censo Nacional Agropecuario, existen 2.324 explotaciones agrícolas que hacen agroecología en Argentina, sobre un total estimado de 250.000 explotaciones.
Si se les agregan las explotaciones que hacen cultivos orgánicos (no utilizan transgénicos) o biodinámicos (un método específico de agricultura ecológica) en total hay unas 5.277 unidades productivas que trabajan de manera «no convencional» en el país, lo que significa que una de cada 50 explotaciones agrícolas de Argentina trabaja bajo un paradigma productivo alternativo. El censo solo especifica la cantidad de unidades, pero no su extensión en hectáreas.

Política activa
Desde finales de 2019, Argentina decidió colocar a la agroecología en el rango de política de Estado a través de la creación de una Dirección Nacional de Agroecología, a cargo del ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá.
Por primera vez, el propio Estado se encarga de profundizar y promover un modelo de producción diferente al industrial. «Es algo muy importante porque formaliza una forma de producción que se hace de hecho, pero que aún no había sido reconocida desde el Estado, que detecta que es una tendencia cada vez más fuerte y decide crear una Dirección para su promoción», dijo Fogante.
«Es la primera vez en Argentina y en toda América Latina que existe algo así en un ámbito nacional, y su existencia es producto del crecimiento de la agroecología y de una demanda social, no es casualidad», cuenta Fogante, para aclarar que la contracara de esto es que la Dirección «nunca contó con presupuesto». «Los presentamos varias veces, pero obtuvimos cero pesos. Ahí nos preguntamos, ¿qué se puede hacer sin un peso?».
A pesar del desfinanciamiento total, el grupo de trabajo encontró la forma de generar estrategias para escalar la agroecología en los territorios, para lo cual se creó una red de agroecología de municipios que son –según Fogante– «espacios de gobiernos permeables porque están cerca del territorio, de los productores y consumidores, lo que permite generar acciones más concretas y directas». Hoy hay 105 localidades adheridas que trabajan sobre una guía de fomento de la agroecología que va desde normativas hasta compras públicas, pasando por huertas comunitarias.
Se trata, en definitiva, de abrir una puerta a la discusión sobre cómo se produce lo que se lleva a la mesa, dejando de lado prejuicios y verdades que se repiten como un mantra, muchas veces sin ninguna reflexión. «Es otra forma de conectar con la producción de alimentos que tiene que ver con lo productivo, lo social, lo ambiental y lo económico. Es otro paradigma», argumentó Fogante. Una discusión que vale la pena tener y que está más vigente que nunca.

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