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Permanencia y replanteo

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Tras asegurar su lugar en el grupo mundial, el equipo de Copa Davis comienza otra etapa con nuevos nombres y desafíos. La necesidad de un cambio estructural y el rol de Del Potro.

 

Alivio. Festejo argentino luego de superar el repechaje. En 2015 el rival será Brasil. (Télam)

Primera ronda de la Copa Davis 2013. Argentina enfrenta a Alemania en el Parque Roca de la ciudad de Buenos Aires. Ya ganó los dos puntos del primer día, los singles de Carlos Berlocq y Juan Mónaco. Horacio Zeballos y David Nalbandian disputan el dobles para liquidar la cuestión. Y lo hacen. El equipo argentino, con Martín Jaite de capitán, festeja en el medio de la cancha. Más que una celebración, parece un desahogo y también el triunfo sobre el que creen que es un rival interno: Juan Martín Del Potro. «¿De quién?», ningunea Zeballos cuando le preguntan en conferencia por el tandilense. Y en el vestuario –aunque después lo niegue todo el equipo– se escuchan cantitos con un destino: «Y ya lo ve, y ya lo ve, es para Delpo que lo mira por TV».
Argentina avanzará hasta semifinales, donde perderá en Praga contra República Checa. Sin la presencia de Del Potro, el mejor jugador argentino, que ya había decidido no jugar en Copa Davis. Aun así, el equipo llegó a la misma instancia –ante el mismo rival– a la que había llegado en 2012, la última serie de la que participó el tandilense. Este año, todavía con Del Potro lejos del equipo, la estructura tembló: la Argentina, en condición de local, perdió ante Italia en primera ronda, algo que no sucedía desde 2002, y llegó al repechaje con Israel, en Sunrise, Estados Unidos, donde tuvo que pelear por la permanencia en el Grupo Mundial.
Andy Ram, con 34 años, había anunciado su retiro en abril pasado. Nació en Montevideo pero cuando todavía era pequeño su familia se mudó a Israel, donde decidió dedicarse al tenis. Durante 14 años fue pareja en dobles de Jonathan Erlich, un argentino que vive desde sus diez meses en Jerusalén. Ram decidió que la serie contra la Argentina por Copa Davis fuera la última actuación de su carrera. La dupla Ram-Erlich, que le ganó a la pareja conformada por Horacio Zeballos y Facundo Delbonis, hizo sufrir al equipo capitaneado por Jaite. Puso a Israel 2-1 y obligó a la Argentina a tener que ganar los dos singles del domingo para no descender.

 

Cortocircuitos
La caída en dobles dejó en aprietos al equipo. Pero quedó en una anécdota con las victorias de Leonardo Mayer, que tuvo una gran actuación frente a Dudi Sela, y Carlos Berlocq, que venció al juvenil Bar Botzer. Recién ahí llegó el alivio. Y el final del ciclo de Jaite, quien aunque seguirá trabajando para la Asociación Argentina de Tenis, ya no será el capitán. Y lo que volvió a instalarse ahí mismo fue la posibilidad del regreso de Del Potro. El tandilense siempre consideró que Jaite hizo todo para mantenerlo lejos. Aquellos festejos y dedicatorias de la serie con República Checa el año pasado, que el capitán no neutralizó, son un ejemplo. También lo que el ganador del US Open 2009 entendió como operaciones de prensa, fogoneadas desde el lado del capitán. Lo dijo en la durísima carta que hizo pública en noviembre de 2013: «Estoy cansado de que se me invite por mail o mensajes y al mismo tiempo me presionen a través de cierta prensa sacando notas sobre si juego o no la Copa Davis, intentando dejarme mal parado frente a la opinión pública, me parece un doble discurso hipócrita».
Del Potro no se refería sólo a Jaite sino también –y acaso en primera medida– a los dirigentes de la AAT, que hicieron los movimientos inciales que alejaron al tandilense de la Copa Davis. Decretaron la salida de Modesto Tito Vázquez y la llegada de Jaite, ex entrenador de Nalbandian, a espaldas del jugador. Y aun cuando Del Potro decidió continuar en el equipo siguieron los desplantes, por ejemplo en la elección de superficies o sedes, una política deliberada de desgaste hacia el tenista bronce en Londres 2012.
Ahora comienza otra etapa. Y puede abrirse la puerta para que ingrese Del Potro, que no pide sólo un cambio de nombres. «Se necesitan modificaciones profundas para corregir los errores que se han repetido durante tantos años. No permitiré que se utilice mi nombre para justificar renuncias que sólo sirvan de maquillaje. Nunca pedí un capitán y siempre respeté las decisiones de los otros, aunque no me hayan respetado a mí», escribió el tenista en su última carta.

 

Empezar de cero
Del Potro demoró demasiado en dar a conocer su posición. Ese silencio inicial aportó a las intrigas sobre el asunto y ayudó a quienes intentaron construir sobre él la imagen de chico egoísta. Pero cuando dijo lo suyo dejó expuesta a una conducción que va a cumplir dos décadas al frente del tenis argentino, si se toma en cuenta que esta gestión es continuidad de la que llevó adelante Enrique Morea durante 13 años. Así como la Generación Dorada se plantó ante la dirigencia del básquet y logró imponer cambios en esa administración, Del Potro se enfrenta a la del tenis, más allá de las diferentes situaciones.
Algunas buenas señales se dieron después de la serie ante Israel. La primera es la afirmación de Mayer como singlista. El correntino se afianza en ese lugar. Y tiene una buena relación con Del Potro, que después del triunfo argentino lo llamó para felicitarlo. La otra buena señal es la reacción de la AAT. Arturo Grimaldi, presidente de la asociación, adelantó que hará lo necesario para el regreso de Del Potro. Acaso por eso haya sido estratégico el silencio del vicepresidente 2º Héctor Romani, más crítico con el tenista.
Grimaldi dijo que consultará con los jugadores la designación del nuevo capitán. «Más que nombres, hay conceptos», sostuvo el dirigente. Y agregó que quien cumpla esa función también deberá acompañar la formación de los tenistas. Por eso se piensa en Daniel Orsanic, actual director de Desarrollo de la AAT. Incluso, en la vuelta de Tito Vázquez, de buena relación con el tandilense. «Modificaciones profundas», pidió en su carta Del Potro. Ahora que pasó Israel, que llegó el alivio, comienza un nuevo ciclo para el equipo argentino de Copa Davis. Lo que debe imponerse es un cambio estructural, una nueva forma de trabajo. Es la chance de empezar de cero.

Alejandro Wall

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