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C El yin y el yang de los Pumas

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Alejandro Duchini

El seleccionado quedó a las puertas del podio como en 2007 gracias a su tradicional garra. La deuda del juego, el factor mental y los cambios en el plantel para la nueva etapa.

Lucha. Ataque argentino en el partido por el tercer puesto ante Inglaterra, en el estadio Stade de France.

Foto: NA

No sería justo quedarse con la imagen de la derrota de los Pumas ante Inglaterra en el partido por el bronce. El cuarto lugar puede ser una decepción si se compara con el histórico tercero de 2007, también en Francia. Pero, por otro lado, se logró más de lo que se esperaba en la previa.
Porque había otros seleccionados potencialmente mejor preparados que los argentinos, como Irlanda o Francia. Ni hablar de los Springboks campeones o de los All Blacks, que llegaron a una final que se definió por un 12 a 11, un resultado que revela lo parejo que fue el partido. Aunque en el caso de los sudafricanos, tienen ahora el mundo a sus pies: son bicampeones y además lograron su cuarto mundial.
Los Pumas se sostuvieron más en la garra que en la técnica. Debut y despedida con derrotas ante Inglaterra. En el medio, fueron de menor a mayor, pero no alcanzaron la excelencia. Tal vez la foto que sintetice el rendimiento sea la del tackle de Matías Moroni a Louis Rees-Zammit cuando el partido ante Gales, por los cuartos, estaba por terminar. Su número 23 en la espalda fue más allá del rugby y hasta se lo comparó con el (¿coincidente?) 23 del Dibu Martínez y su atajada al francés Kolo Muani en la final de Qatar 2022. La acción de Moroni permitió la clasificación a la semifinal. Después, con los All Blacks (44 a 6) se sufrió el golpe de realidad.
Hace dos meses, en la previa a la copa del mundo, el coach en aptitudes mentales y liderazgo Alejandro Oneto Gaona, hombre del rugby, acertaba con la siguiente declaración: «Francia 2023 será un Mundial en el que entre tanto profesionalismo y trabajo táctico y físico, lo mental resultará fundamental. En eso, los que corren con ventaja son los sudafricanos, porque tienen un sentido de pertenencia único. Además, llevan tiempo trabajando en lo mental y tienen a Rassie Erasmus como entrenador, que es cien por ciento líder. Los All Blacks, en cambio, dependen de cómo esté Ian Foster, un entrenador que carece del liderazgo de Erasmus».

El rugido
La garra y el sacrificio fueron el motor Puma. Va un ejemplo: del 13 a 0 abajo ante Inglaterra salieron a presionar y ponerse siempre a tiro hasta terminar con un ajustado 26-23. Pero careció de trabajo mental. Un detalle a mejorar. El otro tiene que ver con el juego en sí: la pareja de medios, con Gonzalo Bertranau (mendocino, 29 años, del Dragons de Gales) y Mateo Carreras (tucumano, 23, del Newcastle Falcons inglés), nunca pudo consolidarse.
En eso se tendrá que trabajar a partir de ahora que se vienen cambios. El ciclo de Michael Cheika terminó y comenzará el de Felipe Contepomi hasta el Mundial de Australia 2027. Así se había acordado con la UAR (presidida por Gabriel Travaglini) cuando se firmó el contrato de Cheika en marzo de 2022. Aunque en las últimas horas el australiano sorprendió al anunciar que intentará profundizar el proyecto. Entre los dirigentes el objetivo era contar con Cheika hasta el mundial de Francia y luego apostar a Contepomi. Por eso trabajaron juntos Cheika y Contepomi. Su ciclo constó de 24 partidos con 11 triunfos y 13 derrotas. Previo al mundial, hubo victorias ante los All Blacks e Inglaterra y caídas frente a Escocia, Australia y Sudáfrica.
Algo que no dejó bien parado a Cheika fue que no se haya dedicado el 100% del tiempo a los argentinos. Paralelamente, es director del NEC Green Rockets de Japón y coach del combinado del Líbano. 

Despedidas y arribos
Marcos Kremer (correntino, 26 años, del ASM Clermont Auvergne, de Francia) fue fundamental para contagiar ánimo al equipo cuando las cosas venían complicadas. Con 92, se convirtió en el jugador con más tackles en un mundial. Su sentido de pertenencia Puma se resume en sus palabras tras la derrota ante Inglaterra: «Esta camiseta es todo. Es mi vida. Juego al rugby por esta camiseta. No sé si me levantaría cada mañana si no estuviera jugando en los Pumas».
Otros a destacar son Emiliano Boffelli (rosarino, 28, del Edinburgh Rugby de Escocia), y Juan Cruz Mallía (cordobés, 27, juega en el Stade Toulousain de Francia), que con su liderazgo se hizo imprescindible. El futuro está en el mencionado Carreras y Thomas Gallo (24 años, del Benetton Treviso de Italia). En el otro extremo están el experimentado Nicolás Sánchez, que a sus 35 (juega en el francés Club Athlétique Brive) se afianzó como baluarte; y el platense Agustín Creevy (38, del Sale Sharks de Inglaterra). Sánchez y Creevy simbolizan el fin de un ciclo. En el medio, como referente del equilibrio generacional, está Pablo Matera (30 años, del Honda Heat japonés), quien en el partido ante Japón sufrió un desgarro grado 3 del isquiotibial derecho y tuvo que dejar el plantel en pleno mundial.
Pero, más allá de todo análisis, hay algo inobjetable en el rugby. Sabemos que es un deporte que, pase lo que pase, siempre lo ganan los Springboks o los All Blacks. Cada tanto aparece un equipo que hace sombra. Quién dice su alguna vez le toca a los Pumas.

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