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Mucho más que la ciudad del fútbol

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Roberto Parrottino

Messi y Di María, campeones del mundo, son algunos de los exponentes de un semillero que produce y exporta jugadores y entrenadores. Secretos de un fenómeno que trasciende a la pelota.

Murales. «Fideo» en el club El Torito, allí dio su primeros pasos. La Pulga, con la casaca de Newell’s y de la selección argentina, en distintas etapas de su carrera. (Fotos: Juan Jose García y NA)

Solo 45 distritos, incluida la Capital Federal, pueden preciarse de haber sido la cuna de un campeón del mundo con la selección. Entre los 69 campeones que Argentina tiene después del Mundial de Qatar 2022 hay una ciudad que ocupa el primer lugar. A Lionel Messi, Ángel Di María y Ángel Correa (Qatar 2022) se le deben sumar Daniel Killer (Argentina 1978), Sergio Almirón y Oscar Ruggeri (México 1986). Los seis nacieron en Rosario, la ciudad que exalta al fútbol, que desborda talento, locura y furia. «¡De Di María a Messi, desde La Bajada hasta Perdriel, siempre Rosario, la ciudad del calcio!», nos emocionó el exfutbolista italiano Daniele «Lele» Adani, comentarista de la RAI, después del gol de Messi, y el pase de Di María, ante México en Qatar, el que abrió el camino hacia la tercera estrella. Rosario, agroexportadora, portuaria, equidistante al sur con Buenos Aires, al norte con Santa Fe y al oeste con Córdoba, es una cantera inagotable de jugadores, un semillero que enarbola la bandera del fútbol argentino y que abastece al mundo.
Si en el 2-0 ante Indonesia en Yakarta, el 19 de junio pasado, Facundo Buonanotte, nacido en la localidad de Pérez, en el Gran Rosario, debutó en la selección argentina, hay que recordar que Giovani Lo Celso, nacido en Rosario, no integró por lesión la lista final de Qatar. Buonanotte y Lo Celso, como Di María, salieron de las inferiores de Rosario Central. Y son zurdos, como Messi, que hasta los 13 años jugó en las infantiles de Newell’s, antes de partir al Barcelona. En el corazón de la Pampa húmeda, en la provincia de Santa Fe, y con 1,3 millones de habitantes, Rosario no solo exporta soja, maíz y trigo: cultiva y recibe a futbolistas extraordinarios. Si Newell’s cobijó en 1993, tras su suspensión por doping en el Napoli, a Diego Maradona, capitán argentino en México 86, Central potenció a Mario Kempes entre 1974 y 1976, dos veces goleador del campeonato argentino, antes de que emigrara al Valencia de España y se coronara como goleador en Argentina 78.

Pelotero del mundo
¿Por qué Rosario es la gran «fábrica» argentina de futbolistas (y de entrenadores)? ¿Por qué concentra el arte futbolístico? Los directores Ariel Borenstein y Damián Finvarb abordaron las preguntas en el documental Pelotero del mundo (2023). «Rosario, de movida, fue parte de la competencia en sus inicios, con el fútbol porteño y uruguayo. El primer jugador que se vende afuera es Julio Libonatti, rosarino de Newell’s, en 1925 al Torino. Hay una cultura muy temprana que fue parte de la llamada “edad de oro del fútbol argentino”, en los 40 –detalla Borenstein–. Y Rosario intelectualiza el fútbol: no solo con intelectuales como el Negro Fontanarrosa, sino incluso con Marcelo Bielsa y César Menotti, que son más que técnicos. Si el fútbol es más que un juego, un deporte, en sus casos es ideología». Nicolás Galliari había indagado en el tema con el libro Rosario, cuna de cracks (2019). Y había destacado tres puntos: la competencia de chicos desde los cuatro años entre los cientos de clubes, los grandes formadores –Bielsa, Jorge Griffa, Miguel Ignomiriello, Jorge Solari, Carlos Timoteo Griguol, Ángel Tulio Zoff– y la formación física a partir de la riqueza de los alimentos.

Lado B
En el partido homenaje a Maxi Rodríguez en el Coloso del Parque Independencia, el 24 de junio, los hinchas de Newell’s ovacionaron a Di María, hijo pródigo de Central. La rivalidad enfermiza suele entregar en el clásico rosarino al partido con menos minutos netos de juego del torneo, porque se juega más a no perder. Tampoco quieren perder en las tribunas: en el partido de Maxi Rodríguez, la hinchada exhibió una bandera de Los Monos, la banda que regentea el narcotráfico en Rosario. Hay barrabravas que reciben porcentajes de dinero de las transferencias de los juveniles de las inferiores.
Rosario es la sede de una industria que vende carne humana de futbolistas. De la Agrupación Deportiva Infantil Unión Rosario (ADIUR), manejada por el representante Fabián Soldini, base for export del Villarreal de España. De chicos de 12 años que se saturan por jugar al fútbol, a los que se les piden «seriedad», «responsabilidad», y que «laburen», porque «los padres dejan todo». De más césped sintético de «escuelas» y menos potreros de tierra. «Hoy se buscan chicos de 12 y 13 años, y está bueno en el sentido de que le podés dar una formación pronta al fútbol que querés, pero también es una edad complicada porque si bien el chico quiere jugar al fútbol, hoy hay un montón de cosas que lo pueden hacer que cambie de opinión», testimonia, en Pelotero del mundo, Claudio Marinich, entrenador de Renato Cesarini, club que solo se dedica a la formación en su predio de 56 canchas que reúne a 700 chicos.
En Rosario se juegan siete ligas juveniles diferentes. La Asociación Rosarina de Fútbol, con 92 clubes, 1.540 equipos y más de 40.000 jugadores y jugadoras entre masculino, femenino, infantiles, fútbol playa y futsal, es la única afiliada a la AFA. Entre los 92 clubes aparece El Torito, donde comenzó Di María. Grandoli, el club de origen de Messi, compite en cambio en la Liga Infantil de Fútbol Asociado (LIFA), de Villa Gobernador Gálvez, Gran Rosario.
«El fútbol en Rosario es un hecho cultural inimaginable. Hay una pasión por el fútbol de la que es muy difícil retirarse, un lugar de desarrollo de pasión que se da en pocos lugares –dijo Menotti en 2017–. En Buenos Aires, el fútbol no es tan cerrado y cercano como en Rosario, y eso hace que te exija una comunicación diferente, es muy formativo, hace que sea un debate diario y vivís agonizando todo el día. Además, jugamos mejor que todos porque no vinieron los ingleses, vinieron los escoceses y se pasaban más la pelota». Zenón Díaz fue el primer player criollo de Rosario. Era tornero en la ferroviaria Central Argentine Railway, cuyos obreros habían fundado Rosario Central. Zenón Díaz fue además, en 1906, el primer jugador no británico en la selección argentina. «Su figura ha sido mistificada. Sin embargo, su trayectoria ilustra una importante fracción del proceso de popularización del fútbol», destaca el historiador Diego Roldán en el artículo académico Circulación, difusión y masificación: el fútbol en Rosario 1900-1940 (2015).
En perspectiva, el 17 de abril de 1974 fue el día que Rosario le ganó a la Argentina. Dos meses antes del Mundial de Alemania Federal, un combinado rosarino bailó a la selección. Fue 3-1 en la cancha de Newell’s. Y fue, sobre todo, la noche de Tomás Felipe Carlovich, porque el fútbol necesita de mitos y de leyendas, ayer el Trinche, hoy Messi y Di María. Carlovich se había criado en los potreros rosarinos del barrio Belgrano. Apenas jugó un partido en Central, y 236 en Central Córdoba, su club. Carlovich fue asesinado a los 74 años, en 2020. Le habían intentado robar la bicicleta en el barrio Azcuénaga, porque todo es más grande en Rosario, la producción en serie de futbolistas y la tasa de homicidios, cuatro veces mayor que a la del resto del país. Cuando Maradona había llegado a Newell’s en 1993, un periodista le había dicho que llegaba a la ciudad el mejor futbolista del mundo. «El mejor –le respondió– parece que ya jugó en Rosario». El Trinche Carlovich, rosarino, es el genio secreto de la ciudad. «Se convirtió en un símbolo –dijo Jorge Valdano– de un fútbol romántico que ya prácticamente no existe». Rosario, de cualquier modo, todavía pica como si fuera una pelota de fútbol.

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