Deportes | RAFAEL NADAL

El hombre increíble

Tiempo de lectura: ...
Alejandro Wall

Tras superar adversidades, el español reescribe la historia del tenis al ganar su 21° Grand Slam. Los apoyos en su carrera y la relación con Djokovic y Federer.

Épico. Con mucho amor propio, el mallorquín de 35 años venció al ruso Daniil Medvedev en cinco sets y conquistó el torneo de Australia.

FRANCIS/AFP/DACHARY

Cuenta el escritor inglés John Carlin que cuando Rafael Nadal le propuso escribir su biografía –Rafa, mi historia (2011)– le comentó que quería destacar a tres personas vitales en su carrera como tenista. Ellas son sus padres, Sebastián y Ana María, y también su hermana, Maribel. «Si millones por el mundo se identifican con Rafa por sus virtudes como persona tiene todo que ver con el ejemplo, apoyo y sacrificio de su familia nuclear», escribió Carlin días después de que el mallorquín concretara su gesta en el Abierto de Australia, levantándole el partido al ruso Daniil Medvedev y quedándose con el 21º título de Grand Slam. Ningún otro hombre tiene más que él.
Que Nadal, a sus 35 años, haya superado a Roger Federer y Novak Djokovic siempre podía ser una posibilidad. Pero el contexto en el que lo consiguió entrega otra dimensión. Nadal atravesó cinco meses de incertidumbre, el tiempo que le demandó recuperarse de una lesión, y cuando ya se acercaba Australia apareció el COVID-19. Dio positivo. Tuvo que superar también el virus. «Viajó más por ganas de competir que por convencimiento de hacerlo bien, y ahora está con el trofeo en sus manos», dijo Toni Nadal en una charla con el canal Eurosport. Toni es su tío, el hombre que lo formó y el que fue su entrenador hasta 2017.
Y no fue solo ese contexto. También fue el partido que lo definió todo, la final con Medvedev, cinco horas y cuarto de juego, un 0-2 que tuvo que remontar, con puntos épicos, y hasta con una mujer saltando a la cancha para reclamar contra las políticas migratorias australianas.
«Stop a las detenciones de los refugiados», decía su cartel. Ahí estaba el otro ámbito en el que se jugó el primer Grand Slam del año: el episodio Djokovic. El serbio era el hombre que iba a buscar su 21º torneo grande. La exención sanitaria del Abierto de Australia no le alcanzó para poder salir a la cancha. Quiso entrar al país sin estar vacunado. Adujo que había tenido COVID. Los documentos que presentó no eran confiables. Luego de varias idas y vueltas, con planteos judiciales de por medio, Djokovic, número uno del mundo, tuvo que volver a su país. No solo se planteó en ese punto la cuestión sobre las restricciones sanitarias, también sobre las durísimas políticas migratorias del Gobierno australiano. Por Djokovic, el mundo descubrió el Park Hotel, donde el tenista estuvo hospedado, el lugar donde aguardan otros refugiados en las peores condiciones. 

Rivalidades
Nadal fue crítico de Djokovic. «Cada uno es libre de tomar sus decisiones, pero tienen sus consecuencias», dijo el tenista. La relación entre ambos hacía tiempo que era, por lo menos, distante. El serbio armó una asociación paralela al ATP con el argumento de mejorar el reparto de premios. Nadal y Federer estuvieron en contra. Ahí se generó una rivalidad por fuera de la cancha, y alimentó la complicidad que siempre existió entre Federer y Nadal. «Enhorabuena a @rafaelnadal por el 21º GS. Increíble logro. Siempre impresionante el espíritu de lucha que prevaleció otra vez más», escribió el serbio en Instagram, más frío que el suizo para saludar al español. «Hace unos meses bromeábamos con que los dos íbamos con muletas. Increíble. Nunca subestimes a un gran campeón. Tu increíble ética de trabajo, dedicación y espíritu de lucha son una inspiración para mí y para innumerables personas de todo el mundo», escribió Federer. «Estoy orgulloso de compartir esta época contigo y me siento honrado de haber desempeñado un papel que te impulsa a conseguir más, como tú has hecho por mí durante los últimos 18 años», continuó.

Alto nivel
Es que la rivalidad con Federer mejoró a Nadal, lo hizo crecer. Y viceversa. El título en Australia puso sobre la mesa la discusión de quién es el mejor de la historia. ¿El mejor de la historia es el que más gana? «Con 13 Roland Garros, 4 US Open, 2 Wimbledon y otros 2 Wimbledon, Rafa Nadal presenta elementos convincentes para ser considerado como el mejor de todos los tiempos. Tiene 5 Copa Davis, 2 oros olímpicos, uno individual y otro de dobles, 90 coronas profesionales. Además, mucha épica y superación en un camino plagado de contratiempos físicos. Respecto de sus compañeros y rivales de “Big 3” (Los tres grandes) le falta especialmente un éxito en las ATP Finals, el Masters», escribió el columnista Ángel Rigueira en el periódico catalán Mundo Deportivo. España siempre tendrá a Nadal.
Se trata de debates interminables, abiertos. Lo cierto es que Nadal mostró un nivel de recuperación para jugar en el alto nivel pocas veces visto. El español sufre del síndrome Müller-Weiss, lo que se describe como una anomalía en el desarrollo del escafoides tarsiano, el hueso principal del arco del pie, algo que se produce en la infancia pero se siente en la adultez. «Ya sabemos que lo que tengo no tiene solución, pero al menos había que intentar buscar algo que me permitiera poder jugar», le dijo al diario As. Nunca pensó en el retiro, dijo, pero sí sospechó que quizá debía pensar en dejar de competir en el alto nivel. «Después de la operación –reveló– no mejoré como esperábamos o al menos tardé más. Después decidimos cambiar unas infiltraciones con factores, para ver si seguía mejorando, y ahí vi un poquito la luz».
Nadal tiene un restaurante en Manacor, la ciudad mallorquina donde nació. Se llama Roland Garros, igual que el Grand Slam donde es el rey absoluto. Nicolás Almagro, el tenista de Murcia, lo predijo durante un partido con su compatriota en 2008. Harto de que le gane puntos (terminó 6-1, 6-1, 6-1), Almagro empezó a decir en medio del juego, en medio de la cancha: «Va a ganar Roland Garros 40 años seguidos. Va a tener 65 años y va a seguir ganando Roland Garros».
Su base es siempre Mallorca. Tiene su chalet, donde vive con Mery Perelló, su mujer, en Porto Cristo, bañada por el Mediterráneo. «Volver a Mallorca –dice Nadal– significa volver a una vida normal». A Mery se la presentó su hermana 18 años atrás. Maribel es una de personas más importantes en su vida. También sus padres. «Si no hubieran estado dispuestos a ir a un sitio y otro cada fin de semana y no hacer las cosas que a lo mejor les divertían más; si no hubiera tenido a las personas que me hubieran guiado por el camino adecuado, quizá no habría tenido este espíritu de constancia, de superación», dijo. Quizá eso explique quién es Nadal. Aunque nunca se sabe. A veces, como en esos días australianos, Nadal se convierte en inexplicable. 

Estás leyendo:

Deportes RAFAEL NADAL

El hombre increíble