Después de haber sido durante años patrimonio de la ciencia ficción, la realidad virtual finalmente llegó al cine. Opinan los realizadores locales que ensayaron la nueva herramienta. La experiencia de vivir una película desde adentro.
12 de julio de 2019
Planeta musical. Una escena de Esto no es tango, el trabajo de Periodismo Inmersivo.
El cine en 360° ya no es parte de un capítulo ficcional de Black Mirror, porque el espectador puede zambullirse ahora mismo en busca de las nuevas narrativas. Una experiencia con los ojos enfundados en unos lentes de realidad virtual que lo arrastran por un cuento, una trama, un juego. Y si bien todavía no adquirió masividad, algunos festivales como Cannes, Venecia o Sundance incluyeron esta clase de contenidos con la firma de realizadores como Laurie Anderson, Kathryn Bigelow o Alejandro González Iñárritu.
La última edición del Festival de Cine de Mar del Plata también tuvo un apartado 360°, donde el realizador José Celestino Campusano presentó La secta del gatillo. El público, utilizando un casco con lentes y auriculares, sentado en sillas habilitadas para girar, pudo sentir la experiencia de estar dentro de la película y elegir desde que ángulo seguir la historia. Así navegó en un una lancha por el Delta, condujo un auto, ingresó a un calabozo o fue testigo de un asesinato.
«Con la realidad virtual se abren posibilidades de negocios, de distribución y presentación de contenidos. La influencia directa está en directores que comprenden rápidamente sus posibilidades, como Campusano o el inglés Keiichi Matsuda», explica el periodista Rolando Gallego en diálogo con Acción. «Ojalá en el corto plazo se generen espacios acordes a los productos y así podamos experimentar historias de mayor duración y relevancia», agrega.
Campusano es uno de los pocos cineastas argentinos que trabaja en este formato. «Lo que me impulsó a esta tecnología es el deleite del proceso creativo, que me obliga a descubrir una nueva gramática narrativa en un área audiovisual aún virgen, en la que nada está dicho», dice el director. El formato, que implica eliminar una pantalla gigante y sustituirla por lentes especiales, puede resultar transgresor para la industria cinematográfica.
Cambio de enfoque
Periodismo Inmersivo es un proyecto elaborado por cineastas y comunicadores que busca utilizar la tecnología para contar historias desde un nuevo enfoque. Esto no es tango: el abrazo disidente, es el primer trabajo del colectivo, que utiliza la realidad virtual para transportar a los espectadores a varias pistas de baile actuales, donde se hace carne el movimiento feminista y los cambios que está viviendo la sociedad.
«Con inmersivo nos referimos simplemente a lograr que los espectadores se sientan dentro de la obra», dice Matías Nielsen, uno de los integrantes del colectivo. «Cada día más directores están explorando la utilización de estas nuevas tecnologías, que vienen aparejadas con nuevas formas de contar las historias. Ahora el público puede vivir la película dentro de ella, y eso reformula todo», agrega.
Pero el cine en 360° también puede vivenciarse a través de una tecnología audiovisual capaz de generar una sensación de realidad sin la necesidad de utilizar ningún dispositivo. El invento, que viene de los planetarios, se llama fulldome y proyecta imágenes en 360°sobre toda una superficie que, eso sí, debe tener forma de esfera o semiesfera.
«Se puede hacer con presupuestos relativamente bajos. El gran problema hoy por hoy, es la cantidad de espacios preparados para proyectar contenidos en este formato», comenta el platense Hernán Moyano, que acaba de ganar el Premio Quirino a la mejor obra innovadora por la animación Belisario, el pequeño gran héroe del cosmos, una película realizada en este formato para el Planetario de La Plata.
Belisario es el primer exponente local en explorar este nuevo formato fulldome. «Permite conectar con una generación vinculada con la era digital, como son los más chicos. Y por otra parte, hacer divulgación científica desde un contenido familia –dice Moyano–. Es una experiencia que trasciende la mera proyección. Y además, le permite al espectador ser el centro de la acción: vivirlo realmente en primera persona».