Cultura

Humor de lo cotidiano

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Los mensajes grabados que circulan a través de la aplicación son utilizados como materia prima de pequeños pasos de comedia que, entre la actuación y la animación, se vuelven virales a través de las redes sociales. Los exponentes locales del fenómeno.


Versiones. Las caracterizaciones de Mica Lapegüe y los videos de Gabriel Lucero.

Teresa busca comunicarse por teléfono con Enrique. Sin éxito, le deja una serie de mensajes en el contestador automático, pidiéndole que la llame. Esa es la historia que narra Ni una sola palabra de amor (2011), cortometraje inspirado en grabaciones verídicas que, dos años después del estreno, su creador, El Niño Rodríguez, compartía en Twitter, consiguiendo una enorme repercusión.
Las animaciones que Gabriel Lucero publica en Facebook o los sketches actuados que Mica Lapegüe sube a su cuenta de Instagram retoman de algún modo la idea y la llevan por nuevos caminos, a partir de los audios de WhatsApp de gente desconocida que utilizan como materia prima. ¿Por qué estos experimentos humorísticos alcanzan tal grado de masividad? ¿Cómo se explica que sean los mismos seguidores quienes envían voluntariamente sus propios audios?
«Pienso que enganchan al público porque, además de que la gente muchas veces se siente identificada, en ellos trato de mostrarme como soy, una mujer real. Creo que eso gusta. La sociedad está muy influenciada por el qué dirán, por la fotito de la modelo perfecta. Yo muestro una cosa completamente distinta», reflexiona Lapegüe sobre el furor de #AudiosAjenos, como dio en llamar a la serie de videos donde le pone el cuerpo a miles de voces anónimas que le llegan a su celular.
Ana Flores, doctora en Letras y coordinadora del Grupo de Investigadores del Humor de la Universidad Nacional de Córdoba, también refiere a la cuestión del reconocimiento como una de las claves que explican la calurosa recepción. «El tipo de humor que preodomina en estos formatos es el caricaturesco, es decir, aquel que exagera ciertos rasgos. Los audios correspondientes a “personas reales” son actuados por Micaela Lapegüe, reconocible bajo las caracterizaciones con las que construye la caricatura, tanto por la escenografía y el vestuario como, sobre todo, por lo gestual. En esa caracterización exagerada manifiesta aquello oculto en el murmullo social de lo cotidiano. El espectador encuentra en esta parodia de su entorno, de sí mismo, la distancia para reírse de los tropiezos, las fallas, lo inconveniente», explica la especialista.

Terreno fértil
Para Antonela Scattolini Rossi, licenciada en Artes Combinadas por la UBA, docente y actriz, el interés de los artistas por estos registros sonoros se debe al desafío de «completar aquello que en el audio queda librado a la imaginación, de aportarle una segunda dimensión, una nueva cadena significante a eso que originalmente tenía una sola. Realizan un trabajo creativo, de construcción de universo bien particular. En el caso de Lucero, incorpora elementos del contexto, distintos personajes, lugares en los que podrían estar sucediendo esos “monólogos”», señala.
En este sentido, hay un paso previo que consiste en hacer una selección de las grabaciones recibidas. «Me llegan muchos audios. Los escucho y separo los que creo que pueden funcionar. En general, les va bien a los audios con los que la gente se siente identificada. Como los que hablan de problemas amorosos, los de madres enojadas con sus hijos. También hago audios de hombres. Uno se puede transformar en lo que quiera: no hay physique du rôle que te limite», señala Lapegüe.
A diferencia del corto viral de María Teresa, cuyas grabaciones fueron a parar a manos de Rodríguez por azar, Lapegüe y Lucero llevan a cabo sus creaciones a partir de materiales que los propios fans les mandan. «Podría pensarse que en el universo actual se cumple lo que planteaba Andy Warhol: cada uno quiere tener sus propios quince minutos de fama, no importa a qué precio», observa Scattolini. Por su parte, para Flores la razón habría que ubicarla en «el placer que provoca librarse de la obediencia de las normas, incluso las de la mesura, del “buen gusto”, de lo apropiado para cada ocasión, lo cual genera un sentimiento de autoafirmación frente a las adversidades de la vida cotidiana».

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