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Hacedora de canciones

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De Rocha a Montevideo, la historia de la cantante uruguaya que ganó el Premio Graffiti a la mejor compositora del año. Con dos discos en su haber, recuerda sus inicios, repasa sus principales influencias y describe su horizonte creativo.


Joven talento. Núñez no tardó en construir su propio espacio en la música del Río de la Plata. (Prensa Florencia Núñez/ Matilde Campodonico)

No pasó tanto desde que la uruguaya Florencia Núñez se trasladó de Rocha a Montevideo. Además de estudiar y recibirse de Licenciada en Comunicación Social, sus canciones también la acompañaron y, a fin de cuentas, le reformularon la vida. La cantante y compositora había lanzado un EP llamado Estas canciones no están en ningún disco. Corría el año 2011 y los referentes de la música montevideana le prestaron atención. Pensado para ser escuchado en internet, gesto lógico de su generación, esa primera señal terminó contando con más de 60.000 reproducciones en la añeja plataforma Soundcloud.
Después de colaborar con Estela Magnone y Samantha Navarro, Franny Glass y Martín Buscaglia, Núñez no tardó en construir su propio espacio dentro de la canción del Río de la Plata. Hoy cuenta con dos discos solistas (Mesopotamia y Palabra clásica) y acaba de partir un paradigma social en los premios más importantes de la música uruguaya. Por primera vez, una mujer ganó un Graffiti como mejor compositora del año.

Breve zigzagueo
Antes de eso, Núñez intuyó que subirse a un escenario no estaría tan mal. «Mientras todas mis amigas y todo mi entorno juvenil en Rocha estaba en otra, tipo novio, salida, boliche, yo tenía otro cuelgue absoluto, andaba imaginando cosas», cuenta Núñez desde Montevideo. Dice que recuerda muy claro situaciones y músicas que le dieron ganas de componer. «La primera vez que le mostré una de las canciones a mi profesor de guitarra, Enrique Cabrera, la escuchó y me dijo que era por ahí», dice, para luego reflexionar que lo que estaba haciendo le salía de manera natural.
El mundo estético por el que una artista se puede ver interpelada es inmenso. El de Núñez no es la excepción: de Cabrera y Mateo a Jorge Drexler y Jaime Roos, de Joni Mitchell a Carole King y Regina Spektor. Esta última, dice, es «una compositora increíble, aunque no esté catalogada de esta manera». Afirma que sin sus influencias posiblemente no sería quien es. «Te puedo nombrar gente muy lejana y gente muy cercana. El entorno de uno hace que se delimite y que piense que se da por alguna razón», agrega.
Cuando Núñez canta, sus versos terminan con un breve zigzagueo vocal, un vibrato: rebota la última sílaba. Dulce y directa, ella –como Ana Prada– desenvuelve su contundencia musical sin levantar la voz. Dice que desde que empezó a cantar con Magnone, Buscaglia, Franny Glass y Cabrera sintió una retroalimentación natural. «Eso te da una cierta confianza. Te sentís bien rodeada, a gusto. Encontré una escena generosa y me hace sentir bien», explica.
Para entender por qué ganó el Graffiti a la mejor compositora solo hay que reproducir «Palabra clásica» y «Memoria en murales», tan solo dos canciones de las diez que tiene su disco Palabra clásica. «Lo pienso como un tipo de justicia. Un acto de justicia. Que ni siquiera lo digo por mí, sino por todas las compositoras que estuvieron antes que yo mientras crecía, estudiaba y comenzaba a componer», reflexiona. Explica que su deseo es que de ahora en más se abra y que todos puedan ganar cualquier premio. Y, sobre todo, evitar catalogarlo como femenino o masculino.
Cuando recibió el Graffiti en la ceremonia de premiación, subrayó el camino construido por compositoras de generaciones anteriores, el trabajo de su equipo y agradeció a un compañero de terna: Fernando Cabrera. «Me inspiró mucho», dijo Núñez. Y, curiosamente, Cabrera estaba detrás, sobre el mismo escenario. Florencia se dio vuelta y lo saludó. El compositor mostró una sonrisa orgullosa. Dos generaciones, un mismo amor por la canción.

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