La llegada de Apache y El marginal 3 a Netflix abre el debate sobre la representación, en el cine y la televisión, de quienes viven fuera del sistema, desde el neorrealismo italiano hasta Pizza, birra, faso, pasando por Crónica de un niño solo y Tumberos.
31 de octubre de 2019
Internos. Los Borges y su pandilla, protagonistas del ciclo dirigido por Sebastián Ortega. (Télam)
La llegada de las series locales Apache, la vida de Carlos Tevez y El marginal 3 en Netflix vuelve a poner en el eje una antigua discusión que desvela a cinéfilos, sociólogos e historiadores del cine y la televisión. ¿Cómo dar cuenta de la marginalidad sin caer en el paternalismo, la condescendencia, el morbo o la pornografía de la pobreza? ¿Es posible indagar en ese universo desde la ficción sin que se convierta en mero entretenimiento o puro relato pintoresco de ese otro u otra que no es generalmente el espectador?
Apache consta de ocho episodios y narra la vida del jugador de fútbol nacido y criado en Fuerte Apache, aunque abarca solo el arco temporal que va desde su infancia hasta que juega su primer partido en la Bombonera, en plena adolescencia. Cuenta con el visto bueno de Tevez y se nutre de una investigación sobre los hechos, pero también incluye muchos elementos de ficción. Como expresa una leyenda al final de cada capítulo: «Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia».
Si bien el mismo Tevez abre cada capítulo plantado en el Fuerte, con una pelota en la mano, para referirse al momento de su vida que se va a reflejar en la pantalla, son el espacio real y sus habitantes los verdaderos protagonistas. Allí se mezclan pobreza, criminalidad, drogas, carencias de todo tipo, frustraciones, lucha, violencia policial y, en el excepcional caso del protagonista, un cordón de amor invencible armado por una familia entre prestada y de sangre que le dio cobijo y siempre lo acompañó.
El estreno de la serie coincidió con el del mayor éxito de la Televisión Pública, El marginal 3, nacido de la usina de la productora Underground, con Sebastián Ortega a la cabeza. La serie ahora también puede verse por la plataforma de streaming que estrenó Apache y comparte con esta la impronta de su director general. Tanto una como otra fueron dirigidas por Adrián Caetano, que se desvinculó de El marginal en la última temporada. El cineasta uruguayo es un verdadero especialista cuando se trata de ahondar en el mundo de los «desterrados»: así lo demuestran películas como
Pizza, birra, faso y Bolivia, y series como Tumberos y las actuales El marginal 1 y 2 y Apache.
En ocasión del estreno de Apache, el director trató de echar luz sobre esta discusión que no parece tener fin. «¿Qué es estar al margen hoy en Argentina? ¿Al margen de qué? –se preguntó Caetano en una entrevista publicada por Página/12–. Apache es un retrato, un fresco de una sociedad sin ley, donde el sálvese quien pueda, donde proteger a los propios y no mucho más, es lo que te permite el entorno. Ser marginal es ser un sobreviviente, tanto hoy como en los 90, donde la imagen del Estado estaba en desguace permanente, donde los más débiles estaban (y están hoy) a la buena de Dios».
Las distintas miradas sobre el fenómeno marcan contrastes. Ex-preso devenido poeta y cineasta, César González le apunta a El marginal con observaciones filosas: «A mi entender la marginalidad no es ningún espectáculo circense, la cotidianidad carcelaria es de una tristeza que asfixia, hay millones de seres humanos allí dentro sometidos a las torturas más inimaginables y oscuras. Ninguna ficción es inocente. Si me aclararan que esta serie es un producto de humor bizarro, no tendría ningún problema. El problema surge cuando la presentan como una ficción seria que muestra la realidad. Mucha gente creerá que así de ridículos y caricaturescos son los presos».
Mundo cotidiano
La directora y guionista venezolana Mariana Rondón, creadora de Pelo malo –una producción argentino-venezolana de 2014, que ganó la Concha de Plata a la mejor película en el Festival de San Sebastián, entre otros premios– también se hundió en el tema al retratar la vida de un pibe pobre en su despertar sexual en la patriarcal Venezuela. «Como cinéfila amo el neorrealismo italiano y todo lo que derivó de él», señala Rondón desde Lima, donde hoy reside. «En esas conmovedoras películas, los que trabajan muchas veces no son actores sino habitantes de los sitios donde se filma. Creo que el problema se encuentra en la distribución, porque esos mismos protagonistas y sus vecinos poquísimas veces llegan a ver esos productos audiovisuales. Ahí veo un problema y me pregunto si no se trata solo del ego del director, de su deseo de quedar como un bienpensante, lo que lo lleva a filmar esas historias. Me lo pregunto en mi propio caso con Pelo malo y ahí veo una falla que no sé cómo salvar y ni siquiera puedo condenar».
Algunas de las producciones del director Pablo Trapero también rozan el tema de lo marginal: Mundo grúa, Carancho, Elefante blanco y Leonera.
Protagonista de Elefante blanco, Ricardo Darín cuenta que durante el rodaje en la Villa 31 «se acercaron algunas personas con problemas graves y, dentro de nuestras posibilidades, nos hicimos cargo y los resolvimos». Sin embargo, luego nunca más volvió a la villa.
Trabajadora sexual. Sofía Castiglione se destaca como protagonista de Alanis.
Fuerte Apache. La adolescencia de Tevez y su familia, en un contexto difícil.
Martina Gusmán, pareja de Trapero, además de ser su productora y frecuente protagonista de sus películas, lleva su compromiso más allá del rodaje. Su experiencia en Leonera, por caso, la impulsó a reunirse con las mujeres que estaban detenidas. «Había algo que siempre me preguntaba sobre la reinserción social», cuenta la intérprete, que coordinó un taller en la unidad 18 de la cárcel de Ezeiza.
En esa docena de encuentros dedicados a distintas actividades artísticas, se invitó a las internas «a proyectarse como sujetos constructores de sus propios destinos en el afuera». Gusmán asegura que se trató de una experiencia enriquecedora para su propia vida. Además, cuando comenzó con El marginal, la actriz que personifica a la licenciada Emma Molinari se unió a Fundación Sí, de Manuel Lozano, donde realiza distintas actividades, como el acompañamiento de gente en situación de calle.
Pasado y presente
El tratamiento de la marginalidad no es un invento nacional ni contemporáneo. Parte de sus raíces pueden rastrearse, como apunta Rondón, en el neorrealismo italiano, con Ladrón de bicicletas (1948), de Vittorio de Sica como ícono del movimiento, que más tarde inspiraría a producciones argentinas pioneras en la materia como Tire die (1960) o Los inundados (1961), de Fernando Birri.
La vida carcelaria y de bandidos que caen del sistema se detecta también en la ópera prima de Fernando Ayala, El jefe (1958), basada en un cuento de David Viñas. Fue otro debut, Crónica de un niño solo (1964), de Leonardo Favio, la que hizo escuela y ubicó al director como el mejor del medio local para varias generaciones de cinéfilos.
Por lo que se percibe de las recientes producciones nacionales, parecería que la marginalidad es cosa de hombres, en un mundo donde las mujeres funcionan como satélites o víctimas, más allá de sus propias acciones o circunstancias. Para desmentir semejante despropósito hay que señalar Alanis (Concha de Plata en San Sebastián 2017), de Anahí Berneri, que sigue el camino de una prostituta interpretada con solidez por Sofía Gala Castiglione, una madre soltera que deambula por las calles porteñas en busca de clientes y sin fiolos.
En Alanis las mujeres de la vida real están enfrentadas en sus posiciones y Berneri no quiso tomar partido más allá de lo que su guion marcaba: las dificultades de una piba pobre arrinconada contra las cuerdas de una vida que no le ofrecre demasiadas opciones. «La película no es un panfleto por la legalización de la prostitución», explica Berneri. «Sí creo que la clandestinidad las hace más vulnerables, pero no sé cuál es la solución ni qué medidas hay que tomar. La película no tiene un juicio de valor, tampoco baja línea sobre cuáles deberían ser las políticas de Estado al respecto. Lo que intenta hacer es problematizar y generar cierta reflexión».