Para celebrar sus 33 años de carrera, grabó un disco que obtuvo un Premio Gardel. La cantante pasó por la banda de Charly García y Los Twist, hasta que encontró su propio lugar como solista. Pasado y presente de una figura central del rock local.
12 de septiembre de 2018
Foto: PrensaEn el 92 estaba pum para arriba. Era una niña demonio, divina. Pero no me la creía nada», recuerda Fabiana Cantilo sus 33 años, el pico de popularidad, los tiempos de «Mary Poppins y el deshollinador». Esa misma cantidad de tiempo celebra de carrera solista con Proyecto 33, un compilado con DVD que en mayo pasado le dio un nuevo Premio Gardel. «Aunque no me lo lleve ya soy un éxito, porque estoy viva», dijo antes en la alfombra roja. Fabi es uno de los personajes más interesantes del rock argentino, pero la música nunca fue lo único en su vida. El conocimiento espiritual, mirar tele, vivir amores, le han insumido también mucha energía.
Hoy vive con dos gatos en una casa con jardín en Martínez. No come carne y dejó las harinas refinadas. Practica Kriya Yoga, hace terapia con oxígeno, no quiere saber nada con escribir su autobiografía: «Eso es puro ego», dice antes de salir a una clase de dibujo. «Estoy haciendo modelo vivo», cuenta. «Lo hago bárbaro, pero me cuesta un huevo y me angustia. Eugenio Cuticca, el pintor, me dijo que es exceso de perfeccionismo».
Tocar la guitarra ya no le resulta un pasatiempo: despierta hormonas asociadas a otro momento de la vida. De aquella época es la sirena tatuada en el antebrazo, con una cola que le llega hasta la punta del dedo índice: «Me desperté en Reconquista y dije “¡oh!”. Estaba buena», sintetiza, exagera. Fabi hacía lío, pero era culposa, hipersensible, un poco fóbica. Por eso antes no había aguantado en Los Twist ni en la banda de Charly García, el productor de su disco debut, Detectives (1985).
En los siguientes años se dejó comandar por Fito Páez, Carlos Alomar, Pedro Aznar. «Necesitaba un poco de autorización, porque era muy insegura. Y no importa ser insegura, hay que darle para adelante», dice. Ahora está cumpliendo 20 años ¿De qué se ríen?, el primero que quiso hacer solo con temas propios, bajo protesta de la discográfica. Un disco de grandes canciones y buenísimas letras, que no tuvo circulación, a excepción del hit «Júpiter» en televisión. Por su videoclip, Cantilo es la primera artista argentina en ganar un Premio MTV. Pero la prensa de entonces igual la destruyó: «Ahora sé que todo lo que pasa es para aprender, si no uno no entiende las leyes del universo. La vida es un maestro, no vinimos acá de joda, es un experimento todo esto. En ese momento me fui a San Martín de los Andes, conocí a un muchacho e hice el mejor disco de mi vida».
Habla de Información celeste, de 2002. Superamor, de 2015, es otro de sus preferidos. Aunque todavía son más conocidos sus homenajes al rock nacional, Inconsciente colectivo y En la vereda del sol (2005, 2009). Ahora está armando uno de siete tangos y siete rocks, y tiene canciones nuevas para trabajar con Ezequiel Borra en vistas a un próximo álbum. También va a actuar en una película, que ideó junto a Sebastián Mónaco. «Es una tragicomedia de misterio. Mi vida, pero no es sobre mi vida. Yo soy otra persona. Me llamo Laura y empieza cuando salgo del manicomio donde me metieron injustamente durante cinco años», cuenta.
¿Y se imagina ahora, en 2018, con 33 años? La respuesta es para recortar y tener siempre a la vista: «¡No! Me enseñaron a dejar de hacer lo que me hace mal. Eso es paja mental, te vas, te retirás del lugar físico. Es lo que hacía antes y ahí quedaba. La mirada que tenés sobre vos mismo es falsa. Uno tiene que bucear con un psicólogo, si no entrás en el ego. El alma es inmortal, el ego no. El ego no quiere que lo maten, entonces cuando vas hacia la luz, para sintetizar, muere el ego. ¿Estás pensando boludeces? Levantate y andá a correr. El momento presente es el que te salva».
Los años vienen con sabiduría y el bienestar es solo por hoy. De eso está convencida. Habla mucho, habla rápido, se le mezclan los recuerdos y se distrae. Entonces hace silencio, respira profundo y levanta la vista: «¿Qué hay ahí? Un pajarito lindo».