Fundaciones y agrupaciones civiles apuestan por el arte dramático para que personas con capacidades diferentes puedan expresarse y formar parte de un proyecto creativo. Este año se llevó a cabo el Primer Festival de Teatro y Discapacidad.
9 de agosto de 2017
Protagonistas. Los integrantes de La Banda Alegría interpretan Corazones en movimiento. (La Banda Alegría)Al menos una docena de grupos conforman una comunión que viene de lejos y que, cuanto más pasa el tiempo, mejor se consolida a los ojos de los espectadores no familiarizados con el tema. Sus protagonistas son asociaciones civiles y fundaciones sin fines de lucro (Discar, Fundación Artistas Discapacitados, Tobías), individuos y teatros escuelas. Con un aleatorio apoyo estatal, estos elencos están integrados en una mayor parte por artistas con capacidades diferentes, pero también por otros que ponen su experiencia sobre el escenario a puro golpe de osadía, talento y generosidad.
Algunos de estos colectivos surgieron a raíz de la experiencia directa de sus creadores. Tal es el caso de La Banda Alegría, grupo de la Escuela de Teatro Garzón-Lombardo, un proyecto integrador fundado por el actor Gustavo Garzón y su exmujer, la fallecida Alicia Zanca. Socia y amiga de ambos, la actriz, directora y docente Virginia Lombardo se puso al hombro el trabajo de impulsar, en abril pasado, la realización del Primer Festival Internacional de Teatro y Discapacidad. «Una cruzada difícil pero por demás interesante», afirma Lombardo.
La Banda Alegría es en verdad solo uno de los tres grupos que trabajan en la escuela: hay otros dos que se dedican a la comedia musical para personas con discapacidad intelectual. De esa mística derivó el espectáculo Corazones en movimiento, que fue presentado en el festival. Juan Laso, que en ese mismo marco encabezó Escuelita rural junto con el colectivo Sin Drama de Down, pone en duda que exista realmente «la» discapacidad. Y su postura es compartida por Héctor Presa, director de La arena y el agua, que fue interpretado por el grupo La Galera Inclusiva en el mismo encuentro.
Curar el alma
Según Lombardo, «la expresión, la ficción, el arte curan. Y en el caso de los chicos con discapacidad intelectual, esto tiene un caudal maravilloso. Hacer teatro con ellos genera resultados increíbles. Se aman, se adoran, están juntos: es toda una fiesta. Los días que voy a los grupos son un regalo para los sentidos y el alma. El mentor es Gustavo Garzón, que tiene sus dos hijos con síndrome de Down, Juan y Mariano», agrega.
Además de participar en el festival, La Banda Alegría también hace funciones solidarias: luego de pasar por el club River Plate, en la primavera tiene previsto presentarse en El Galpón de Guevara, con una combinación de danza aérea, acrobacia y plástica. «Los chicos son habilísimos, no tienen nada de miedo. Entonces disfrutan de coreografías notables, de una ternura y alegría descomunales», señala.
Lombardo destaca el rol de pioneros en el tema como la legendaria María Fux, creadora de la danzaterapia, lo mismo que el trabajo llevado adelante durante años por la actriz Ana María Giunta. El mismo espíritu de tomar con naturalidad una cuestión «tabú» alienta el contenido de la exitosa Mi hijo solo camina un poco más lento, reestrenada en Apacheta Sala Estudio, si bien en este caso la realidad se encuentra figurada.
También Adrián Lazz viene realizando, desde el año 1999, obras de esta naturaleza. Director artístico y teatral, fundador de Adisa (Artistas Discapacitados), se dedica a crear espectáculos como El juicio a los Beatles. Este año, la obra se presentó dentro de las actividades culturales del Programa de Integración del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. «Es un juicio en broma por haber cambiado la humanidad», explica Lazz. «Lo estamos haciendo desde hace tres años. Hay 13 actores en escena. Lo bueno es que la compañía alberga distintas discapacidades. El teatro es una herramienta importante para que la persona con discapacidad pueda expresarse e integrarse».