Cultura

Equilibrio precario

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Mientras celebra medio siglo de trayectoria, trabaja en teatro bajo la dirección de José María Muscari. La actriz repasa su carrera en la televisión y se detiene en ese éxito de los 90 que ––fue ¡Grande, pa! Vida austera, elecciones laborales y feminismo.

Mujer mayor. El personaje que Leal interpreta en la pieza Gente feliz.

María Leal habla de «la magia del teatro» y de cómo todavía la sigue asombrando, cuando está transitando los 50 años de una trayectoria variopinta y bien repartida entre las tablas, la televisión y «poquito cine», reconoce. «Me tienen encasillada, espero que los directores piensen en mí como intérprete sin ver mi currículum», desliza, crítica.
La actriz vuelve a trabajar con José María Muscari: es la cuarta obra que realiza bajo las órdenes del autor y director, luego de 8 mujeres, Casa Valentina y Falladas. Ahora redobla la apuesta en Gente feliz, en la que interpreta a una mujer «muy pero muy mayor»: madre del personaje de Patricia Palmer, abuela del de Cecilia Dopazo y bisabuela del de Laura Esquivel.
Leal se cortó el pelo, se tiñó, luce una máscara creíble y adquiere una postura corporal y una manera de caminar significativas para encarnar a Aurelia, una señora a la que su familia quiere enviar a un geriátrico, excepto su marido (Pepe Novoa), quien está dispuesto a cualquier sacrificio para seguir durmiendo a su lado.
«Si bien la obra toca muchos temas, como el amor, la convivencia, el sexo, la muerte y, por momentos, se torna dramática, es una comedia con la impronta de Muscari», describe Leal. Hace una pausa y, fiel a su manera de expresarse, tan gestual, exclama: «Tengo debilidad por Muscari, es un pequeño geniecillo, lo quiero, lo respeto, él me sacó del sarcófago, porque yo tenía poco trabajo», agradece.
Medio siglo de aquel debut en la pantalla de Canal 9 con su inocentón personaje en el teleteatro Simplemente María, y la actriz no lo puede creer. Cuando mira hacia atrás, se le disparan infinidad de diapositivas que la enorgullecen y no la ponen melancólica. «La pecosa; Alta comedia; Los siete pecados capitales; Atreverse; El conventillo de la paloma; ¡Grande, pa!; Gasoleros; Vulnerables; Resistiré; Socias; Viudas e hijos del Rock & Roll», enumera.
«Creo que fui una actriz digna: nunca me traicioné y pude construir un romance eterno con el público. Salvo dos programas en los que pude haber dicho que no, pero los hice igual porque estaba seriamente endeudada, todo lo demás fue con el mayor gusto», confiesa.
«Soy de rechazar propuestas, porque no suele interesarme lo que me ofrecen. Elijo de acuerdo con el libro, el director y el elenco, en ese orden. A esta altura, estoy grande, no trabajo con mala gente, con personas enroscadas y con mucho ego. Prefiero vivir con gracia, sencillez y austeridad, pero haciendo lo que creo y me gusta, bien rodeada y cuidada».

Máquina cruel
Sin pelos en la lengua, Leal no duda en afirmar que «la televisión es una trituradora, una máquina de picar carne. Y lo digo con conocimiento de causa, habiendo comido años gracias a la tele. Pero es cruel, no tiene contemplación. Te tira a la basura cuando no le servís».
¡Grande, pa! fue un hito y marcó un antes y un después en la TV de comienzos de los 90, llegando a un rating supersónico de 64 puntos. «Imaginate lo que significa un aplauso o un buen rating para un actor, para una actriz, que somos seres tan indefensos y sensibles, que trabajamos con la emoción. Estamos tan pegaditos al éxito y al fracaso que tenemos que convertirnos en equilibristas. A mí ¡Grande, pa! me cambió la vida, me dio una popularidad que jamás busqué ni tampoco me interesó tener, pero bienvenida fue, ya que pude vivir muy bien, sacarle provecho a ese éxito. ¿Qué enseñanza me dejó? A no creérmela, a saber que en este oficio una es un barquito y el remolino siempre está ahí nomás», reflexiona.
Feminista convencida, dice que ya tiene «cierta edad», por eso no está presente en todas las marchas. Hace una pausa y lanza: «No tengo dudas de que la agrupación Actrices Argentinas es la más importante que haya surgido en los últimos años. Respeto mucho a las actrices jóvenes que están tomando las riendas de este colectivo; solo les diría, desde mi experiencia de vida, que no se dejen llevar por la efervescencia, para que nadie se pase de la raya».

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