En tiempos de grandes cambios para la pantalla chica, los ciclos de preguntas y respuestas, juegos, pruebas y búsqueda de talentos se plantan con firmeza en las grillas de los canales de aire. Radiografía de un género que le hace frente al streaming.
27 de junio de 2018
Combate. En el programa de El Nueve, los participantes deben demostrar destrezas físicas.
Mucho se ha dicho en el último tiempo acerca de las dificultades que atraviesa la televisión abierta local a la hora de producir ficciones convocantes, como contrapartida del éxito de las plataformas de streaming, que supieron decodificar las necesidades y los hábitos propios de la era globalizada. Sin embargo, no todos son dolores de cabeza en términos de rating para los programadores de los canales de aire. Mientras que las telenovelas buscan adaptarse a la época actual para lograr mantenerse de pie en la grilla, hay un tipo de contenido que parece pisar tierra firme: el de los programas de concursos en todas sus variantes, que van de las preguntas y respuestas basadas en el ingenio y el conocimiento, a la destreza física y la búsqueda de talentos.
«Frente a la crisis de la ficción, en parte por la necesidad imperiosa de ganar audiencia, otros programas, que le dedican espacio al componente lúdico, gozan de bastante aire, en el sentido de que aún no encontraron rivalidad fuerte en otros soportes», analiza Sandra Commisso, periodista de espectáculos de Clarín. Los concursos televisivos conforman un grupo en gran medida estable, con presencia en casi todas las señales de TV abierta (La tribuna de Guido, Pasapalabra y Me gusta tu canción, en El Trece; Bake Off Argentina, en Telefe; ¿Quién sabe más de los famosos?, en América TV; y Combate y Mejor de noche, en El Nueve).
Para Juan Manuel Álvarez, productor de contenidos en Kuarzo Entertainment Argentina (Hombre al agua, Laten corazones), el buen desempeño del género tiene que ver sobre todo con dos cuestiones. En primer lugar, «hay un arraigo con lo lúdico. Es una de las pocas oportunidades que los televidentes tienen de ser parte de la tv, de lo contrario son espectadores, reciben el contenido de un programa con poco margen de interacción», sostiene. Por otro lado, «la participación de parte del público achica costos. Es decir, los participantes se anotan gratis», señala. «Hay un reconocimiento, aunque sea momentáneo, de estar en TV, que se puede explicar por la fascinación que despiertan las estrellas del espectáculo», añade.
Apuesta a lo conocido
Según Adrián Pallares, a cargo de la conducción de ¿Quién sabe más de los famosos?, «en épocas de crisis los programas de premios crecen en el interés de la gente. La idea de “salvarse” es una constante». Claudio Brusca, productor ejecutivo de La tribuna de Guido, relaciona los programas de concursos con los servicios de visionado online, por el hecho de que ambos acaban por priorizar, aunque de maneras muy distintas, los tiempos de quienes están del otro lado de la pantalla. «Resultan similares a las plataformas del estilo Netflix, en el sentido de que uno puede pasar algunos días sin ver el programa y, cuando lo vuelve a ver, la sensación de diversión la va a seguir encontrando», afirma.
A contramano de lo que ocurre con muchos productos audiovisuales que se proponen a sí mismos como inéditos, este tipo de ciclos apela al ámbito de lo conocido. Más allá de los diversos formatos y mecanismos en los juegos, la esencia permanece: como enumera Álvarez, la emotividad, la intriga, la idea de que ganar te va a cambiar la vida y, fundamentalmente, la empatía con la audiencia, siempre están. Lo que no quita que se tomen elementos de la actualidad. «Se juega mucho con la realidad: armamos preguntas y juegos que tienen que ver con lo que pasó hace media hora. Por otra parte, hace diez años era muy difícil que una pregunta fuera con un audio o con imágenes. Hoy todo eso se puede implementar», ejemplifica Brusca.
Tradicionalmente, los envíos de preguntas y respuestas que ponen a prueba el ingenio y el grado de cultura general, fueron conducidos por hombres, quedando las mujeres relegadas a cumplir «la función de la secretaria, y de atrayente de audiencia masculina», como puntualiza Álvarez; o bien a encabezar talk-shows y magazines, por su modo dialoguista, rasgo que le atribuyó la construcción de lo femenino. «En estos momentos de enorme cambio social, en el que las cuestiones de género y feminismo están tomando tanta relevancia, podríamos encontrarnos con un cambio sorpresivo en ese sentido, en cualquier momento», aventura Commisso. El tiempo dirá.