Además de los clásicos, nuevos escritores japoneses, chinos e incluso coreanos son cada vez más leídos en el país gracias a las traducciones de varias editoriales independientes. La seducción de los autores orientales va desde Borges hasta el presente.
13 de junio de 2018
Ilustración: Hugo HoritaLa literatura oriental ha fascinado a los argentinos desde siempre, y grandes escritores, como Adolfo Bioy Casares o Jorge Luis Borges, se han visto influidos por la belleza de su exotismo: El jardín de los senderos que se bifurcan o La muralla y los libros son claros ejemplos. Lo mismo que el interés que mostraba el autor de El Aleph por las leyendas y la filosofía chinas, o por la cultura y la lengua japonesas, sobre las que trató de profundizar con la ayuda de su esposa, María Kodama. Incluso es bien conocido el amor de Borges por los haikus –una forma de poema breve–, algunos de los cuales publicó en su libro La cifra, luego de su primer viaje a Japón en 1979 («Callan las cuerdas. /La música sabía /lo que yo siento»). Para la profesora en Letras y traductora Amalia Sato, «el haiku es otro fenómeno de la modernidad que se difundió al mismo tiempo que en Occidente se experimentaba con la brevedad y lo caligráfico».
Más allá de Borges, la literatura japonesa irrumpió con fuerza en nuestro país con las primeras traducciones en español de los libros de Yasunari Kawabata (en especial, después de que ganara el Nobel en 1968) y de su discípulo Yukio Mishima. Luego vendrían reediciones de clásicos, como Junichiro Tanizaki, Natsume Soseki, Kobo Abe o Kenzaburo Oé (otro Nobel), y décadas después, comenzaría el furor, justificado, por Haruki Murakami.
Según señala Sato a Acción, «además de estos nombres tan prestigiosos, recomiendo a Banana Yoshimoto sobre todo su novela breve Kitchen, entre los contemporáneos; y a algunos de los que tuve el honor de traducir, como Mori Ogai con su antología En construcción y su visión de un Japón en modernización acelerada con anticipos de crisis cumplidas; o Ihara Saikaku, recientemente reeditado por Interzona, con sus relatos sobre historias de amor entre varones llenas de peripecias en el siglo XVII». Y agrega la editora de la revista Tokonoma: «También Higuchi Ichiyo, la joven que, prematuramente fallecida a los 24 años, vio con tanta claridad la condición de las mujeres, o Natsume Soseki, un autor de la era Meiji, afectado por los cambios de época que tendrían sus enormes costos en su psiquis, están entre mis preferidos».
Punto de partida
El país más poblado del mundo también cuenta en Argentina con miles de interesados en su producción literaria. A comienzos de este año, una de las editoriales más importantes del gigante asiático, China Intercontinental Press (CIP), y la Casa de la Cultura China de la Universidad de Congreso inauguraron en su sede de la avenida Callao (CABA) la iniciativa That’s China Bookshelf, un espacio físico y virtual para que los lectores argentinos puedan acceder a la literatura china de todos los tiempos en cuidadas ediciones en castellano. CIP ha comercializado libros en más de 200 países y tiene un fondo editorial que supera los 3.000 títulos en unos 20 idiomas.
Esta primera librería especializada comprende también obras de escritores actuales. Aunque en Argentina hay ya algunas pequeñas editoriales que se han aventurado a traducir del chino mandarín, el mercado en buena medida depende de las traducciones que se hacen y envían desde la propia China.
Para Juan Manuel Cortelletti, consejero cultural de la Embajada Argentina en China, los escritores contemporáneos de ese país traducidos al castellano «son pocos en términos porcentuales. En los últimos años se han publicado El invisible, de Ge Fei; y Una pizca de maldad, de Ah Yi. Hay que mencionar también los 100 poemas chinos contemporáneos y un volumen que se llama Después de Mao, narrativa china actual, ambos traducidos por Miguel Ángel Petrecca. Esta obra incluye relatos de Ah Yi, Sheng Keyi y Wei Wei, entre otros –comenta el funcionario a Acción–. Tuve la oportunidad de conocer personalmente a algunos de ellos, son personajes muy interesantes, apasionados por lo que hacen. Es notable que casi todos son fanáticos de Borges. Por supuesto hay que destacar al premio Nobel, Mo Yan, y a un escritor muy conocido en China que se llama Ma Jia».
La producción literaria china actual, en directa relación con lo populoso de su población (1.400 millones de habitantes), es verdaderamente profusa, sin embargo, lo que llega a Hispanoamérica es mínimo, pero, según Cortelletti, «con una tendencia creciente gracias al apoyo del gobierno chino y a la existencia de editores y traductores comprometidos y especializados. Es decir, el punto de partida es bajo, pero las publicaciones aumentan. Editoriales como Adriana Hidalgo en la Argentina están haciendo mucho por dar a conocer la literatura china en el país».
También, la literatura coreana se va abriendo espacio entre los lectores argentinos de la mano de algunos editores audaces, como Miguel Balaguer, director de Bajo la Luna: «La primera traducción a una lengua occidental de La vegetariana, de Han Kang, fue publicada por nosotros en Argentina, en 2012. Posiblemente, esta autora sea hoy, después de haber recibido el Premio Man Booker International en 2016, el fenómeno literario internacional más trascendente de Corea del Sur. Otros autores importantes que han circulado en nuestro medio son Kim Young-ha, Bae Suah y los poetas Mu-san Baek, Hwang Yi-hoo y Choi Seung-ho».
Según comenta Balaguer a Acción, «existe en Corea del Sur una tradición literaria de vertiente testimonial, que produce ficción y también no ficción, que refleja tanto la problemática de la división de las dos Coreas como los abusos políticos que sufrieron durante todo el siglo XX. En especial, se ve en escritores y escritoras de más de 50 años, que son los que vivieron en persona los horrores de la guerra de Corea y de las dictaduras posteriores, que terminaron recién en 1987 después de varias revueltas sangrientas. Pero no solo ellos continúan con esta tradición, también los más jóvenes suelen abordar estas temáticas».
Por otra parte, la cuestión de la distribución, y lo que las grandes editoriales de habla hispana deciden traducir y lo que no, no es un tema menor (ver recuadro). Para Sato, «en cuanto a autores contemporáneos, hay un enorme atraso en las traducciones, lo que lleva a desconocer los temas que son de interés para la sociedad japonesa actual». Balaguer, en tanto, señala: «Corea desarrolla una política de Estado bastante exitosa a través de su Ministerio de Relaciones Exteriores para dar a conocer todos los aspectos de la cultura contemporánea. Muchas obras han sido traducidas al español en España, México y Argentina. Sin embargo, no todo ha llegado a nuestras costas dada la problemática de la circulación de los libros». Aun así, con su sortilegio, la literatura ha logrado como ningún otro arte que aquel Oriente Lejano nos quede siempre un poco más próximo.