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Con su novela Que de lejos parecen moscas, logró ser publicado por un sello de los grandes y fue reconocido a nivel internacional. El escritor, que también es trabajador del subte, reflexiona sobre aspectos de su literatura y también de política.


Oficios terrestres. Ferrari publicará a fin de año una nueva novela en España. (Jorge Aloy)

Como tantos otros, Kike Ferrari es un escritor que, además de escribir, debe dedicarse a otra cosa para completar sus ingresos: es trabajador del subterráneo de Buenos Aires. Lo curioso es que esta circunstancia contribuyó, en alguna medida, a que su figura trascendiera el underground literario nacional.
Sin embargo, no cabe duda de que es su vertiginosa y atrapante escritura lo que ha llevado a que una prestigiosa editorial española se interesara por su obra. El sello Alfaguara acaba de publicar Que de lejos parecen moscas –una novela que ya había tenido otras ediciones–, que le ha permitido a Ferrari lograr un acelerado ascenso a primera división. Haciendo una pausa en su trabajo en la línea B, el autor accedió a charlar con Acción sobre este título, su próximo libro, política y literatura.
Ante la pregunta de si le molesta que en las entrevistas se denote que es un trabajador del subte, el escritor dice que no, que es «un personaje que me vino bien. Que a alguien le haya parecido raro esto, que a mí me parece tan normal, me sirvió mucho, me puso en mapa», comenta. «Me permite decir que los trabajadores escribimos y la escritura es un trabajo, y que a los laburantes nos toca un rol, le guste o no al sistema, que no siempre tiene que ver con ser espectadores sino con producir cultura».

Ficción y realidad
Que de lejos parecen moscas es la historia de un empresario exitoso y adinerado –el señor Machi– que un día cualquiera se encuentra con el cadáver de un hombre en el baúl de su auto. Alguien le ha plantado un muerto y se ve forzado a deshacerse del cuerpo como sea, con lo cual comienza un desesperado deambular por barrios del Conurbano en busca de un sitio apropiado donde dejarlo sin testigos que lo incriminen, ya que muchos de los negocios del señor Machi rozan peligrosamente con la ilegalidad.
La novela había salido por primera vez en 2011, en una editorial pequeña de España y, al año siguiente, logró un premio en Gijón. Luego se publicó en sellos independientes de Francia, México y Argentina y comenzó a tener una importante repercusión mediática. Fue recién entonces que los grandes sellos repararon en la obra, tan original como meticulosamente trabajada, del autor argentino, y decidieron publicarlo.
El protagonista, el señor Machi, es el típico hombre de capas medias que consigue insertarse en una clase superior, lugar desde el cual desprecia y vitupera tanto a quienes están por debajo como por encima de él. Ferrari recuerda que escribió «la novela en 2009 y hoy cobró mucha actualidad. En buena medida estaba narrando el menemato, que es la década trágica de mi generación. Hoy, con este gobierno –cuyos funcionarios se parecen tanto a Machi, solo que con más poder y dinero–, se reactualizó».
Ferrari también colabora en revistas literarias y ha publicado otras novelas (Operación Bukowski y Lo que no fue), crónicas (Un mundo negro) y un libro de cuentos (Nadie es inocente): «Creo que soy mejor cuentista que novelista. Soy más eficaz. Lo sé hacer mejor. Con la novela, un género más difícil, siempre estoy aprendiendo. Tiene menos reglas y, como tiene menos límites, es más difícil de asir», reflexiona.
Ferrari reconoce que, pese al éxito, ya no tiene una rutina para la creación. «Desde que nacieron mis dos hijos más chicos, ya no pude. Antes escribía los fines de semana a la mañana y el resto de la semana cuando tenía tiempo, pero en esa época laburaba de lunes a viernes y tenía una sola hija. Hoy voy escribiendo cuando puedo».
Pese a todo, ya tiene terminada otra novela que será publicada a fin de año aquí y en España. «Es un tipo que viaja en el tiempo, hacia atrás, para matar a otro por encargo. No sé si es una novela policial o de ciencia ficción, no hay algo definido. Hay tiros, hay gente que muere. Yo vengo escribiendo género negro, entonces, probablemente, sea leída así, pero mucho no me importa».

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