Con el ocaso del reinado del CD y la multiplicación de las plataformas de música, el formato fue ganando cada vez más terreno hasta desplazar a la idea de álbum como unidad de medida creativa. Libertades y límites del escenario actual.
29 de julio de 2020
(Patricio Oliver)Revistas y sitios especializados anuncian que fulano lanzó su «nuevo single». Los músicos, parece, ya no graban álbumes. Hoy el formato que reina es el viejo y ¿querido? single. El fenómeno no es estrictamente nuevo. Reapareció a comienzos de siglo con el MP3 y las plataformas de intercambio de archivos entre usuarios. Después de pelear durante más de una década, la industria discográfica lo puso en caja y lo capitalizó. Ahora los oyentes pueden acceder a las canciones vía Spotify, Apple Music, YouTube, Deezer o Bandcamp. Y de manera gratuita, o casi. Incluso pueden armar sus propios compilados o, en los términos actuales, «playlists».
Escuchar discos enteros se ha convertido, al parecer, en un consumo marginal. Tanto que cuando las plataformas sueltan estadísticas sobre la actividad de sus usuarios, nunca se refieren a álbumes sino solo a temas sueltos. Gracias al uso de metadata, Spotify puede identificar qué piezas reproducen sus usuarios en cada momento del día. Con la cuarentena, en Argentina se dispararon los compilados de temática «creativa», informan desde la compañía. Ahí domina «Te pintaron pajaritos», de Andy Rivera, Yandar & Yostin. Casi la mitad de estas selecciones (un 47%) fue realizada por jóvenes de 18 a 29 años. Se trata, de todas formas, de un fenómeno global: en la misma plataforma se crearon más de 940.000 listas de reproducción con el ítem «limpiar la casa».
¿Qué implicancias tiene lo anterior para los músicos? El premiado productor Pelu Romero advierte que la clave es que «artistas y productores hagamos de esto una herramienta de trabajo, que el formato no nos determine a hacer tantos minutos de música». Romero compara el escenario actual con el reinado del CD, que se extendió durante dos décadas. «Era muy caro hacer un CD entero por un único tema y el single, omnipresente durante décadas, cayó en desuso. Pero volvió: su regreso supone una libertad creativa», dice. En la práctica, hacerlo como anticipo de un álbum sirve para que un grupo o solista conocido pueda mantenerse visible. En cambio, los nuevos artistas tienen que tener paciencia: la escucha de un tema inédito por el usuario promedio rara vez supera los 22 segundos, explica el productor.
Abrir el panorama
Para el periodista especializado en música popular Gabriel Plaza, «los jóvenes consumen el single como una obra en sí misma. Los que terminaron de empujar ese modelo fueron los seguidores del trap, que hicieron de eso una forma de mostrar su arte y modelar su propia carrera». Esta forma de consumo, observa Plaza, también implica la aparición de «un gusto bastante ecléctico». Quizás por eso las canciones con artistas invitados (el famoso «featuring» o, en criollo, «con la participación de») son tan frecuentes. «Esa selección de músicas, que antes hacíamos en casete, hoy la hacen en una plataforma, pero es la misma manera de abrir el panorama».
En lo creativo, para Plaza el fenómeno permite experimentar. «Si un single no funciona, el artista sabe que después puede subir otro. Antes una canción tenía que ser exitosa, si no era un fracaso para el músico y para el sello. Hoy ya no es así», evalúa. «Esa libertad habla de un espíritu creativo súper interesante, una búsqueda de generar algo propio», agrega.
En el caso puntual de la Argentina, Romero ve posibilidades estimulantes, pero también advierte que la búsqueda estética debe apuntar a lo genuino. «Las multinacionales no producen acá, la independiente es música de nicho y una de las ventajas de lo digital es que podés trabajar directamente para tu público», dice el productor. «Cuando querés ser “internacional”, del otro lado del clic está Ricky Martin y competís contra un tipo con años de carrera y miles de dólares en marketing. ¿Cómo te vas a meter ahí? No tiene sentido. Tenés que hacer tu propia música».