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Sueños posibles

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En medio de la incertidumbre personal y laboral, la actriz rescata la importancia del humor para enfrentar la realidad. Los pasos destacados de su trayectoria en el cine, el teatro y la televisión. La fantasía de ser dirigida por Pedro Almodóvar.

Ayer nomás. La intérprete actuaba en Paraanormales y rodaba Chau Buenos Aires. (Prensa)

No sé qué va a ser de mí. Trato de mirar para adelante, de ver a mi alrededor y de entender que esto es algo que va más allá de la esfera actoral. El mapa mundial ha cambiado y la Argentina será otro país después de la pandemia», afirma Marina Bellati. Siempre divertida y simpática, ahora suena lúgubre, apagada. «Estaba filmando una película cuyo rodaje se interrumpió. Y nadie sabe si se retomará. También protagonizaba una obra en la avenida Corrientes, que funcionaba bien, pero hoy ni un adivino podría pronosticar algo», completa.
Como sea, el humor forma parte de la naturaleza de la actriz. «Aún en momentos de incertidumbre personal y laboral como estos, me da una mano, porque de lo contrario no sabría qué hacer», señala. «Hoy reírse cotiza en bolsa y yo siempre fui una mujer que ha apostado al humor no solo para vivir en la actuación, sino también para andar por la vida. Es una herramienta que protege y fortalece, como siempre digo: soy mi mejor chiste».
Hasta el inicio de la cuarentena, Bellati se lucía en Paraanormales, la obra de Matías del Federico que dirige Daniel Veronese en el Multiteatro. «Me encantaría volver pronto, es una comedia de humor negro que describe una reunión de padres de un colegio privado, en la que se pide la exclusión de un alumno con síndrome de Asperger. Esos padres son un botón de muestra de lo que somos como sociedad: lo diferente nos aterroriza y entramos en pánico. Carecemos de empatía, nos cuesta ponernos en el lugar del otro».

Camino ascendente
Bellati fue construyendo su popularidad de a poco, con ciclos televisivos como Malparida, Solamente vos, Loco por vos y 100 días para enamorarse. «El tema de la popularidad es algo que muchas veces hablé en terapia. Siempre preferí el anonimato, la libertad de acción, a ser una posible rehén de lo que se genera en el otro», reflexiona. «Me deja tranquila el hecho de saber que a otras actrices que admiro, como Érica Rivas, Valeria Bertucelli o Paola Barrientos, les sucede algo parecido».
Habitualmente, a la intérprete se la puede ver acompañando a los protagonistas de turno: fue la hermana de Adrián Suar en la película Me casé con un boludo, la amiga leal de Julieta Zylberberg en Loco por vos y la confidente de Laurita Fernández en Inconvivencia. «Es un rol que me sienta cómodo, trato de no elegirlo siempre para no aburrirme ni aburrir, pero tampoco me puedo dar el lujo de rechazar propuestas, menos en la situación en la que está el país y, sobre todo, la televisión».
Sin pantalla chica en el horizonte cercano, la actriz encuentra su lugar en el cine. En los últimos tiempos trabajó en Betibú, Las insoladas, Sin hijos, Me casé con un boludo, All Inclusive, Los adoptantes. Y justo antes del parate obligado, se encontraba rodando Chau Buenos Aires, de Germán Krall, una historia ambientada en la crisis argentina de 2001. Allí interpreta a una taxista «que pelea para que no la devoren los gusanos». «El cine me encanta y me siento tenida en cuenta, pero es algo que me lleva entre seis y ocho semanas por año. Por eso hay que agarrar todo lo que venga», explica.
En su agenda laboral se acercaba un estreno en el teatro Cervantes de la mano de la directora Mariana Chaud, que fue suspendido. Aunque sueña con volver a pisar un escenario, admite que «hoy es algo quimérico». De todos modos, si de dejarse llevar por la fantasía se trata, la «número uno» de su lista, la que la desvela, «es poder al menos hacer un cameo en alguna película de Almodóvar, el cineasta que más admiro. Me apasiona su sensibilidad y ese universo tan inconfundible. No es imposible, no sé si será una utopía, pero no bajo los brazos. Mi representante, que es español, sabe que sería inmensamente feliz teniendo esa oportunidad».

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