Con el estallido de la pandemia, destacados ensayistas, filósofos, escritores y cineastas compartieron sus primeras impresiones a través de las redes sociales y otras plataformas. Ideas frescas e inquietantes que ya alimentan nuevos libros.
29 de abril de 2020
Cambios. El escenario inestable que plantea el COVID-19 interpela a los intelectuales. (Kala Moreno Parra)El estado de shock en que sumerge al mundo la pandemia de COVID-19 no deja fuera al ámbito de la cultura. En Argentina, como en el resto del mundo, las industrias culturales sufren un shutdown: no hay teatros, impresión de libros, estrenos de películas, conciertos ni muestras de arte en museos o galerías. El mundo real se comprimió a la existencia virtual y poco redituable, dentro de los límites de las pantallas. En tiempos de cuarentena y aislamiento, los que comenzaron a delatar este estado de situación fueron pensadores y filósofos que desde distintas plataformas formalizaron las secreciones de sus pensamientos: un extenso abanico que va de la esperanza a la conspiración. Los más curiosos pudieron leerlos aquí y allá propagándose a una velocidad menor que la del virus, pero tratando de estar a la altura de su amenaza no solo a la salud, sino también en el ámbito social, político y económico.
Sopa de Wuhan es el libro creado por el sello Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO). La iniciativa editorial de Pablo Amadeo –profesor de Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Plata– reunió a quince pensadores: Giorgio Agamben, Slavoj Zizek, Jean Luc Nancy, Franco Berardi, Santiago López Petit, Judith Butler, Alain Badiou, David Harvey, Byung-Chul Han, Raúl Zibechi, María Galindo, Markus Gabriel, Gustavo Yáñez González, Patricia Manrique y Paul B. Preciado. El libro se puede descargar gratuitamente en el sitio de periodismo independiente El Extremo Sur.
«Hay un conjunto de informaciones que tenemos que procesar, debatir, tamizar. Ellas contribuyen casi siempre al desarrollo de una infodemia y, por lo tanto, a la paranoia», explica Amadeo. «Esta situación de suspensión a la que nos vemos sometidos globalmente, la crisis económica que amanece en todo el planeta, es una oportunidad para repensarnos, para interrogarnos sobre el sistema social que reproducimos diariamente, sobre lo que estamos en condiciones de transformar y de cuáles son las herramientas que tenemos para hacerlo. Es absolutamente necesario pasar a otro nivel, profundizar, complejizar las formas de mirar el mundo y las relaciones que construimos y nos constituyen. Desconfío que encontremos líneas de acción mirando el noticiero. Hay que realizar otras lecturas y, sobre todo, trabajar colectivamente sobre esas lecturas». Actualmente, ASPO elaboró un segundo libro, pero de pensadores argentinos, titulado La Fiebre.
Ahora y después
No son pocos los actores del mundo de la cultura que encuentran la materia prima del trabajo intelectual en este particular momento. En la pagina del CCK, en el área Pensamiento, ya se pueden encontrar los diarios y ficciones creados en tiempo real por un puñado de escritores. Entre ellos se encuentra Mariana Enríquez, quien confiesa que en este escenario no esta produciendo literatura. Ella, que es la principal referente del género del terror en nuestras letras, asegura que «esto que estamos viviendo es el terror. Ahora solo escribo textos por encargo para Página/12 y para el CCK. A mí me cuesta mucho pensar en el después de la pandemia en general: desde lo personal y, por supuesto, desde lo artístico o de producción de contenido. En este contexto, no me parece demasiado importante porque estoy en shock y creo que los relatos y las producciones responden de una manera a la urgencia, pero también tienen condiciones materiales que, en el futuro, no se me ocurre cómo se podrían implementar. Creo que los artistas y productores también son trabajadores que en este contexto se ven afectados como tantos más. Me da miedo todo lo que pasa y sobre todo la inminencia. No puedo pensar en el después porque primero hay que pasar este presente, que se hace muy largo».
Por su parte, la escritora Claudia Aboaf, autora de Pichonas y El rey del agua, cuenta que «hace años que escribo acerca del desastre biopolítico. Irritamos al planeta hasta transformarlo en un “mal lugar”. Mis distopías aceleran apenas las prospectivas, pero los últimos estallidos de eventos estresantes dejaron atrás a los narradores futuristas o los estacionaron en el presente. Ahora tomo nota del distanciamiento social, una coreografía macabra, espejo de todas las relaciones frustradas: con los progenitores, los hijos, las parejas, con las especies, con la tecnología. Escribo y me pregunto: ¿se debilita el eros del ser humano en el mundo por su fracaso? Reservo algún párrafo para la utopía».
El director de cine Fernando Spinner, que en 1998 estrenó la premonitoria película La sonámbula, con guion de Ricardo Piglia (para la que hicieron una promoción callejera usando máscaras antigas, algo más tecno que los barbijos obligatorios de estos días), se encuentra hoy increíblemente editando vía Zoom, Facetime y Skype su última obra, Inmortal. «Es una historia en la que, en una dimensión paralela, existe una Buenos Aires sin gente, solo habitada por algunos pocos que, antes de morir, pudieron pagar el costoso acceso a esa ciudad donde serán inmortales. Cuando Inmortal esté lista para ser estrenada, ¿existirán los cines como hasta ahora, en manos de las grandes corporaciones que siempre estuvieron negadas al cine independiente argentino? ¿O esas cadenas de salas, ya abandonadas, serán templos de nuestra resistencia cultural, donde mantendremos viva una parte de nuestra historia?», plantea.
El realizador Alejandro Agresti, por su parte, es algo más irónico. «Anticipo lo que se viene: el cine mono o estéreo de dos ambientes, o peculiar de tres, o pelis grandes de cuatro con dependencia servicial, o súper producciones made in country clubs», bromea.
Avalancha de textos
El poeta y maestro de escritores Santiago Llach lanzó en plena pandemia una suerte de concurso llamado «Mundial de escritura». Y, casi en paralelo, Matías Reck, el editor del sello Milena Caserola, convocó a un concurso cuya temática gira en torno al aislamiento. Tanto en uno como en otro se recibió una avalancha de textos.
«En el Mundial de escritura se anotaron 2.800 personas, de las cuales 2.300 se mantuvieron escribiendo durante las dos semanas de la primera etapa, que terminaron el lunes 5 de abril», amplía Llach. «El objetivo de la competencia es alentar el hábito de escritura diaria y consiste en escribir 3.000 caracteres o más cada día. Si un participante falla, perjudica a su equipo, con lo cual hay un fuerte incentivo a cumplir. Luego vino la segunda etapa, de edición y evaluación. Cada equipo eligió y editó un texto de uno de sus miembros. Más de 230 equipos mandaron su texto. En este momento los está evaluando un jurado de preselección de editores, escritores y periodistas, que seleccionará a los 10 mejores», completa.
A su turno, Reck va más allá de lo meramente fáctico. «Me interesa algo que retrate el detenimiento en la producción mundial, la escasa circulación de aviones, el límite que puso el virus al poder hacer todo lo que queremos que nos vende la ilusión del capital. Va a ser difícil contar una historia que pueda igualar esta cuarentena global que ningún internacionalista jamás imaginó», profundiza. «Desde la editorial inventamos un concurso en el que todos ganan, los 15 textos que elijan los jurados se publican en papel y el resto, casi 500 textos, en digital. Principalmente, el concurso está ligado con la salud mental, a poder escribir para no enloquecer entre cuatro paredes durante dos meses
o más».
Curadora de la última Bienal de Venecia y directora del Parque de la Memoria, Florencia Battiti considera que en el mundo de las artes visuales «el aislamiento nos puso frente a las pantallas más que nunca, solo para comprobar que no podía ni podrá sustituir los espacios de encuentro real. El arte es una experiencia que apela a la realidad a partir de todos nuestros sentidos, pero ¿qué pasa cuando solo podemos acceder a la experiencia estética a través de las redes? ¿Sigue siendo una experiencia estética o se convierte en entretenimiento? ¿A qué exactamente le puso un paréntesis la pandemia? ¿Al arte o al mundo del arte?».