Mientras la crisis se refleja en la taquilla, las obras que apuestan al humor alcanzan un lugar de privilegio entre el público. Actores, directores y productores explican por qué el género funciona como un antídoto para sobrellevar el bajón de la sociedad.
25 de septiembre de 2019
Risas en escena. Cabaret, con Florencia Peña y Mike Amigorena; Departamento de soltero, con Cabré y Fernández; El equilibrista, con Dayub.
El circuito comercial, prácticamente en masa, se volcó a la comedia, porque en término de costos es más accesible a la hora de producir y, en los planteos, propone una liviandad tal vez más bienvenida en estos tiempos que un teatro dramático con contenido. Si bien en la actualidad es muy notoria su presencia, esta tendencia arrancó en la década del 90, porque la gente empezó a sentirse más identificada», analiza Carlos Rottemberg, el productor más importante de la avenida Corrientes, responsable de varios éxitos del rubro como ¿Qué hacemos con Walter?, Carcajada salvaje y La mujer de al lado.
Vedette de esta temporada de vacas flacas y bolsillos agujereados, este tipo de obras es el preferido del público argentino. Si se toman en cuenta los datos de julio de la Asociación de Empresarios Teatrales (AADET), la más vista es Una semana nada más, protagonizada por Nicolás Vázquez. Le siguen el musical Cabaret, con Florencia Peña y Mike Amigorena; Moldavsky, el candidato; La verdad, con Juan Minujín; Departamento de soltero, con Nicolás Cabré y Laurita Fernández; Carcajada salvaje, con Verónica Llinás y Eduardo Barassi; ¿Qué hacemos con Walter? Todas pertenecen al género; hasta el musical tiene un dejo singular de comicidad.
Lino Patalano se muestra sorprendido por la variedad de comedias «de altísima calidad» que se exhiben en la cartelera, «dueñas de un lenguaje distinto, con situaciones antológicas, con escenografías cautivantes, con adaptaciones a estos tiempos y con elencos muy atractivos, que invitan a la gente a verlas». El amo y señor del teatro Maipo cree que de ninguna manera «se ha menospreciado al género, ocurre que durante muchos años se hicieron obras con elencos de cuarta, que las hacían de taquito. Pero Buenos Aires ha sido históricamente una ciudad de teatro de comedia».
El género es, sin lugar a dudas, una vía de escape en tiempos difíciles. Y José María Muscari también lo siente de esa manera. «Es un momento en el que la gente tiene mucha necesidad de reírse. Cuando el público compra una entrada, tiene la necesidad de drenar lo que sucede en su vida cotidiana, y qué mejor que la comedia para logar ese efecto», señala el director y actor.
La palabra justa
Julieta Díaz apunta que se trata de «un género sustancioso, tan trascendente como el drama, aunque es clave el libro, la palabra justa, el timing, dar en la tecla. Soy de las que piensan que con humor se pueden decir cosas más profundas o meter información más fácilmente que con el drama: uno es más permeable a eso. Creo que en la vida el humor sirve para hablar de un montón de cosas, sino cómo explicamos la actual cartelera».
Atravesando un año inmejorable, Nico Vázquez le asegura a Acción que no esperaba que a Una semana nada más le fuera tan bien. «Hay buenas comedias en el teatro comercial y en el independiente también, creo que es hora de dejar de menospreciarla y que el teatro pierda cierta solemnidad. Entiendo que las lágrimas y la emoción garpan más, pero por qué desestimar y desautorizar cuando uno desde el escenario hace reír y la platea se viene abajo. ¿Por qué hacer reír es grasa y no es prestigioso?», se pregunta algo molesto.
Interesado por el tema, el popular actor y novato productor está convencido de que «la risa ayuda a atravesar momentos sociales y personales difíciles. Que hoy las carteleras de las principales plazas estén encabezadas por comedia es un síntoma muy claro: la gente busca entretenerse, olvidarse por un rato de los problemas cotidianos», explica.
Vida conyugal. Las parejas integradas por Vázquez y Vigna; Aruzzi y Minujín.
Autora y directora de La Pilarcita, pieza destacada del circuito off, María Marull afirma que «el humor siempre es algo que la gente persigue, aun a veces sin saberlo. Históricamente, en todos los circuitos teatrales, cuando una obra dramática tiene humor es cuando mejor funciona. Si la gente elige las comedias, es porque funcionan bien. Seguramente haya varios ingredientes que debe tener el material: el humor es uno, sin dudas, pero no sé si el único».
«El público se inclinó notoriamente por las comedias en la última década», apunta Mauricio Dayub. «Al punto de que llegó a pensarse que a los dramas había que guardarlos por un tiempo o había que encontrarles un punto de vista humorístico porque, de lo contrario, se lo buscaba el director, se los encontraba el público y sonreía en momentos en los que nadie se lo imaginaba», reflexiona el actor, que fue uno de los puntales del último gran éxito en la materia: Toc toc.
Fórmula antipálidas
La mala onda en el ánimo social provoca que los espectadores elijan la comedia en forma casi unánime. «Me tengo que remitir a la obra que estoy haciendo, El equilibrista. Lo que más advierto es que mucha gente ya no solo está necesitando pasar un buen momento, también hay una gran necesidad de sentir y que la emoción saque a volar el corazón. El teatro que divierte y entretiene se hace necesario en la sociedad; cuando además logra emocionar, nos acerca, por un momento, a la felicidad», concluye Dayub.
Juan Minujín cuenta que «a la salida del teatro la gente nos agradece este rato de alivio que le damos. Y eso me permitió entender lo importante de hacer una buena comedia, porque puede generar ese efecto». Para el protagonista de La verdad, «si es una comedia inteligente, donde se habla de una persona inescrupulosa, un mentiroso serial, pero curiosamente querible, mucho mejor. En estos tiempos no muchas cosas hacen reír, pero debo reconocer que ha sido una pegada la impunidad fresca de mi personaje».
Preocupado por el presente del teatro, Rottemberg prefiere no hablar de «boom» ni de «fenómeno», porque tiene en sus manos números que ilustran el «derrumbe de la venta de entradas». «El público elige la comedia porque es lo que predomina en el abanico de propuestas de la cartelera comercial. Pero está claro que la gente está urgida de reírse, el espíritu del espectador va detrás de esta necesidad en época de crisis».
Sin embargo, desde las entrañas de la actividad piensan que la comedia funcionará mejor que cualquier otro género. «De hecho, me ocurre a mí cuando le acerco un proyecto a un productor comercial: casi siempre trato de que sea una comedia, porque de lo contrario pienso que me van a rechazar la propuesta. He tenido excepciones, como La casa de Bernarda Alba, pero soy un director de éxitos de comedia», se autodefine Muscari, el hacedor de En la cama, Ocho mujeres, Casa Valentina y Extinguidas.
Patalano es un ferviente creyente en el público argentino, «un hermoso bicho teatrero por excelencia, que se refugia en el teatro para evitar que las bombas los maten en la calle», se ríe, trazando un paralelismo con lo que ocurría en Londres durante la Segunda Guerra Mundial, cuando «los teatros estaban llenos y de fondo se escuchaban las explosiones. Acá no hay bombas, pero las pálidas que llegan del mundo de la política y la economía hacen que la gente busque como sea salir de la realidad y poner la cabeza en remojo».
«A veces se menosprecia a la comedia, pero es por ignorancia. Es mucho más fácil hacer llorar que reír: se requiere de mucha inteligencia y sensibilidad para hacer reír», advierte Marull. Julieta Díaz completa: «Cualquier buena comedia lo es gracias al drama que la sostiene, porque es ese contraste el que nos permite la risa. Sin el drama de fondo el humor se reduce a chistes u ocurrencias hilvanadas entre sí y eso, creo yo, empobrece».