La tradicional frontera entre el bien y el mal queda desdibujada con la irrupción de personajes que revelan nuevos matices a la hora de cometer los peores crímenes y pecados. A días del estreno de Guasón, un repaso de los ejemplares más destacados.
11 de septiembre de 2019
Lágrimas. Phoenix compone a un Guasón atribulado, que sufre el maltrato social.Desde sus inicios, la cultura de masas encontró en el villano un personaje digno de veneración, ya sea en el melodrama literario o en el cine de terror, entre otras expresiones artísticas. A través de sus acciones, los malvados forjaron un espacio en la memoria colectiva que, en muchos casos, los convirtió en personajes icónicos. El cine resultó un medio productivo para instalar desde los exponentes más monstruosos hasta los más sofisticados: Drácula, Freddy Krueger, Darth Vader y Hannibal Lecter, entre muchos otros, además de las contrafiguras de las sagas de superhéroes o de las aventuras de James Bond, que encontró a su paso a algunas de las villanas más sensuales del séptimo arte.
En cuanto a su etimología, la palabra proviene del latín «villanus», que significa campesino: alguien que subsiste gracias al trabajo con la tierra. Desde la concepción de la antigüedad, el villano, el pobre, era proclive a cierta tendencia hacia el mal. De manera prejuiciosa, la búsqueda del ascenso social era imaginada solo a través de acciones espurias. Hoy en día se mantiene el carácter disruptivo de su figura, que designa a personas que, a través de la maldad, se permiten accionar de forma más directa o audaz que aquellos que eligen no salirse del «buen camino».
Aunque sus rastros atraviesan desde la mitología griega hasta los videojuegos, el cine ostenta un mayor dinamismo en la construcción modélica del villano. Si tomamos el caso del Guasón, por la pantalla desfilaron distintos actores que ofrecieron variaciones alrededor del mismo personaje: la euforia pop de César Romero (visto además en la serie televisiva de los 60), el histrionismo siniestro de Jack Nicholson, el frenesí que le dio el Oscar póstumo a Heath Ledger y el menos comprensible Joker de Jared Leto. El payaso delincuente más famoso del mundo supo ganar cada vez más adeptos, que cayeron rendidos ante su maléfica impunidad.
En unos días más llegará a las salas el Guasón interpretado por Joaquin Phoenix. Dirigida por Todd Phillips (conocido por la trilogía ¿Qué paso ayer?), la película toma distancia del denominado «universo extendido de DC Comics» para refundar al personaje surgido en el marco de la saga de Batman. El tráiler oficial revela una mirada más social sobre el personaje: se trata de un frustrado artista callejero que, tras demasiado tiempo siendo ignorado y maltratado por el entorno urbano en el que vive, enloquece y comienza a generar caos.
La celebrada convención Comic Con se transformó en el lugar ideal para medir la popularidad de los villanos, presentes a través de los actores y actrices que los componen, pero también gracias a las mesas redondas, el merchandising y los cada vez más recurrentes cosplayers. Según Roberto Schenone, director de Comic Con, «dentro de la cultura pop el Guasón ha sido el villano por excelencia. De hecho, creo que es el mejor que ha tenido cualquier superhéroe, tanto de Marvel como de DC. Hay muchos otros, pero como él y Dark Vader no hay».
En relación con la presencia de cosplayers, Schenone señala que son cada vez más frecuentes en el evento. «Además del Guasón, hay muchos antihéroes como Deadpool, que no es un villano, es un mercenario. Siempre hay otros personajes momentáneos, pero no creo que perduren en el tiempo. Si nos vamos al lado femenino, tenemos a Gatúbela y, sin lugar a dudas, a Harley Quinn, que es una villana querida».
Naturaleza humana
El lugar de los villanos en la actual «era dorada» de las series no es menor. Con frecuencia, un buen personaje con estas características permite tener a un público cautivo: así ocurrió con John Locke, el malvado de Lost y, más acá en el tiempo, con Walter White, de Breaking Bad. Pero más allá de estos casos extraordinarios, según Milagros Amondaray, periodista especializada del diario La Nación, «las series nos han dado villanos menos superheroicos y caricaturescos, y más mundanos y reconocibles, que reflejaron tanto la problemática de la violencia de género como la de la violencia intrafamiliar».
En este sentido, señala Amondaray, «el personaje de Perry Wright (Alexander Skarsgård) en Big Little Lies, la miniserie de HBO, y el de Adora Crellin (Patricia Clarkson) en otra miniserie de la misma señal, Sharp Objects, ambas dirigidas por Jean Marc-Vallée, nos ponían de cara a esas figuras impredecibles, dispuestas a lastimar físicamente a mujeres que debían enfrentarse a la mirada del entorno, y a poner en marcha diferentes planes para poder escapar del sometimiento del que fueron víctimas». En suma: malvados más tristemente cotidianos, pero no por eso menos peligrosos.
Esteban Student (guionista de Crónica de una fuga, El clan, supervisor argumental de Relatos salvajes, colaborador autoral de Los simuladores y script doctor) sostiene que cuando una historia es débil, con frecuencia «la causa es que las fuerzas del antagonismo no se llevaron al límite y, en consecuencia, también son débiles. La fuerza de la intención del protagonista se va a revelar por la calidad de las fuerzas antagonistas. Como decía Hitchcock, “cuanto mejor es el malo, mejor es la película”».
Para Student, las peores series se aferran al maniqueísmo y «jamás toman una verdadera decisión porque no se enfrentan a un dilema». Por el contrario, productos como «Mad Men, Breaking Bad, Homeland o The Killing, entre otros, saben que la historia de una relación que solo presenta dos caras, lo bueno versus lo malo, no se puede sostener de forma satisfactoria».
El guionista afirma que la «narrativa debe demandar un pensamiento crítico. Por ende, debe asumir una mirada crítica y tomar una postura en medio de la disputa por el sentido, de lo que significan las cosas a partir del tema que está problematizando. Wild Wild Country, la serie documental de Netflix, es un buen ejemplo. ¿Quiénes son los malos ahí? ¿Los niños ricos con tristeza de la falsa izquierda o el conservadurismo retrógrado y xenófobo de la América profunda? Probablemente Sheela, la mano derecha de Osho, sea de las mejores malas construidas en los últimos tiempos».
Y si de televisión se trata, vale la pena rescatar la amplísima galería de villanos que nos ha dado la telenovela, que en muchos casos hasta opacó el brillo de los «buenos». Dentro de los exponentes argentinos, el Mauricio Doval que interpretó Fabián Vena en Resistiré devino icónico. Consultado por Acción, Vena señala que «la contrafigura, en general, es un personaje muy maquetado y simple en su concepción. En este caso, mi gran obsesión fue mostrar un malo que fuera un ser humano, plagado de contradicciones y con objetivos en función de su historia o de su búsqueda».
Doval, su personaje, era un despiadado traficante de sangre envestido de un aura benefactora. Omnipresente en la estética del programa, lo sanguíneo fue, según el actor, muy interesante, porque «resumir la violencia en rojo y en sangre y que no se viera violencia hasta pasados unos 200 capítulos, significaba un elemento contradictorio. Resistiré atravesó todos los estratos sociales y culturales, desde la intelectualidad hasta las clases populares veían el programa», concluye.
Además de la atracción que genera la contemplación de la maldad en todo su esplendor, la sensualidad suele ser un atributo que enriquece la imagen de los malvados. Para Hernán Panessi, periodista especializado en cultura pop, «no hay nada más aburrido que un personaje bueno y encima sin sexualidad. Por el contrario, no hay nada más genial o llamativo que un malo. Y si ese malo tiene erotismo es más llamativo, porque la naturaleza del villano es erótica. Uno recuerda historias de todo tipo gracias a ellos: tienen misterio y atracción».