A diferencia de los 90, cuando los discos se podían escuchar como pinturas integrales de una época, en la era del streaming son los temas sueltos los que le toman el pulso a la actualidad desde géneros como el rock, el folclore, el tango y el rap.
25 de abril de 2019
Suban el volumen. Laso, Los Espíritus y Aca Seca (arriba); Aguirre, Sara Hebe y la Fernández Fierro (abajo), exponentes de la protesta cantada.Si bien el arte se manifiesta en época de crisis, a mí me gustaría tocar y componer canciones tranquilo. Prefiero menos composición y más tranquilidad. Eso siempre significa que la gente no la está pasando tan mal». Seco y con la voz de ultratumba que lo caracteriza, Yuri Venturín (director y compositor de la orquesta de tango Fernández Fierro) allana el camino de los que esperan que el arte se rebele. Más allá de los deseos, el actual estado de cosas acecha al país y las canciones comienzan a formar una trinchera de resistencia semántica.
No todas las crisis en Argentina son idénticas. Si bien hay elementos que las igualan, el contexto ofrece nuevos detalles. Luego de tres años de una gestión definida por algunos intelectuales como de «derecha moderada», el país volvió a sumergirse en aguas turbias. Crecieron los índices de pobreza, inflación, desempleo y el fantasma del default volvió a aparecer. En este sentido, los artistas componen las obras del presente interpelados, en algunos casos, por este desaliento.
A diferencia de los 90, cuando el concepto de disco disconforme expandió su radio de influencia, hoy se trata de canciones que resuenan en el marco de una plataforma de streaming. En la cultura rock, hubo obras enteras dedicadas al neoliberalismo menemista. Explícitas como las compuestas por 2 Minutos («Valentín Alsina»), Bersuit Vergarabat («Libertinaje»), Kapanga («Un asado en Abbey Road»), irónicas como Babasónicos («Miami») o existenciales como Divididos («La era de la boludez») o Las Pelotas («Máscaras de sal»).
«La canción de protesta, más allá de su contenido semántico, es una forma de valoración de la política, de reconocer su existencia en cada persona», explica Matías Ayerza, editor de la revista Billboard. En épocas donde el discurso hegemónico nos convida un pensamiento único, agrega, la música aporta algo de luz a una realidad mucho más compleja. «En relación con su propia historia dentro de la música, la canción de protesta sigue operando sobre la realidad de manera pragmática. El problema es concreto y se demanda una intervención para solucionarlo», completa Ayerza.
Tarifazos y préstamos
Uno de los nuevos elementos de la crisis que atraviesa el país son los tarifazos. En Agua ardiente, su trabajo de 2017, Los Espíritus trazaron un reflejo fiel de la época que nos toca vivir. En «La mirada», por ejemplo, pusieron el foco sobre el aumento del transporte público. Envuelto en la densidad de un blues urbano, el cantante arrastra los siguientes versos: «El pibe mira al hombre y le aguanta la mirada/ Apretados en un subte/ Ay, cómo aguantan la mirada/ El pasaje salió el doble, y ninguno dijo nada/ Hay demoras en el subte y ellos se aguantan la mirada».
Uno de los hechos que se repite casi calcado de la crisis económica anterior es la entrada en escena de los onerosos préstamos del FMI. En su disco Marcha I (2017), la ascendente banda Laika Perra Rusa compuso un tema inspirado en ese fantasma. «La canción surgió de querer decir en pocas palabras algo sobre la indignación social que veníamos percibiendo. Originalmente hablaba de la deuda del primer año del gobierno. Unas semanas antes de publicar el tema, fue la misma cifra lo que Argentina le pidió al FMI en dólares», revela su compositor, Guido Dalponte. En efecto, la canción se llama «50.000.000.000» y repite una frase lapidaria: «La revolución de la alegría/ cuesta cinco, cero, cero, cero, cero, cero, cero, cero, cero, cero, cero/ ¡Bocha de guita!».
El folclore siempre resulta un refugio para la canción de protesta. Una de las nuevas referencias es el cordobés José Luis Aguirre. En Así como es, su nuevo disco, incorpora «La del sin tierra», una canción donde más que explayarse en tono de payada lo hace freestyleando. Dice: «No protestamos porque sea moda, no buscamos el obsecuente aplauso/ marchamos porque en la tierra sentimos el maternal abrazo (…) Ya no creo en remeritas del Che y en discursear grandes cosas/ Creo en el hombre y en la mujer callados y con las manos callosas».
Tanto Aguirre como La Bruja Salguero, Bruno Arias, Aca Seca y Mariana Carrizo forman parte de una generación que, a través del folclore, dejan un mensaje crítico frente a la situación actual. «Si bien la canción es vieja, no por nada la grabamos bajo este contexto», dice Juan Quintero de Aca Seca sobre «A mi patrón», el tema que le da cierre a Trino (2018) y que le apunta a la explotación laboral.
Referente del rock contestatario y líder compositivo de Las Manos de Filippi, Hernán de Vega, también conocido como el «Cabra», dice que lo que lograron ellos con «Sr Cobranza» fue incorporar los nombres de los políticos a las canciones. «Eso es interesante, porque por más que parezca que el formato de este tipo de canciones siempre es el mismo, las nuevas generaciones les pueden agregar elementos que las revitalicen», afirma. Y eso es precisamente lo que pasa con la nueva generación del rap: la canción «Mauricio» de Homer el Mero Mero es un ejemplo claro. Puro desarrollo narrativo que refleja la crisis y, con el nombre de pila del actual presidente de Argentina, señala al responsable.En los márgenes
Pese a la debacle, hay realidades que no suelen cambiar, como la de la cárcel. Sara Hebe compuso «El marginal» para la serie dirigida por Luis Ortega. Allí se ven las divisiones jerárquicas que se arman en los patios de los establecimientos y el principal anhelo de los presos. «Consulté a varios conocidos antes de encarar algunos versos. El tema de la libertad, mezclado con las cárceles argentinas, es muy denso. Una actualidad permanente, que queda fuera de cualquier crisis de clase media», explica.
Otro músico que refleja la realidad de los barrios marginales es Malajunta. De freestyler a trapero, es uno de los poetas más picantes de la actualidad, como se puede apreciar en composiciones como «En las buenas y en las parias». «El barrio es un lugar donde se tiene que luchar todos los días. No viene nadie a tirar una soga. Acá la gente se rompe el culo laburando y si hay progreso es porque nunca bajan los brazos. Cuando hay que ir a buscar cartón lo hacen, corta», explica, tajante.
La crisis también es expresada a través de voces femeninas: desde el trap con Cazzu («Chapiadora» resalta la independencia económica de la mujer) a la cumbia con Rocío Quiroz («Amor de La Salada» pinta el lado marginal de la urbanidad bonaerense), pasando por la milonga cachengue de Julieta Laso («Buenos Aires vos quién sos» retrata la actualidad brutal del centro de la metrópolis).
Reformulada en la interpretación, desperdigada en discos (que prácticamente no se editan) o en plataformas de streaming, la canción de protesta sigue presente. No es posible la fusión, pero la mixtura permite que un folclorista pueda cantar rapeando, que un trapero pueda pensar en Sandro a la hora de la entonación o que una tanguera pueda tener la velocidad del punk para desarrollar una idea. La crisis ya está reflejada en la música popular argentina, en sus canciones, que ahí van, listas para resistir.