Además de defender sus derechos en la esfera pública, distintas referentes del colectivo expresan su mirada del mundo a través de la música, el cine, la literatura, la historieta, el teatro y el stand up. Identidad de género, discriminación y violencia.
11 de enero de 2019
Exponentes. La cumbiera Ayelén Beker, las obras Finalmente reparadas y Princesa del futuro, y una foto del Archivo de la Memoria Trans.
El teatro, la literatura, el cine, la cumbia, el folclore, el stand up, la historieta, el rap. No hay expresión artística en la que no se hagan visibles. Si la cultura trans circuló en espacios marginales y secretos de la sociedad, la historia reciente muestra su creciente intervención en la escena pública, en línea directa con los reclamos y las acciones de la propia comunidad contra la discriminación y su lucha por derechos históricamente desconocidos.
Las artistas trans no suelen limitarse a una disciplina y mucho menos a una definición. Susy Shock es cantante folclórica, escritora, «actriz trans sudaca». Naty Menstrual escribe, hace shows de stand up y trabaja además como diseñadora. Camila Sosa Villada es actriz de cine, teatro y televisión y también escritora. El arte funciona como búsqueda y construcción de identidad.
La memoria de Lohana Berkins y Diana Sacayán –asesinada el 11 de octubre de 2015– está muy presente en la comunidad como un ejemplo de activismo. Marlene Wayar se inscribe en esa línea y la profundiza como reflexión sobre la situación actual en tanto directora de El Teje, «primer periódico travesti latinoamericano» (en proceso de digitalización) y autora de Travesti. Una teoría lo suficientemente buena, libro que agotó su primera edición en poco más de un mes.
El Archivo de la Memoria Trans propone, en tanto, un lugar «donde se comparten anécdotas, fotos, testimonios, cartas y crónicas policiales de la comunidad travesti, transgénero y transexual». El Archivo presentó la muestra de fotografías Esta se fue, a esta la mataron, esta murió, en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, que más tarde recorrió distintos espacios. El título condensa la extrema fragilidad y los riesgos que corren las personas trans, con un promedio de vida de entre 32 y 35 años, víctimas de la persecución policial y de expresiones criminales de odio.
Una reunión familiar
El Archivo de la Memoria Trans fue fundado por María Belén Correa a partir de conversaciones con Claudia Pía Baudracco, activista fallecida en 2012. Con la incorporación de la fotógrafa Cecilia Estalles y el armado de un equipo de trabajo, comenzó la recopilación y digitalización de documentos.
El archivo reúne unas 7.000 imágenes. Según explica Carla Pericles, integrante del equipo, la búsqueda se extiende «sobre todo desde los años 90 hacia atrás, la parte más oscura de nuestra historia, en el sentido de la persecución policial que tuvimos». Las detenciones, los allanamientos y las muertes compusieron una larga secuencia de «vidas borradas» que ahora se trata de reconstruir.
Las travestis, dice Correa, solo se podían reunir en los velorios, en las comisarías –la Policía bonaerense llegó a tener una seccional destinada para ellas, en Munro– y en los carnavales, el único momento en que podían circular con cierta libertad. «Íbamos de la casa a la parada donde nos prostituíamos. No podíamos sacarnos fotos en una plaza», recuerda Magalí Muñiz, también del Archivo.
En los 80, el activismo germinó como una reacción desesperada contra la brutalidad policial y los castigos de la Justicia, que se convertían en constantes penas de prisión. «Llegó un momento en el que me cansé de estar presa. Si estábamos en una esquina con varias yo decía: “Si viene el patrullero, no nos dejemos llevar”. Era como una agitadora, por mi libertad y por la libertad de mis compañeras», agrega Muñiz.
«Cuando vuelve la democracia, para nosotras “bien, gracias”. El gran alivio recién viene con la ley de identidad de género, en 2011», dice Carla Pericles. Los carnavales fueron entonces la posibilidad de una vida distinta. «Era raro: en esas dos semanas, la policía no nos llevaba presas y la gente, la misma que después nos denunciaba, estaba contenta con nuestro show», señala Ivana Bordei.
A partir de un grupo de Facebook, el Archivo comenzó a construirse como una gran reunión familiar. «Surge de la necesidad de volvernos a abrazar, volvernos a mirar, de reencontrarnos», dicen las integrantes del equipo, que en abril obtuvo una ayuda del programa de cooperación Ibermemorias.
En las escritoras trans la formación literaria se asocia con el descubrimiento de la identidad, como un ámbito de exploración y refugio. La cordobesa Camila Sosa Villada publicó este año El viaje inútil, relato autobiográfico donde la transformación de varón a travesti atraviesa la práctica de la escritura y la modulación de la voz femenina. Autora de Continuadísimo (2008) y Poesía recuperada (2017), Naty Menstrual –no se reconoce como trans, travesti «ni con ninguna etiqueta»– empezó a escribir «para sobrellevar la diferencia».
Entre las artistas reconocidas en la plástica, Andrea Pasut presentó este año la muestra Cuerpas disidentas. La temática aparece en la antología Historieta LGTBI, de la Editorial Municipal de Rosario, que abrió la convocatoria latinoamericana Poder trans. En SuperShiva (2011), Susy Shock y Rubén Gauna contaron la historia de una inmigrante travesti a través del cómic.
Susy Shock tiene un texto muy celebrado en su intensa producción, «Yo monstruo mío», del libro Poemas trans pirados, en el que reivindica «mi derecho a ser un monstruo» y «que otros sean lo normal». En 2013 grabó el disco ¡Buena vida y poca vergüenza! (frase que recuperó de su abuela), que incluye «Canciones de cuna para niñxs diversos». La baguala y el canto con caja son las formas musicales que trabaja, y la perspectiva irónica y a la vez afectuosa de la identidad de género su musa, como escribe en «Oración a la Divina Trans»: «Concédeme la voluntad/ de alumbrarme y alumbrar/ dame fuerzas para batallar/ con mi espada brillosa de ideas/ con mi lumpen mariposa de amar/ y la humildad de saberme diamante/ de mi propio crear».
En otros géneros musicales, Ayelen Beker se promociona como «la primera cantante trans de cumbia» y su hit «Todos me miran» alude con gracia a la propia condición. Lola Bhajan es cantante con caja, además de actriz y fotógrafa. Sasha Sathya, rapera y DJ transgénero, cultiva un perfil cuestionador y corrosivo.
El documental es el género cinematográfico con más presencia de la temática trans. Si te viera tu madre. Huellas de una leona (2015), de Andrés Rubiño, reconstruye la vida de Claudia Pía Baudrucco, pionera en la preocupación por preservar la historia de la comunidad. Si me querés quereme trans, de varios realizadores, aborda las experiencias de travestis cordobesas. El unitario para televisión Canela, de la realizadora Camila del Valle, retrata la historia de Canela Grandi, reconocida arquitecta urbanista y docente de la Universidad Nacional de Rosario. T, de Juan Tauil reunió a importantes activistas como Malva Solís, Diana Sacayán y Lohana Berkins, en un largometraje de notable belleza visual. Tauil es además cantante de Sentime Dominga, grupo de «neofolclore» que también tematiza las cuestiones de género en sus canciones, como en «Travesti toba».
En teatro, Paula Cancela estrenó Princesa del futuro, sobre la historia de la niña trans Luana Mansilla. En noviembre pasado, en el teatro Plataforma Lavardén, de Rosario, se presentó Finalmente reparadas, de Omar Serra, sobre las persecuciones a travestis durante la dictadura militar.
Un poco de respeto
Marlene Wayar empezó a trabajar como activista por «la falta de respeto» hacia su comunidad. Psicóloga social y periodista, ha recibido diversos reconocimientos y sostiene una reflexión teórica que redondea en el libro Travesti. Su «teoría lo suficientemente buena» tiene «el atrevimiento travesti de construir una realidad a contrapunto de lo que son supuestamente las realidades para la hegemonía patriarcal, occidental, capitalista», dice. «Poner en cuestión a quienes se creen dueños de verdades irrefutables» es un punto de partida.
Wayar destaca las situaciones de exclusión que enfrentan las personas trans desde que asumen su identidad de género. «Cuando un niñe es agredido por ser de la colectividad judía o gitana o boliviana o paraguaya, por ser lo que es tiene una familia que lo abraza. Nosotras volvemos a una familia donde si no guardamos silencio, si no nos avenimos a reprimirnos y a fingir algo que no somos, sufrimos maltratos, desde lo más sutiles a los más cruentos», dice.
Travesti propone «una construcción basada en lo humano que no deje a nadie afuera salvo a quienes cometan violencia», agrega Wayar. Una reflexión para tiempos donde el odio y la discriminación parecen recuperar fuerzas: «Lo que nos define es la diferencia y en esa diferencia poder construir nostredad en lugar de otredad. Vamos al encuentro, sin miedo al ataque ni a la descalificación».