La cartelera de la avenida Corrientes está poblada de comedias dramáticas que encuentran su denominador común en ciertas escenas de la vida conyugal: enredos, celos, infidelidades, secretos y mentiras. El testimonio de los protagonistas.
26 de septiembre de 2018
Propuestas. Las problemáticas de pareja son el eje de varias obras que se exhiben en diversas salas porteñas. Un tema que sigue vigente.
En un segmento de apenas 300 metros de la avenida Corrientes, las carteleras exhiben títulos como El test, Los vecinos de arriba, Sin filtro, Dos más dos y Perfectos desconocidos. Se trata de piezas que, en tono de comedia dramática, dejan al descubierto las desavenencias y los vaivenes que debe sortear el matrimonio en los tiempos que corren, para mantener su vigencia como institución social. En definitiva, se podría afirmar que los conflictos conyugales son un tópico muy jugoso y recurrente en los teatros porteños. Gusta, provoca e identifica, por eso convoca al público que frecuenta la principal arteria del espectáculo.
Para el reconocido productor Carlos Rottemberg, la simultaneidad de obras que revisan la problemática de la pareja no configura «una moda actual». «En todas las épocas existieron, con éxitos y fracasos. La garantía de que les vaya bien por la temática se contradice por tantas que no han funcionado. Son cientos de títulos, como Pareja abierta, aquella que hacía Cecilia Rosetto junto a Adrián Ghio. Nunca dejaron de formar parte de la oferta, solo fueron modificadas y aggiornadas a estos tiempos. Pienso en Le Prenóm o Un Dios salvaje, de estas épocas, o Capítulo segundo, de Neil Simon, de 1979. Todas funcionaban a sala llena».
«Yo me pregunto por qué ahora coinciden este tipo de obras y me respondo que no es una moda, sino una fórmula que funciona, aunque a veces denota falta de ideas», opina Javier Daulte, director de Los vecinos de arriba, la más exitosa del abanico mencionado. El dramaturgo advierte que «esta explosión sobre parejas desgastadas se repite en otras plazas como Nueva York, Madrid y Londres, por lo que de alguna manera me tranquiliza. Además, es un tema histórico, que responde a una tradición. Evidentemente, la figura del matrimonio es de las pocas que se pueden dar el gusto de contar con infinidad de propuestas sin temor a la reiteración. De todas maneras, no tenemos que exagerar y evitar la sobreabundancia, porque puede resultar contraproducente».
A su turno, Eleonora Wexler sostiene que «este tipo de obras funciona porque tienen que ver con algo totalmente actual: la gente se siente vinculada e identificada, y reflexiona sobre el mundo de las parejas y sus conflictos, siempre tan espinoso». La protagonista de Dos más dos dice que, en las estas obras que ponen en escena las relaciones matrimoniales de pareja, la ficción sirve para poner en aprietos al espectador. «¿Qué pasa con la pasión, las fantasías, con la sexualidad de las parejas que llevan mucho tiempo? ¿Qué sucede con el matrimonio como institución? ¿De qué nos disfrazamos cuando todos esos interrogantes salen a la luz? No por casualidad hay tantas propuestas en cartel que se relacionan con los problemas y los enredos de las relaciones».
«También habla de nuestra sociedad, porque el teatro de alguna manera se nutre de un público que demanda este tipo de obras», interviene Daniel Veronese, director de El test. «Por otra parte, los vínculos han cambiado, se han desarrollado y evolucionado. Hoy se permiten cosas que generaciones atrás eran impensadas, como la libertad y el desprejuicio que hoy tienen los matrimonios del siglo XXI, que ventilan intimidades, secretos y fantasías sin el menor pudor», destaca.
Preguntas cotidianas
Gonzalo Heredia, que forma parte del elenco de Perfectos desconocidos, no tiene dudas de que las relaciones humanas están manejadas, paradójicamente, por la tecnología. «Vivimos en una época en la que el teléfono celular es totalmente protagonista, nos guste o no, hagamos el esfuerzo que hagamos por apartarlo», dice el actor. «Me inquieta saber que uno nunca termina de conocerse, y mucho menos a la otra persona. Por otra parte, está bueno no saberlo todo sobre tu pareja. ¿Por qué compartirlo todo? ¿Por qué no tener algún secreto sano, inocente, para uno?», plantea.
Para Diego Peretti, que brilla en Los vecinos de arriba, el foco de la obra es denso, nada frívolo, «porque habla del padecimiento de cualquier pareja», analiza. «Las cosas que se revelan en escena son terribles. Yo soy el marido de un matrimonio que, aparentemente, no tiene otra salida más que la separación. Hay erosión, hartazgo, desgano. El disparador es el sexo. La pregunta es dónde se inician los problemas en una pareja. ¿En la convivencia, en la rutina, en la falta de sorpresa, en el desinterés?», plantea el intérprete que alguna vez ejerció como psiquiatra.
Verdades no dichas
Otro avezado productor, Sebastián Blutrach, apunta que «existe una fuerte identificación» entre la jugosa oferta y la numerosa demanda, «ya que al teatro se va mucho en pareja. También ayuda a que se digan muchas verdades no dichas y, sobre todo, la posibilidad de reírnos de nosotros mismos y de nuestra relación de pareja que, al fin y al cabo, es nuestra vida». Blutrach hace una pausa y refuerza el último punto: «La pareja es central en nuestras vidas, por lo que recurrentemente charlamos, miramos ficción, nos analizamos alrededor de este tema. Y no nos aburre, ya que siempre encontramos un giro nuevo. Hay tantas posibilidades en las relaciones, que el tema no se agota nunca».
«El teatro da respuestas a las preguntas cotidianas que se hace la gente», explica José María Muscari, director de Atracción fatal, que pone en tela de juicio la durabilidad del amor real. «Es una obra para todos los que estamos en pareja, seamos monógamos o polígamos. ¿Cuánto dura la pasión? ¿Qué hacer ante el deseo por fuera de la pareja?», se pregunta Muscari. «Siempre estar en pareja significa estar en conflicto, porque fuimos diseñados para ser uno, no dos, en esta vida», concluye.
Los consultados señalan que la abundancia de piezas que abordan una misma temática puede obedecer a una coincidencia temporal. Aunque si una fórmula funciona, agregan, se la suele repetir hasta agotarla, para que resurja recién después de un tiempo, como los clásicos. Antes de bajar el telón de la nota, aportan un dato no menor: con una o dos parejas se resuelve una obra de este «subgénero», que resulta más económico que un musical, que requiere más integrantes y una escenografía y un vestuario mucho más onerosos. Y por lo que llega desde el escenario, ese mapa multicolor que abarca celos, infidelidades, secretos, mentiras y enredos, la platea responde masivamente, dejando en claro la empatía con esas escenas más cercanas a la realidad que a la ficción.