Los problemas económicos, la tensión social y la entrada en escena de movimientos como el feminismo convierten las calles en un campo de trabajo fértil para los reporteros gráficos. Imágenes de impacto colectivo que cuestionan la visión hegemónica.
12 de septiembre de 2018
Postales compartidas. Desaparición de Santiago Maldonado (SubCoop). Marcha por la legalización del aborto (RES). Contra la reforma previsional (Pablo Piovano). Gendarmes (Adrián Escandar). El zoológico en crisis (Natacha Pisarenko). Cartonera (Constanza Niscóvolos).
Del 6 al 9 de septiembre tuvo lugar la feria argentina de fotografía más importante del país, BA PHOTO. Y a mediados de agosto finalizó la exposición que desde los inicios de la democracia viene organizando la Asociación de Reporteros Gráficos de la Argentina (ARGRA). Ambos eventos, aún tibios, disparan la posibilidad de reflexionar sobre cómo se producen las obras fotográficas hoy, concretamente las realizadas por los reporteros y reporteras en unos tiempos convulsionados por hechos económicos, sociales y políticos que hacen de la calle un territorio de tensiones. ¿Cómo fotografiar la represión o la inédita y conmovedora revolución de las pibas a favor de la legalización del aborto que dio lugar a la marea verde? ¿Y las plazas llenas por Santiago Maldonado, contra el 2×1 a favor de los genocidas, el Ni Una Menos, los trabajadores precarizados, despedidos?
En ese contexto, surgen otros interrogantes. ¿Cómo diferenciarse cuando todo el mundo fotografía? ¿Cómo contar hoy, cuando las imágenes saturan y se mimetizan a la vez que compiten enloquecidamente? ¿Cómo ser reportero en el mundo neoliberal, a pesar de los salarios, las corporaciones y la vigilancia en las calles? Situaciones que parecen ya haberse vivido y que habíamos archivado. La historia no se repite ni vuelve como chiste o farsa. Por lo menos no acá, no ahora.
¿Hay nuevos saqueos para registrar? ¿Emergencias de este siglo? RES, nombre de batalla del fotógrafo cordobés Raúl Stolkiner, ganador del Premio Adquisición del Salón Nacional en 2011, realiza una radiografía dura: «Los golpes (Paraguay, Honduras y Brasil) y la elección de Macri en Argentina llevaron a esta región a una subordinación sin límite al capital financiero. La producción y circulación de las imágenes se ha puesto al servicio de esta subordinación. La inmensa mayoría de las fotos que se producen a diario, incluidas las que se publican en los medios, no hace otra cosa que contribuir a naturalizar una visión hegemónica, sembrar el escepticismo y la alienación». ¿Cómo salir de la trampa? «Aún se pueden distinguir dos actores diametralmente opuestos en la producción de fotografía periodística», continúa RES. «Por un lado, los reporteros gráficos y por otro los medios. Los primeros son artífices de una producción diversa y muchas veces crítica, pero de circulación limitada a redes sociales y blogs. Los medios, en tanto, se han vuelto cada vez más mediocres en su afán por propagandizar el punto de vista hegemónico. Los pocos que no lo hacen padecen el estrangulamiento económico y esto se refleja en la impotencia para generar y poner en circulación imágenes. El resultado es que las fotos que circulan son, cada vez más, el resultado de una imaginación cargada de censura y autocensura, y de límites precisos establecidos por el aparato de generación y circulación de imágenes. Cada nueva foto que se produce pasa a enriquecer el programa de la cámara y este se constituye en un velo. En lugar de permitir que nos orientemos en el mundo, que ampliemos nuestra visión, cada nueva foto crea una barrera más a desarticular si se emprende cualquier proceso emancipador».
Constanza Niscóvolos, fotógrafa del suplemento feminista Las 12, aporta su opinión con más optimismo. «El registro del fotoperiodismo en 2017 y en lo que va de 2018 me parece impresionante, porque no dejan de pasar cosas que nos colocan entre el asombro y la furia: tenemos que estar en la calle y las imágenes tienen el poder de transmitir todo esto con la misma brutalidad de la realidad. Los movimientos feministas son parte fundamental de lo que pasa en la calle, la mirada femenina está ahí registrando con agudeza y corazón, veo cantidad de fotos realmente buenas. Ahora creo que es momento de abrir el relato mas allá, ir más a los márgenes y quedarse un rato mirando ahí. Me parece fundamental que no quede un relato visual de clase media cuando los reclamos son colectivos, ir a ver qué pasa con ojos y corazón abiertos y tratar de recibir, no aplanar y repetir un relato con ideas previas».
El fotógrafo y curador de BA PHOTO, Francisco Medail, apuntala y celebra la diferencia que generan los colectivos de fotógrafos por fuera de los medios mainstream. «Es importante destacar el trabajo colectivo que se ha fortalecido en este último tiempo. Además de MAFIA (Movimiento Argentino de Fotógrafos Independientes), también vienen haciendo un trabajo muy destacado el colectivo SADO de La Plata, Emergentes y Sub Cooperativa, que es un referente con muchos años de trayectoria. No es menor que frente a políticas que incentivan el individualismo y la meritocracia personal, la contrarrespuesta sea desde la acción colectiva y solidaria».
El grupo de fotógrafos nucleados en SubCoop coincide con este punto de vista, al señalar que «las mejores coberturas suelen ser las de los fotógrafos independientes, de colectivos o amateurs que registran los hechos sin necesidad de pensar en una imagen única que sintetice todo el evento. Esto también generó un cambio sustancial en la producción fotográfica. El ritmo impuesto por las redes sociales invita a hacer fotografías que apuntan a la fibra emotiva de los espectadores para lograr captar su atención».
Nuevos desafíos
Según RES, «el oficio de reportero gráfico, que ya venía golpeado por el rumbo de la tecnología, está ahora doblemente sometido. La concentración de los medios ha llegado a tal punto que pareciera no quedar espacios para aquellos que aman el fotoperiodismo y buscan otra imagen y no más de lo mismo. Allí donde hay conflicto se pide más anestesia y, sobre todo, sembrar resignación. La fotografía periodística que importa hay que buscarla, cada vez más, en los márgenes».
SubCoop intenta pensar cómo desmarcarse de la hegemonía, una cuestión que parece una preocupación generalizada. «Los conflictos, la violencia y el drama siempre fueron temas “fotogénicos” que generan imágenes de mucho impacto –dicen–. Los fotógrafos de prensa aprovechan los momentos de crisis para su producción, porque saben que se generan imágenes que atraen la mirada. Sucedió así siempre, pero desde la llegada del mundo digital se ejerce la profesión de un modo más desencantado. Saldados los debates sobre la objetividad, el impacto real de un reportaje sobre la situación que a veces se intenta denunciar y sobre los clichés y estereotipos que siempre se generan desde una mirada externa, los fotógrafos de hoy trabajan sin el romanticismo que rodeaba antes al mundo del fotoperiodismo. La posverdad también caló hondo en las fotografías de prensa y hoy se asume que participan para crear una imagen particular del mundo. De ahí que se busquen cada vez más los recursos estéticos y espectaculares para mejorar una imagen. Indicio de ese fenómeno es el regreso de la fotografía en blanco y negro, que tiende a abstraer y jugar con un registro onírico y poético, pero que también resulta distante de la sensación de realidad, de esto pasa en el mundo».