Con una mirada diversa que se alimenta del neolunfardo y de otras músicas urbanas como el rock, los compositores contemporáneos le dan forma a un cancionero que refresca la tradición del género. Opinan los principales referentes.
9 de enero de 2018
Escritores de canciones. Acho Estol con Dolores Solá, Alejandro Guyot, Tape Rubín y Pablo Marchetti, exponentes de la letrística tanguera.
El tango es una música de Europa pasada por las cloacas de Buenos Aires», define Daniel Melingo, exintegrante de Los Abuelos de la Nada y actual referente de una nueva corriente del género, en el documental Charco. No es casualidad que esa idea aparezca en una película que plantea un nuevo relato para la música del siglo XXI en la metrópoli ubicada al sur, bien al sur de América Latina. Las letras del 2×4 también van por esa vía: el origen desarrollado durante el siglo pasado sirve en la actualidad como punto de partida. Una música con cierta base tradicional, pero rejuvenecida por las nuevas generaciones. «Si te ponés a escuchar las letras del rock argentino, encontrás tangos a patadas», aclara Melingo, a la vez que alumbra una de las claves para pensar la nueva letrística.
«Tengo que confesar, tal vez con cierta culpa, que gran parte de mis escuchas son las más lejanas, las que menos tienen que ver con mi cultura», dice Acho Estol, compositor de La Chicana. «Tal vez sea por una búsqueda de universalidad que es tan patente en el tango: tuvo éxito en el mundo porque habla de cosas humanas, que le pueden pasar a cualquiera, las que tienen que ver con la vieja, los amigos o la mina que te dejó. Y yo me siento interpelado particularmente cuando escucho a Nick Cave, por ejemplo, que nació en Australia, pero que después vivió en Berlín y en Londres. O a Tom Waits, gente más alejada. Encuentro una mirada que tiene otra genética, por decirlo de alguna manera, sobre los mismos problemas, que son universales», explica Estol, autor fundamental y pilar de la música porteña de estos días, que viaja al corazón de su esencia con un enfoque mestizo.
Más allá de la potencia que siguen teniendo las milongas en el circuito, de las nuevas metodologías propias del siglo XXI que también se desarrollan en el género (autogestión e independencia) y de las orquestas que siguen componiendo, están los letristas. Compositores que, acodados en la mesa de un bar o en coloridos centros culturales, construyen relatos propios sobre estos tiempos. Con una perspectiva crítica, los letristas contemporáneos abordan temas como la disparidad de género y también se permiten giros hacia el humor. La nueva narrativa del género es diversa, desprendida de un pasado al que nunca niega, influida por otros ritmos de tradición popular (principalmente el rock) y asentada en un lenguaje actualizado.
Desplazamientos
¿Cómo se habla, entonces, en el nuevo tango canción? Gustavo Varela, doctor en Ciencias Sociales y autor del fundamental Tango y política (Editorial Paidós), dice que la rima de los versos en muchos casos es libre. «Eso es llamativo, en el tango es raro que ocurra. Uno espera que termine con la “o” y lo hace con la “a”. Eso en el tango clásico no pasaba, ahora hay como una perspectiva más libre. Si va esa palabra, la mandan y se terminó el asunto», explica.
Poeta, ensayista y profesor universitario, Oscar Conde apunta que «naturalmente, en los letristas de tango contemporáneo se presenta un dilema clave: cómo lograr que, sin desentenderse del todo de la herencia de los grandes letristas del siglo pasado, sus obras se constituyan en un discurso renovador pero que, al mismo tiempo, sea reconocible, más allá de la música que lo acompaña, como una letra de tango». El modo de resolver la pulseada tradición-renovación, agrega, está dado especialmente por la intertextualidad con las letras clásicas.
Agustín Guerrero, uno de los grandes músicos de la escena actual, apunta que existe un desplazamiento hacia el humor. «Hay letristas que, si bien tienen conciencia social, se corren hacia el humor, como Pablo Marchetti. Algo parecido a lo que pasa con Capusotto y Saborido en la tele, tipos muy inteligentes que expresan su mensaje a través de un chiste», explica Guerrero. A su turno, Marchetti dice que la ciudad de Buenos Aires de hoy no es la misma que en los años 20 o los 40. «Lo que sí creo es que existe una relectura en clave irónica de algunos tópicos tangueros: la madre, los amigos, la ebriedad», afirma.
Otra de las características fuertes de la letrística contemporánea es su carácter de denuncia. Alejandro Guyot, compositor de 34 Puñaladas, explica: «Pugliese decía que el tango es el libro de quejas del arrabal. Creo que sigue siendo un testigo que cuenta y también delata ciertas cuestiones. El tango actual sigue teniendo una crítica social». En el repertorio de 34 Puñaladas, por ejemplo, aparece un tema llamado «Vírgenes rotas», que cuenta la historia de una chica que cae en las redes de una organización de trata. «Vírgenes rotas, molidas a palos/ muchachas cansadas de tanto llorar/ Mil y una noche le rezan a un santo/ que nunca las quiere escuchar», dice una de sus estrofas. «Es algo que pasaba y contaban los tangos del siglo XX, pero nosotros elegimos hacerlo con un lenguaje más crudo».
Pampa existencialista
Más allá del lenguaje, también hay ciertos rasgos estéticos que emergen en el 2×4 del nuevo milenio. Una de las más marcadas es la Pampa, entendida como una suerte de esencia. «Hay una necesidad de volver a tomar toda la cuestión criolla», analiza Agustín Guerrero. «Tiene que ver con el paisaje y la realidad social de la llanura pampeana y del hombre que conserva tradiciones de campo. Me perece que en ese aspecto hay una figura muy importante, que no solo se expresa a través de su letra, sino también de su música: Juan Martín Scalerandi. Tiene dos discos de guitarra solistas, pero al mismo tiempo tiene canciones criollas actuales».
El último disco de La Chicana se titula La Pampa grande (2016) y el anterior Antihéroes y tumbas (2015), pero hay que prestarle atención a su subtítulo: «Historias del gótico surero». Estol reflexiona sobre su búsqueda artística: «Siento que la Pampa tiene una cualidad existencialista. Creo que es algo que tiene que ver con la distancia del horizonte y con el cielo, tan grande. Eso lleva a que la gente que vive en la Pampa tenga ese tipo especial de espiritualidad, que incluye mucha superstición y una mística un poco retorcida y perversa, en cierto sentido. Ahí es donde se encuentra con el gótico sureño, norteamericano, y allí está el juego de palabras que hicimos en Antihéroes y tumbas, que es nuestro disco más pampeano: están las historias del gótico surero donde comparamos el carácter del pueblo de la provincia de Buenos Aires, la pampa húmeda, con el del sur de Estados Unidos, que tienen muchas cosas en común».
En las charlas que Acción mantuvo con algunos de los mayores compositores actuales fueron surgiendo nombres de otros autores, que para ellos también son fundamentales a la hora de pensar un mapa de la canción. La lista es larga, pero ninguno dejó de nombrar a alguien que ya se convirtió en referencia ineludible: Alfredo Tape Rubín. Claro y conciso, el talentoso Rubín ensaya una explicación: «Quienes tocan tangos míos será porque se sienten identificados con la composición desde la letra y la música también, que no creo que sea un tema menor al momento de analizar una canción. Trabajo desde tres enfoques: la tradición, el desarrollo de líneas ya abiertas y la ruptura, y eso se ve tanto en las letras como las armonías y las melodías».
En definitiva, lejos de ser el lenguaje de nuestros abuelos, el tango está hablando desde el presente, a la par de otras músicas de tradición popular. Sus letras construyen historias de aliento cotidiano, que resuenan entre los edificios de la gran ciudad.