Tuvo una sobresaliente carrera en cine que lo llevó a recibir numerosos premios. También se destacó en televisión y teatro. El actor había estrenado dos obras recientes en el Centro Cultural de la Cooperación. Compromiso social y pensamiento crítico.
25 de octubre de 2017
(Fotos: Jorge Aloy)Federico Luppi (1936-2017) fue uno de los referentes fundamentales de las artes del espectáculo argentino en los últimos 50 años. Participó en más de 80 largometrajes, fue multipremiado en el país y en el mundo, y protagonizó algunas de las películas más importantes de la historia del cine nacional: El romance del Aniceto y la Francisca (1967, Leonardo Favio); La Patagonia rebelde (1974, Héctor Olivera); Tiempo de revancha (1981, Adolfo Aristarain).
Otros títulos destacados de su carrera en la pantalla grande fueron Últimos días de la víctima, Plata dulce, El arreglo, No habrá más penas ni olvido, Un lugar en el mundo, Sol de otoño, Martín (Hache) y Lugares comunes, entre muchas más. Fue una figura destacada en el cine internacional, especialmente en España y en México. El cineasta Guillermo del Toro lo dirigió en tres películas: Cronos, El espinazo del diablo y El laberinto del Fauno.
Luppi también sobresalió por sus trabajos en televisión (Cosa juzgada, Hombres de ley, Tratame bien) y en teatro (El gran deschave, Salven al cómico, El vestidor, El reportaje). Integró el grupo Gente de Teatro, dirigido por David Stivel. La dictadura de 1976 le impidió trabajar, tildándolo de «enemigo ideológico de la Nación». Fue entonces que tomó la decisión de irse a España.
Había nacido en Ramallo (provincia de Buenos Aires) y muy joven se trasladó a La Plata, donde fue bancario y estudio artes plásticas y teatro. A fines de los 50, se conectó en Buenos Aires con el grupo independiente La Máscara, donde estudió con Hedy Crilla, Agustín Alezzo y Augusto Fernandes, y debutó reemplazando a Pepe Novoa en Soledad para cuatro (1961, Ricardo Halac). Desde entonces, fue una figura permanente en los escenarios nacionales.
Fondo político
Debutó en el cine con Pajarito Gómez, de Rodolfo Kuhn, en 1965. Su trabajo consagratorio en la televisión fue por invitación de Nené Cascallar: Cuatro hombres para Eva (Canal 9, 1967). También protagonizó ese mismo año una versión televisiva de Martín Fierro.
Luppi estuvo muy conectado con el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorni, donde presentó en dos temporadas (2016-2017) la obra teatral Las últimas lunas, de Furio Bordon, autor italiano al que apreciaba especialmente y del que había hecho una pieza anterior, La noche del ángel. Teatro de fondo político, de gran compromiso social.
En Las últimas lunas, que fue celebrada con éxito en la Sala Solidaridad, bajo la dirección de Susana Hornos, se narraba la historia de un profesor anciano (Luppi), que esperaba a su hijo (Ramiro Vayo), con su valija a medio hacer, porque en un rato se iría a internar a una residencia para adultos. Mientras tanto, el profesor dialogaba con su mujer muerta (la propia Hornos), sobre sus experiencias, sus sentimientos y pesares. Luppi estaba, como siempre, magnífico.
Si en Las últimas lunas evidenciaba su preocupación por la marginalidad de los ancianos en la sociedad contemporánea, en la obra anterior de Bordon que Luppi protagonizó (La noche del ángel), el tema era el lugar de los jóvenes, su fragilidad, su necesidad de contención. Si algo caracterizó a Luppi fue su compromiso social, su militancia estética y su pensamiento crítico. «Las ideas y la cultura están devaluadas. Me cambiaron la cerradura justo frente a mis narices», señalaba su personaje en Las últimas lunas, como crítica a la sociedad argentina de la restauración neoliberal.
¿Cómo se conserva la memoria de un actor? Recordando sus trabajos. Allí están sus excelentes películas, así como su pensamiento social, político y estético en multitud de entrevistas.