Política | 40 AÑOS DE DEMOCRACIA

Protagonismo popular

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Diego Pietrafesa

Durante la segunda jornada del ciclo en el CCC, cuatro intelectuales debatieron sobre los desafíos que enfrenta la sociedad para mantener los derechos ganados.

Debate. «Participación, ciudadanía y militancia», fue la consigna que reunió a Junio, Grüner, Boron, Reyes y Giniger.

Foto: Jorge Aloy

La palabra «crisis» dominó la segunda jornada del ciclo «40 años de Democracia: ideología, cultura y política» en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (CCC) que, bajo la consigna «Participación, ciudadanía y militancia», convocó a Eduardo Grüner (doctor en Ciencias Sociales y exvicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA), Nuria Giniger (doctora en Antropología y secretaria general de la Junta Interna de ATE en el Conicet), Atilio Boron (doctor en Ciencias Políticas, exvicerrector de la UBA e integrante del CCC) y Susana Reyes (maestra y fundadora del Centro Educativo Isauro Arancibia).
Presentó a los expositores Juan Carlos Junio, director del CCC, quién precisó que «la democracia es un concepto que siempre está en disputa» y explicó que esa tensión también separa los términos de ciudadanía y pueblo. Consideró que «ciudadanía es el ciudadano, con deberes y derechos, con protagonismo, con participación. El concepto de pueblo tiene una connotación por momentos distinta y, por qué no decirlo, superior. Aquí colocamos el tema de la militancia porque desde nuestros paradigmas siempre creímos –y la Historia enseña mucho en ese sentido– que para los movimientos populares, para los gobiernos populares, para los gobiernos democráticos, es central que haya protagonismo del pueblo, que haya militancia política, social y cultural».

Redoblar esfuerzos
Nuria Giniger, por su parte, llamó a enfrentar las dificultades de la coyuntura con herramientas que no se agoten en las urnas. Observó que «hay algo que no está ocurriendo en este período electoral, que es plantear cómo resolver los problemas de la crisis. Y hay algo de la profundidad de esa crisis que evidentemente no se puede resolver en términos exclusivamente electorales y, desde mi punto de vista, en estos comicios no se resolverá. Eso, en algún punto, debería quitarnos angustia y por otro lado debería generarnos la ansiedad de redoblar los esfuerzos militantes para pensar por dónde ir».
Esa ruta requiere para la antropóloga un reconocimiento y valoración del camino recorrido. Consideró que «este momento de crisis nos obliga a reubicarnos en algo que también forma parte de nuestros 40 años de democracia y de la historia larga del movimiento popular en 500 años de capitalismo: la experiencia creadora y creativa de ese movimiento popular. Hay que hacer base en la experiencia de nosotros y nosotras marchando, esa capacidad de movilización, organización y autoorganización, capacidad de decidir cuándo, dónde, cómo, quiénes, de pensar cómo se toman las decisiones. Recuperar la Historia para recuperar la potencia de la disputa política».
Por su parte, Eduardo Grüner advirtió sobre los problemas de la fetichización de la democracia. «Nos pasó a nosotros –dijo–. En 1983 estábamos felices, por supuesto; pero se nos dijo que solo con la democracia se comía, se curaba y se educaba. 40 años después ya vemos cómo terminó la cosa».
En ese sentido, evocó un artículo de Jean Paul Sartre de 1973, en vísperas de comicios franceses, titulado «Elecciones: trampa para tontos». Explicó que Sartre «quería señalar una contradicción, no estaba en contra de votar, claro. Explicaba que en la práctica cotidiana –y ni hablemos en la militancia– los sujetos actúan como colectivo. Los obreros en sus asambleas de fábrica, los estudiantes en sus asambleas de facultad, las asambleas callejeras de 2001, todo eso es algo público y a la vista de todos. Se levanta la mano a la vista del patrón, del poder, del Estado y de la policía. Pero cuando vamos a las urnas y se nos dice que allí se encarna la democracia nos convertimos en ciudadanos individuos –dijo el académico–. Uno por uno vamos a un cuarto simbólicamente llamado “oscuro”, en el que nadie nos ve, que se parece a un confesionario de iglesia, donde, no casualmente, se nos dice que estamos solos frente a nuestra conciencia. Y es allí que tenemos la posibilidad de traicionar impunemente a nuestro colectivo social».
Grüner realizó además un encendido llamado al protagonismo popular en el escenario democrático porque de otro modo «se termina aceptando que la democracia se construye desde arriba o, en el mejor de los casos, la construyen los líderes populares. Es necesario recuperar el pensamiento crítico, que sea, citando a Carlos Marx, un patrimonio de las masas –expresó Grüner–. Debiera ser una creación de las masas mismas. La gran tarea de la militancia es esa. Hacer un esfuerzo para que cada vez más las masas tengan ese pensamiento crítico y sean capaces, incluso, de ir más allá de lo que se le propone como única senda».

Resistencia
A su tiempo, Susana Reyes reivindicó la educación como ejercicio práctico de la militancia social. Describió a sus alumnos como niños, niñas, adultos y familias despojados de sus derechos, víctimas del desprecio social y la violencia institucional. «Esos estudiantes –dijo– son ejemplos de resistencia, porque a pesar de las condiciones en que este sistema permite que vivan, se levantan de la calle para venir a la escuela».
Ese centro educativo tiene ya 25 años y lleva el nombre de un maestro tucumano, uno de los fundadores de la CTERA, que trabajaba con hijos e hijas de cañeros bajo la propuesta de una escuela «que respire al ritmo de su comunidad». A Isauro Arancibia lo asesinaron en la madrugada del 24 de marzo de 1976, el primer muerto de la dictadura tuvo guardapolvo blanco. «Quisieron callar al maestro», describió Reyes. Y contó que «la pedagoga Adriana Puigróss decía que la escuela es el lugar desde donde podemos construir la patria. Debemos preguntarnos qué patria debemos construir. ¿La vamos a construir desde una escuela tradicional o vamos a construir algo más humano, más inclusivo, más diverso?».
Atilio Boron completó el debate resaltando lo que llamó «la recesión democrática», un creciente descreimiento del sistema. Tal diagnóstico, dijo, «requiere refundar la democracia; pero el grave problema es la dinámica propia del capitalismo, un sistema absolutamente incompatible con el funcionamiento de la democracia. El poder se ha alejado de las instancias de gobierno. El poder en la sociedad capitalista es, esencialmente, la riqueza acumulada –aclaró el politólogo–. Y también el control de los medios y el manejo de la Justicia; pero la riqueza está fuera del alcance de los ciudadanos que vamos a votar. El poder mediático está fuera de nuestro alcance también. Observemos la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, conocida como Ley de Medios (que era poco, pero algo era), despachada en un par de horas por decreto. El Poder Judicial, no electo por nadie. Si aparte de eso no controlamos (ríe) a la embajada de Estados Unidos, no controlamos a los militares, llegamos al Gobierno y ¿qué podemos hacer?», se cuestionó Boron.
Algo se puede hacer. Así lo aseguró el integrante del CCC. Cimentado en la militancia y ampliando los límites del problema, concluyó que «hablando de crisis, también hay una crisis de los partidos políticos, que han sido pulverizados para convertirse en “espacios”, que no ofrecen identidad. ¿Qué es, por ejemplo, la identidad peronista? “Peronistas somos todos”, diría Perón. ¿Pero de quién? ¿De López Rega? ¿De Menem? ¿De Isabelita? ¿Néstor, Cristina? ¿Berni, Ortega Peña? –se preguntó–. Ahí aparece el amigo Ernesto Laclau con la teoría del peronismo como significante vacío, que es necesario llenar. Pero, ¿cómo se llena? No se llena desde arriba, no lo pueden llenar solo los liderazgos sino –expresión favorita de Álvaro García Linera– el protagonismo plebeyo», aclaró al final.

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