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Superficies de placer

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Georgina Dritsos

El fin del amor
Dirección: L. Dolera, D. Barone
Protagonistas: L. Espósito, V. Llinás, V. Spinetta
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Nuevas experiencias. Tamy (Espósito) decide cambiar de raíz la vida que lleva.

FOTO: PRENSA

Basada en el best seller de 2019 El fin del amor. Querer y coger en el siglo XXI, de Tamara Tenembaum, a lo largo de diez capítulos la serie evoca las experiencias de la infancia de la propia Tamara, criada en el judaísmo ortodoxo, para a partir de allí centrar el relato en el presente y hablar de amor, de sexo, de libertad; del dinero, del trabajo, del feminismo, de la maternidad, de la búsqueda del placer y de la diversión; de los vínculos y de los mandatos familiares.
Con guion de la propia Tenembaum (que también es productora ejecutiva) y Erika Halvorsen, y la dirección de Leticia Dolera y Daniel Barone, El fin del amor es un hallazgo en todo sentido. Sin duda, sirve de espejo para muchos coetáneos que también la pelean día a día para tener mejores vínculos, para sostener una pareja o adentrarse en el poliamor, para encontrar su camino laboral. Temas con los que resulta sencillo sentir cierto grado de identificación.
Casi en el comienzo de la historia se presenta a las mujeres que rodean a «Tamy» (interpretada por Lali Espósito): su mamá (Verónica Llinás), que es ginecóloga y quedó viuda al morir su marido en el atentado a la AMIA; sus hermanas Laura (Candela Vetrano) y Mijal (Martina Campos). Pero también están las amigas cercanas, como Juana (Vera Spinetta) y Laura (Julieta Giménez Zapiola), que se debate entre ser madre o no junto a su pareja, Mora.
Tamy se da cuenta de que en realidad no es feliz con la vida que lleva con su novio (Andrés Gil) y decide separarse e irse del departamento que comparten. Así, intenta en vano buscar una vivienda para alquilar, pero descubre que no le alcanza el dinero a pesar de los cinco trabajos que tiene. Y entonces indaga en su entorno para saber cómo se las arreglan los demás a pesar de sus magros ingresos. Mientras tanto, mantiene algunos encuentros sexuales con Rodo (Mike Amigorena), el conductor del programa de radio donde ella es columnista.
La trama habla del deseo, de la búsqueda y, al mismo tiempo, establece un contrapunto entre la vida actual de la protagonista y la niña que, a los doce años, en vez de celebrar el rito de Bat Mitzvá, como suelen hacerlo las niñas de familias judías practicantes, se «ganó» un corset que tuvo que usar hasta los 17 años por un problema en la columna: una prenda tan rígida que ni siquiera le permitía agacharse. Y a partir de allí aprendió a fingir que no le importaban las cosas que no podía tener.
Al comienzo de la narración se produce en un momento clave, que es el casamiento de Sarita, su amiga de la infancia. Tamy va a la celebración y de algún modo se reconcilia con su pasado, con sus raíces judías, y se permite vivir con más libertad su vínculo con la religión y las tradiciones familiares. No le gusta victimizarse, así que de algunos temas, como la muerte de su padre o su reciente separación, no habla.
La protagonista y sus amigas experimentan con drogas, viven su sexualidad sin inhibiciones, con alegría; también padecen el desamor, las relaciones tóxicas, los problemas laborales. Lali convence en su papel de Tamy, le da una impronta personal, fuerte y original. Llinás se luce también como una mujer fuerte que sabe lo que quiere, pero también es capaz de acompañar en silencio cuando su hija no quiere que se meta en su vida. Y el resto del elenco acompaña acertadamente. El contrapunto entre las distintas realidades, la música mayormente de artistas nacionales, los capítulos cortos e intensos, y los temas que trata esta ficción dan para verla y deleitarse.

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