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Pánico y locura en la cocina

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Mariano Kairuz

El Oso
Creador: Christopher Storer
Protagonistas: J. A. White, A. Elliott, A. Edebiri, O. Platt, E. Moss-Bachrach, L. Boyce, M. Gordon
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Renovación. En la segunda temporada, Carmy (Allen White) apuesta por un espacio más sofisticado.

Hace poco más de veinte años, Anthony Bourdain redefinió la imagen del cocinero como estrella de rock con un libro imprescindible (Confesiones de un chef) y luego con sus varias continuaciones y las series televisivas en las que recorrió el mundo «en busca del plato perfecto». Los relatos de Bourdain tenían un efecto vertiginoso, fascinante y al mismo tiempo aterrador: daban ganas de querer participar de ese mundo y, a la vez, la sensación de que muy pocos están suficientemente preparados para sobrevivir en él. En 2005 se hizo una serie televisiva inspirada en su primer best seller, Kitchen Confidential, pero duró poco. Durante los años siguientes ese universo caótico en el que chocan talento e intuición, ego y necesidad, preparación y un trabajo contrarreloj y siempre bajo una presión intolerable tuvo acaso su mejor representación en el formato reality show.
Es probable que el éxito de la primera temporada de El Oso, la creación de Christopher Storer acerca de un pequeño restaurante de comida «al paso» de Chicago (con un clásico Italian Beef, un popular sánguche de carne como insignia del menú) y la comunidad de cocineros que conviven y colisionan ahí, se deba a que supo capturar como ninguna otra ficción cierto espíritu Bourdain, una manera de mirar y contar esos fuegos. Entre muchas cosas de las que dijo el siempre brutalmente honesto Bourdain, estaba aquello de que un restaurante es un mal negocio. Que hay que ser un verdadero apasionado y estar algo chiflado para montar uno, porque ahí se deja la piel (literalmente), y el margen de ganancias es tan bajo que la mayoría fracasa. En buena medida sobre eso, sobre la locura pero también sobre el dinero (sobre las condiciones materiales, reales, de cada cosa que hacemos), trata la segunda temporada de El Oso.
El suicidio de Mikey (Jon Bernthal) era el año pasado el misterio que ponía en movimiento la historia, cuando «Carmy» Berzatto (Jeremy Allen White, ganador de un Globo de Oro y nominación al Emmy) deja de pronto su premiada carrera de chef de la alta cocina, para hacerse cargo del pequeño negocio al que su hermano nunca lo invitó a participar. El central capítulo seis de esta temporada pone en escena una catastrófica cena navideña que nos mete un poco más en la demencial vida de los Berzatto, para la cual Storer dice haberse inspirado en su propia historia familiar, una de «adicciones y problemas de salud mental». Encabezando una serie de participaciones de famosos (como Bob Odenkirk, Sarah Paulson, Olivia Colman), Jamie Lee Curtis interpreta a la desquiciada madre. Si en la temporada inaugural la pregunta era cómo un profesional como Carmy abandona el universo de las estrellas Michelin para bajar al fango, este año puede que veamos con alguna suspicacia la decisión de Carm, su hermana Sugar (Abby Elliott) y la también profesional Sydney (Ayo Edebiri), de cerrar el local para reinventarlo, de garito popular a espacio conceptual (¿snob?), un destino de pretendida excelencia dentro de un mundo selecto que demanda disciplina con un acento marcial y convicción con la extorsiva ética de una secta. «¡Sí, Chef!», es el santo y seña. El tiempo-que-nunca-alcanza es uno de los ejes del relato y durante varios episodios acompañamos a distintos personajes en una búsqueda que bordea demasiado lo autoayudesco: el conflictivo «primo» Richie (Ebon Moss-Bachrach) recibe en tiempo récord una serie de lecciones de humildad, sensibilidad, servicio y humanidad haciéndose de abajo en un restaurante multipremiado. Es sin dudas lo menos bueno de esta temporada, el lugar común del personaje que embarcado en un recorrido aparentemente terrenal se encuentra y reconecta consigo mismo, que también acecha un poco a Marcus (Lionel Boyce) cuando viaja a Dinamarca para perfeccionar su técnica pastelera. Mientras, aparece Claire (Molly Gordon), interés romántico de Carm diseñado solo para reforzar la idea de que quien se mete en este negocio no tiene tiempo para tener además una vida. Lo bueno, una vez más, es la conciencia de que alguien tiene que pagar en efectivo todo este quilombo y ahí están el querible y mafioso tío Jimmy (genial Oliver Platt), y las deudas impagas, y la habilitación del gas que no llega y el empleado que no funciona cuando las papas queman y los proveedores imposibles y los cubiertos que imprevistamente no alcanzan, la batidora que no anda o el inodoro que puede estallar en cualquier momento y lo hará justo en la noche de inauguración. Es por todo esto que El Oso triunfa a pesar de su vocación ocasionalmente mensajística: porque es vertiginosa, fascinante y aterradora como nos había avisado Bourdain.

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