3 de julio de 2022
Deja el gobierno una de las figuras más relevantes de la gestión de Alberto Fernández. Lo reemplaza la exministra bonaerense Silvina Batakis.
Las reuniones que se llevaron a cabo este fin de semana en la Quinta Presidencial de Olivos culminaron, al menos hasta la noche del domingo, con el anuncio de la designación de Silvina Batakis como reemplazante de Martín Guzmán, quien presentó su renuncia el sábado por la tarde. La economista desempeñaba hasta hoy el cargo de secretaria de Provincias del Ministerio del Interior y fue titular de la cartera de Economía bonaerense entre 2011 y 2015, durante la gobernación de Daniel Scioli.
Así comenzó a perfilarse la recomposición del gabinete nacional. Pero, fundamentalmente, empiezan a dirimir los caminos aptos para superar un conjunto de escollos, el más visible de los cuales es la persistente suba de precios, con sus claros ganadores y perdedores.
El margen para corregir las dificultades que enfrenta la economía sigue siendo considerable. Existen coincidencias –salvo para una oposición claramente empeñada en apurar el desgaste político del gobierno– sobre las altas chances de mantener el crecimiento y aumentar el empleo. Lo cual debe atribuirse, en parte, al ahora exministro Martín Guzmán.
Sus esfuerzos por «tranquilizar» las distintas operatorias incluyeron las insoslayables renegociaciones de deuda, tanto con los acreedores privados como con el Fondo Monetario Internacional. Dos bombas de tiempo que la gestión de Mauricio Macri legó al pueblo argentino. Al actual y al de las próximas décadas.
Podría decirse que era imposible sortear esas trampas, los condicionantes de esos poderosos artefactos financieros. Apenas se logró morigerar el impacto del estallido, con refinanciaciones que abrieron moderadas expectativas favorables. Todo eso en medio de una pandemia que obligó, para limitar el número de víctimas, a parar la actividad en 2020. Un bache que fue salvado casi en su totalidad con la fuerte expansión del año siguiente.
Está claro, sin embargo, que la gestión de Guzmán concluyó con matices más oscuros que claros. El salto inflacionario, por más que su causa haya radicado en gran medida en una guerra europea, fue sin duda un detonante. También el desequilibrio en materia de divisas, mientras se dejaron correr decisiones empresarias contrarias al interés general. Como se vio, por ejemplo, con las desmedidas importaciones. Se trabaron, por otra parte, decisiones en materia de tarifas y de suministros energéticos, en duras pulseadas incluso dentro del mismo Palacio de Hacienda.
Las nuevas claves en cada una de esas materias se esperan con ansiedad. Deben descontarse, por lo pronto, las jugadas especulativas y las presiones de sectores dominantes para que las correcciones marquen un giro hacia recetas neoliberales.
Guzmán. En su paso por Economía renegoció la deuda con acreedores privados y con el FMI.
NA
Por cierto, nada hace pensar que vaya a modificarse en esa dirección el perfil con el que el Frente de Todos se impuso en la elección de 2019. Al contrario, la renuncia de Guzmán abre un nuevo espacio que torna factible el afianzamiento de una identidad progresista.
Los cambios, entonces, podrían dejar atrás las demoras en materia de redistribución de la riqueza y de los ingresos. E incluso, promover reformas estructurales con reglas de aliento a las pymes y de freno a las maniobras de evasión impositiva y fuga de capitales.
Aun con los compromisos de pagos asumidos, no es imposible pensar en medidas fiscales, de regulación financiera y cambiaria, que gozarían de un amplio respaldo popular. Y que tendrían además el efecto virtuoso de contener los abusos de grupos concentrados (hoy medibles a través de sus inusitadas megaganancias).
Sin desconocer el terreno cedido a grupos oligopólicos (no por esta gestión, sino desde la última dictadura), la administración del Estado permite –aquí y en cualquier punto del planeta– diseños de política que contemplen objetivos de soberanía y justicia social. Serán los mayores desafíos de la nueva ministra de Economía.