Especialista en educación y formación cooperativa, el investigador costarricense subraya la importancia de visibilizar y apoyar desde el Estado a un sector que tiene un rol crucial en el progreso de las economías regionales. La integración, uno de los desafíos pendientes.
8 de febrero de 2017
Con amplio conocimiento sobre los orígenes, el desarrollo y la realidad del cooperativismo en América, Alberto Mora Portuguez, director de Educación y Formación en Cooperativas de las Américas, oficina regional de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), destaca que durante el siglo XX las cooperativas de la región se desenvolvieron principalmente por sus propios esfuerzos, siendo el apoyo estatal algo más bien excepcional. El investigador costarricense, autor de numerosos artículos y libros sobre el sector solidario, señala que, aunque entre los años 60 y 80 el cooperativismo tuvo un auge importante en la mayoría de los países de la región, diezmado luego por gobiernos militares de esa época, fue recién a partir de la instalación de la Oficina Regional de la Alianza Cooperativa Internacional Américas, en 1990, que el cooperativismo en América Latina inició una nueva etapa, en la cual se logró un mayor intercambio de información y experiencias entre los movimientos cooperativos de todas las naciones. «Sin embargo –advierte– todavía persisten debilidades en la integración, en la gobernabilidad, y es muy baja la incidencia que tiene el movimiento cooperativo respecto a las políticas públicas que permitan promover y lograr cambios positivos hacia el sector». El dirigente también destaca que en los últimos años el cooperativismo mostró un gran dinamismo y «una notable capacidad para dar respuesta en contextos de crisis social y económica». Asimismo, resalta que las cooperativas son «auténticas escuelas de democracia y participación» y tienen un papel insustituible en los procesos de promoción social y de desarrollo local.
–¿A qué se debe el crecimiento que experimentó desde sus orígenes el movimiento cooperativo en Costa Rica?
–Costa Rica es un país con una cultura muy cooperativizada y esto se debe a que el cooperativismo está presente, casi desde su surgimiento, en las política públicas del Estado, y no de los gobiernos. Esto significa que hay un fuerte fomento y apoyo al sector, como lo establece nuestra Constitución Nacional, y los gobiernos de turno deben respetar esto, aunque algunos lo promueven más que otros, por supuesto. Los últimos censos indican que existen 550 cooperativas y que unas 800.000 personas estamos asociados a cooperativas de manera directa en un país de más de 4 millones y medio de habitantes. Por eso se puede decir que Costa Rica es el país con las mejores políticas públicas dirigidas al sector cooperativo de la región y esto fue lo que favoreció su desarrollo. Los cooperativistas decimos que en mi país uno puede amanecer cooperativizado, llevar todo un día cooperativizado y acostarse cooperativizado, porque el cooperativismo actúa en casi todas las ramas de la economía: vivienda, salud, transporte, producción de bienes y servicios, seguridad, electricidad, ahorro y crédito, turismo, entre tantas otras actividades. Por otro lado, tenemos una representación mayoritaria en el Instituto Nacional de Fomento Cooperativo, cuya junta directiva está compuesta por tres representantes del gobierno y cuatro delegados del movimiento cooperativo que son nombrados por el Consejo General de Cooperativas, que es el organismo que lleva la voz cantante del cooperativismo a la hora de negociar con la las autoridades nacionales.
–¿Qué presencia tiene el sector dentro de la economía costarricense?
–Es un sector importantísimo. En su momento las cooperativas cafetaleras representaban el 12% del Producto Bruto Interno de Costa Rica, ahora esto varió porque el turismo es el rubro que más creció. Tenemos también desarrollo hacia el exterior, por ejemplo, la cooperativa Dos Pinos, gran productora de leche y derivados, exporta a toda Centroamérica, México y el Caribe. Lamentablemente no tenemos datos fehacientes de todo este crecimiento que se fue dando en los últimos años y ese es, justamente, un reclamo que nosotros hacemos dentro del movimiento, no solo en Costa Rica sino en toda la región. Debemos tener un registro de lo que representa el «producto interno cooperativo», esto significa conocer cuánto es el aporte del cooperativismo al PBI de los países. Contar con esta información nos haría más fuertes y nos permitiría incidir de manera más determinante en las políticas públicas y en el dictado de los marcos legales que beneficien al sector.
–¿El cooperativismo tiene representación dentro del Parlamento costarricense?
–No tenemos representación de manera directa pero sí hay parlamentarios que son cooperativistas, que de alguna manera han participado en el movimiento y nos apoyan. Incluso tuvimos un presidente que fue un dirigente de relevancia en nuestro movimiento. Tenemos que trabajar para ver cómo llevamos más cooperativistas a los cargos de elección popular y de esta manera contar con aliados de manera directa. Nuestro Parlamento está conformado por 57 diputados y si el cooperativismo tiene 800.000 personas asociadas, que a su vez representan a sus familias, a la hora de elegir los cargos, debemos hacer valer ese peso que poseemos para que esas personas tengan voz en el Congreso. Por otro lado, sí contamos con personas muy identificadas y que hacen lobby desde diferentes entes en representación del sector. Si bien es preciso promover estas alianzas, las cooperativas como tales no deben participar en política electoral y respetar el principio que establece la neutralidad partidaria y religiosa en las cooperativas porque el espectro de asociados que las integran es muy amplio. Pero los cooperativistas sí tenemos la obligación moral, ética y ciudadana de participar en procesos electorales porque esa es una manera concreta de incidir en la gobernanza de los países y en sus políticas públicas.
–¿Cuáles son los beneficios que aportan las empresas cooperativas a sus asociados y a la sociedad?
–Aunque algunos no lo comprendan, es muy sencillo de explicar. Por ejemplo, las empresas capitalistas telefónicas no te llaman anualmente para repartir sus ganancias, mientras que las cooperativas reinvierten sus excedentes para mejorar los servicios, la producción. Nosotros no tenemos ganancias, tenemos excedentes y ese es un lenguaje que tiene que estar fuertemente arraigado entre los cooperativistas para reforzar la identidad. Ganancias tienen las empresas que planifican solo para ganar dinero, mientras que las cooperativas, aunque también planifican, priorizan la satisfacción de las necesidades de sus asociados. Esa es la diferencia sustancial con el capitalismo que más que nada busca la rentabilidad para pocas personas, en tanto el cooperativismo distribuye el bienestar entre todos sus asociados. Por otro lado, las cooperativas reinvierten en las comunidades en donde se desarrollan, como lo plantean los valores y principios de la cooperación. Esto no ocurre con las trasnacionales que llegan a un país, hacen sus negocios y luego se llevan abiertamente las utilidades hacia otros países, no generan desarrollo económico y social a nivel local, sino que se llevan el dinero que recaudan a otro lado. Es decir, a lo largo de su historia, y en todo el continente, el modelo cooperativo ha sobrevivido a los cambios políticos, sociales y económicos, y a pesar de su diversidad y sus debilidades, continúa respondiendo a las necesidades de varios segmentos de la población. Las cooperativas han jugado un rol importante en la mitigación de la pobreza, en la generación de empleo digno, además de ser, más que nada, un modelo sustentable de desarrollo integral, con impacto positivo en las condiciones de vida de millones de hombres y mujeres de todo el mundo.
–Antes mencionó el aporte en el PBI. ¿Qué le falta al movimiento para lograr una mayor incidencia en este aspecto?
–Le faltan estadísticas, como lo señala la Recomendación 193 de la Organización Internacional de Trabajo, emitida en 2002, que plantea que los gobiernos deben recabar datos estadísticos nacionales sobre las cooperativas, con miras a su uso en la formulación y aplicación de políticas de desarrollo. Debemos saber cuántas cooperativas hay, cuántos cooperativistas somos, cuánto producimos. Por otro lado, las cooperativas son las responsables de registrar, aportar y difundir esos datos para poder incidir más y de tener mayor poder de negociación. Asimismo, es importante promover y fortalecer la integración del movimiento, tanto a nivel local como continental. Aunque es contrario a su filosofía, las cooperativas siguen trabajando de manera individualista. El débil nivel de integración también afecta la capacidad de negociación con los organismos estatales para promover más y mejores políticas públicas dirigidas al sector. Si tuviéramos una verdadera integración en cada uno de los países y en la región, el movimiento cooperativo haría temblar a todos los gobiernos. La integración es elemental para poder competir. No se trata de duplicar los esfuerzos, sino de aunarlos. Por ejemplo, en ahorro y crédito, una actividad fuerte en la que actúan las cooperativas de varios países del continente, se podría crear una red conjunta de cajeros a nivel nacional y, por qué no, regional. Eso no solo bajaría los costos, sino que daría una imagen de fortaleza. Si hiciéramos esto ni los bancos capitalistas más importantes serían tan fuertes como el movimiento cooperativo unificado. Esto tiene que replicarse en todas las cadenas de producción y en todas las actividades en las que interviene el cooperativismo, que son ilimitadas.
–¿Cree que para avanzar en esta integración son necesarias más acciones educativas, de capacitación y de concientización cooperativa?
–Más que nada es imprescindible que haya transparencia en el liderazgo, que el liderazgo sea creíble y abierto a la integración, y que se piense en los intereses colectivos y no en los intereses personales. En este sentido, uno de los errores de las cooperativas es que el único requisito que piden para asociarse es presentar el documento de identidad y aportar una cuota inicial y, en general, no se le explica al nuevo asociado qué es el cooperativismo, cuáles son los valores y principios, y muchas personas se asocian y no entienden la diferencia entre ser y no ser cooperativista, por eso no se involucran en los diferentes procesos de gestión y participación. Por otro lado, es importante difundir el cooperativismo entre los niños y los jóvenes, de manera que desde pequeños sepan que existe un modelo distinto al capitalismo, en el que pueden participar. Dentro de la economía social y solidaria el cooperativismo es el actor más importante y más fuerte y los jóvenes tienen que saber que tiene posibilidades de hacer las cosas de una manera diferente, de manera conjunta, asociada, democrática y también tener éxito en sus emprendimientos.