Desde la conducción de una alternativa asociativa en un sector dominado por grandes cadenas nacionales y extranjeras, el gerente general de la Cooperativa Obrera analiza la formación de precios, las maniobras especulativas y su contracara: el comercio justo y el consumo responsable.
10 de enero de 2018
Nacida en 1920, en la localidad bonaerense de Bahía Blanca, la Cooperativa Obrera, la entidad solidaria de consumo más grande del país y la segunda en importancia de América Latina, supo adaptarse a las complejas situaciones que se fueron dando a lo largo de los años y que pudo sobrevivir al desembarco de las grandes comercializadoras internacionales del rubro supermercados, con las que compite exitosamente. Pionera en el desarrollo de marcas propias, entre ellas numerosos productos saludables, la Obrera cuenta con 124 sucursales distribuidas en cuatro provincias –Buenos Aires, La Pampa, Río Negro y Neuquén–, donde también funcionan unos 60 activos círculos de consumidores. «La cooperativa ostenta el 3,3% de participación dentro del contexto nacional de supermercados y está creciendo a un ritmo mayor que el resto de las cadenas, más aún si tenemos en cuenta que su área territorial de influencia es más acotada en cuanto a cantidad de habitantes», explica Héctor Jacquet, gerente general de la Cooperativa Obrera Limitada de Consumo y Vivienda, quien ingresó a la entidad hace más de 30 años para trabajar en el área de educación y cultura. Jacquet destaca el carácter distintivo de la organización que, además de su actividad comercial, desarrolla una comprometida tarea social y ambiental dentro de las comunidades en las que actúa.
–¿Cuál es la diferencia principal entre el modelo solidario de consumo del resto de las cadenas comerciales?
–En general, el precio que le llega al consumidor tiene un componente especulativo bastante importante. Nuestra cooperativa, cuya sede central está en Bahía Blanca, tiene que cubrir un radio muy extenso. Por ejemplo, entre la ciudad de Mar del Plata y San Martín de los Andes hay 1.500 kilómetros de distancia, pero eso no significa que la cooperativa aumente los precios de acuerdo con la conveniencia del lugar, solo se suman los costos de logística, que son de entre el 6% y el 7%. Lo mismo ocurre en Catriel, un pueblo bien pegado a la cordillera, allí los asociados pagan los mismos valores que en Bahía Blanca, más el 5% por los gastos de logística, pero las ofertas se mantienen al mismo valor, cosa inimaginable en pequeñas comunidades donde generalmente se aplican componentes especulativos. Cabe recordar que cuando nació la Cooperativa Obrera había una gran distorsión en el precio del pan. Luego de la Primera Guerra Mundial, en el mundo faltaban cereales, oleaginosas y carnes, eso elevó fuertemente los precios internacionales de todo lo que se producía. El trigo y la harina aumentaban todos los meses, lo que generaba un aumento desmedido de precios. Aclaro que estamos hablando de 1920… Ahí tenemos un ejemplo claro de la lógica con la que se maneja el sistema capitalista, que apunta siempre a maximizar las ganancias. En ese momento el cooperativismo se paró enfrente de ese sistema, se propuso alcanzar un precio justo para el pan y logró bajar sustancialmente su precio. Otro tema que se plantearon los pioneros fue vender al peso justo, algo que hoy perdió relevancia pero que fue una revolución para la época, porque las panaderías no estaban obligadas a vender por peso; el pan se vendía por unidad, eso hacía que algunas panaderías le pusieran más mejorador a la masa y elaboraban más piezas, que pesaban menos. Con su accionar la cooperativa logró que se pagara precio y peso justo. La calidad es otra cuestión que está atada al precio, y que ahora no solo tiene que ver con el producto en sí mismo, sino con dar respuesta a los problemas que se generan con el mismo. Peso justo, precio no especulativo, calidad y compromiso con tu compra, esos conceptos son los que diferencian a la cooperativa de las otras cadenas.
–¿Se puede comparar esa jugada que hacían las antiguas panaderías, más piezas con menos peso, con lo que ocurre ahora, cuando algunas empresas bajan la cantidad del contenido, pero no disminuyen el precio?
–Eso viene de 2001. A partir de esa crisis se bajaron algunos gramajes para aumentar de manera encubierta los precios. Otra maniobra fue cambiar la calidad. En nuestro país se permite que un producto pueda ser rotulado como alimento «a base de…». Entonces, un alimento a base de cacao, que tiene poco cacao, se lo presenta como cacao. Eso también habla de un aumento disimulado, porque se utilizan otros agregados más económicos: a base de pimienta, de miel, etcétera. En este aspecto, más allá de que los organismos públicos tienen su responsabilidad en el contralor, la clave en una cadena de supermercados cooperativos es estar en efectiva y real comunicación con el consumidor y poner en todas las etiquetas el precio por kilo, para poder diferenciar precios y calidades. En contraposición a estas artimañas, nosotros hemos desarrollado productos con marca cooperativa cuya calidad, peso y demás especificaciones están absolutamente controlados, y que son más económicos que los de las marcas de similar calidad. Tenemos más de 1.000 productos con estas características y lo que hacemos es poner, al lado de un producto a base de leche, un producto cooperativo que es 100% leche, a un muy buen precio. También hemos incorporado artículos del hogar producidos por empresas de la economía social, que son todo un éxito, como heladeras y cocinas.
–En la cadena de comercialización pesa mucho la concentración que afecta a las pymes, con poca capacidad de negociación con los supermercados. ¿Cómo actúa la Cooperativa Obrera?
–Hoy el cálculo de costos de los productos es bastante oscuro y oculto, lo que genera muchas dificultades para poder saber bien qué pasa. Sí sabemos que existe una relación de poder muy desigual entre las grandes cadenas y los productores. Esto responde a una economía especulativa en la que generalmente predomina el peso del más fuerte. Ante eso anteponemos algo que fue perdiendo el país y que son las formas de organización asociativa, las cooperativas, los consorcios, etcétera, para que los productores puedan comercializar sus productos desde otro lugar, para que, si no pueden invertir, al menos puedan equiparar la relación de fuerzas con quien les compra. El país necesita industrializarse más, es necesario que haya créditos para que los productores, de manera asociada, puedan hacer el primer tratamiento de la yerba mate y no entregar la hoja recién cosechada, por ejemplo. Nosotros, a través de la central de compras de la Federación Argentina de Cooperativas de Consumo (FACC), estamos vinculando a quienes comercializan los productos con quienes los producen, evitando toda intermediación innecesaria. ¿Cómo funciona esta central de compras? No es un mayorista, sino un espacio virtual que no tiene prácticamente gastos, pero que permite, por ejemplo, vincular a una pequeña cooperativa del interior de Santa Fe con productores. De ese modo, un pequeño supermercado puede acceder a los mismos precios de compra que la Obrera, la única diferencia está en los fletes.
–¿Cuál es el impacto del creciente ingreso de productos importados en el mercado de consumo?
–La Obrera importa fundamentalmente productos exóticos o que no se producen en el país; nosotros privilegiamos la producción nacional. A veces nos llegan, por medio de proveedores, componentes o partes, pero de manera directa no vamos a comprar productos que ya se producen en el país. En la Obrera, desde el primer momento, dimos cabida en nuestras góndolas a los productos de las empresas recuperadas, por ejemplo. Creo que fuimos la primera orden de compra de Renacer, una cooperativa que fabrica electrodomésticos. Esa es la posición de nuestra entidad. Lamentablemente, a un país que tiene dificultades y costos energéticos altos, le cuesta enormemente competir con los precios del mercado internacional, y nosotros consideramos que una apertura indiscriminada de las importaciones tiene un efecto directo y concreto sobre su producción y sobre la mano de obra ocupada. Nos preocupa mucho esa apertura, sobre todo si se trata de productos que el país está en condiciones de fabricar. El resto de las cadenas de supermercados está importando y comprando de todo, y sus góndolas se están inundando de productos importados.
–Para evitar maniobras de formación de precios, ¿cree que es necesario implementar una política de control?
–Al país no le vendría mal tener productos de primera necesidad con un acuerdo de precios, esto significa algo más que un control de precios. Un acuerdo significa sentar a las dos partes, la que produce y la que comercializa, en beneficio de la tercera parte, que es la que menos voz y fuerza tiene, que es el consumidor. Es cierto que siempre fue muy dificultoso controlar los precios y que los beneficios para el consumidor son muy relativos. La clave está en que productores, consumidores y distribuidores tengamos otro compromiso con la fijación de los precios. Bueno, por eso nosotros somos parte de una cooperativa. Generalmente se dice que la formación de precios se produce en la cadena de distribución. Es verdad, pero también es verdad que no está solo allí. La formación de precios se desarrolla desde las grandes compañías productoras, en toda la cadena de comercialización, en los eslabones intermedios y también en la distribución final. Los precios se van incrementando sobre costos ficticios, con cargas impositivas extraordinarias, hasta que llega al consumidor. Nosotros lo agarramos en la anteúltima instancia al precio.
–La Obrera promueve campañas de consumo responsable. ¿Cuáles son sus objetivos?
–El consumo responsable tiene muchas aristas. Por un lado, está el hecho de qué hacemos con los desechos de lo que consumimos. La cooperativa fue pionera y realiza un intenso trabajo para promover el cuidado del medio ambiente y el consumo responsable. Por otro lado, la entidad se hace responsable de los productos que pone en manos de los consumidores. Desde hace muchos años la Obrera es la única cadena de supermercados que participa en la mesa de discusión con el Ministerio de Salud de la Nación que trata el tema de la baja de contenidos de sales en los alimentos. De acuerdo con este compromiso, fuimos bajando los contenidos en todos los productos que fabricamos, entre otros, en los panificados. También reemplazamos algunos ingredientes por otros que sean más saludables, fuimos la primera cadena que incorporó el aceite alto oleico, con la posibilidad de consumir ácido graso omega 3 y 6 y no tener que caer en el aceite de oliva, que es naturalmente rico en estas propiedades, pero cuyo costo es muy alto. Asimismo impulsamos la ley nacional que obliga a incorporar ácido fólico a las harinas. Todas estas iniciativas tienen que ver con el compromiso de trabajar junto con el consumidor la responsabilidad del consumo. Por otro lado, desarrollamos numerosas experiencias de comercio justo, casi siempre con cooperativas, porque el comercio justo le da la seguridad al consumidor de que lo que está comprando se produce en determinadas condiciones, sin explotación y sin contaminar el medio ambiente, entre otras cosas. Todos estos productos cooperativos tienen un lugar destacado en nuestras góndolas, los alentamos, los promocionamos. También nos preocupamos por la reducción del consumo energético. Por ejemplo, lanzamos una promoción especial, en cuotas sin interés, para hacer el recambio completo de lámparas, apelando a que la gente mejore sus ecuaciones de consumo y pueda defender mejor su economía familiar. Recuerdo cuando en 2014 hubo una corrida inflacionaria importante, aumentó el dólar y se incrementaron fuertemente los precios de los artículos del hogar, incluso fue tapa de los diarios. Al principio, la cooperativa no trasladó inmediatamente ese precio al público, entonces ese día vendimos como nunca, y como vimos que se había instalado el aumento, subimos los precios, pero cuando la Secretaría de Comercio se hizo eco de los reclamos de la gente y retrotrajo los aumentos, la Obrera se comunicó con los asociados consumidores que habían comprado con el aumento y les devolvió la diferencia. Eso tiene que ver con la comercialización responsable, por eso el diario Tiempo Argentino publicó una nota destacando que una cooperativa de consumo, que había cobrado de más, llamó a la gente para devolverle la diferencia.
–¿Nota una caída del consumo en los últimos meses?
–A nosotros no nos va mal, pero sí vemos que el consumo cayó, en valores absolutos y también en valores relativos. Hubo un cambio muy fuerte en el nivel y en la calidad de consumo. Si bien la persona que necesita un pomo de pasta dental por mes, lo sigue comprando, ahora se pasó a una segunda o tercera marca. Esa es otra forma de caída del consumo. Quizás no se nota en unidades, porque el que compraba una gaseosa, ahora compra un jugo, o un jugo en polvo. Los sectores más populares, los que dependen de ingresos fijos, asalariados, pensiones, jubilaciones, bajaron el consumo, y ni hablar de los que tienen un trabajo informal. En las barriadas más humildes se nota la baja del consumo.
Fotos: Horacio Culaciatti