Infectólogo reconocido mundialmente por su aporte en la lucha contra el VIH-SIDA, aboga por un modelo sanitario basado en la prevención y el acceso a condiciones dignas de vida en vez de pensar solo en enfermedades y medicamentos. La degradación del ministerio y el debate por el aborto.
31 de octubre de 2018
El 2 de octubre de 1985 The New York Times publicó la noticia de la muerte del actor Rock Hudson explicando que había fallecido a causa de una enfermedad recientemente descubierta llamada sida. Ese día, a más de 8.500 kilómetros de distancia, el jefe de la División de Infectología del Hospital Fernández, Pedro Cahn, encontró al llegar al centro de salud a todos los móviles de televisión. El director de la institución lo increpó: «Tenés que hablar con los medios porque vienen por esa enfermedad que atendés vos», le dijo. Fue la primera vez que Cahn enfrentó a las cámaras para hablar del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Al día siguiente, unas 150 personas lo esperaban para una consulta. Con el pragmatismo que lo acompaña hasta hoy, el infectólogo compró un talonario de números para repartir en la cola y generó un sistema propio de turnos.
Lo que sigue del camino profesional de Cahn permite conocer la historia del VIH en Argentina. Primero, la época en la que los pacientes se morían a poco de llegar al consultorio. Luego, con el surgimiento del AZT en 1994, sobrevivían un tiempo al diagnóstico; hasta que en 1996 descubrieron los tratamientos antirretrovirales, conocidos popularmente como el «cóctel de drogas», y la enfermedad pasó de mortal a crónica.
Casi 33 años después, Cahn –quien ahora asiste cada día al servicio de Infectología ya no como jefe, sino como consultor– continúa con su compromiso intacto con la salud pública y vuelve a exponerse en un tema que todavía genera debate en la sociedad: el aborto.
El 10 de julio de 2018, el infectólogo reconocido mundialmente por su aporte en la lucha contra el VIH-SIDA expuso frente a los senadores para defender la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). La Fundación Huésped, organización que creó en 1989 y de la que es el director científico, tuvo un rol activo en este debate. El domingo 2 de septiembre, la fachada del edificio de la Fundación apareció con pintadas: «El aborto no se debate, se combate» fue la frase que más impactó a Cahn. Lejos de amedrentarlos, él y el equipo que supo formar lanzaron un comunicado en el que expresaron: «Hoy nos reunimos y nos preguntamos cómo seguir después de semejante hecho. La respuesta fue unánime: con más trabajo. Reforzando nuestras actividades gratuitas sobre Prevención, Educación Sexual Integral, Investigación y Atención legal y psicológica».
–¿Cuál es el rol de un profesional de la salud frente a la sociedad?
–Cualquier profesional que trabaja en el área de la salud, así como en educación, tiene una responsabilidad extra a la de cualquier ciudadano, porque está ante los efectos prácticos de los cambios que operan en la esfera económica, política y social de un país. Cuando te toca encima tener una visibilidad pública mayor, como en mi caso por el tema que he trabajado toda la vida, la responsabilidad es aún mayor. Cuando los niveles de exclusión social se agravan por las políticas económicas que se vienen aplicando, permanecer en silencio te convierte en cómplice. Esa es una posición personal, pero también se aplica a lo institucional de Fundación Huésped.
–¿Por qué participaron tan activamente del debate sobre la IVE que se llevó a cabo en el Congreso en el pasado mes de agosto?
–Nosotros nos dedicamos al área de salud, particularmente a lo que es VIH, hepatitis, tuberculosis, salud sexual y reproductiva y vacunas. Lo hacemos mediante tres pilares: prevención, ciencia y derechos. Trabajamos en prevención en un doble sentido: informando a la gente y en lo que se llama «abogacía», es decir, hacemos mucho trabajo con las comisiones de Salud de Legislatura, de Diputados y de Senadores. Lo estamos haciendo ahora para la Ley de Vacunas y para la de sida, lo hicimos para la de Educación Sexual Integral, etcétera. Durante el debate sobre la IVE, entendimos que teníamos que hacerlo también. Estoy en contra del aborto, a mí me gustaría que nadie aborte. Pero para que eso pase, como dice la consigna, tiene que haber «educación sexual para decidir». Una vez que se tomó esa decisión, el Estado debería cumplir con la provisión de los anticonceptivos. Ahora, como eso no está sucediendo, ¿qué hacemos en el mientras tanto? ¿Dejamos que las mujeres pobres se mueran mientras que las de clase media y alta van a las clínicas privadas y lo hacen con diagnósticos truchos? Es una cuestión de equidad.
–En esa clave de equidad, ¿cómo ve al sistema de salud en Argentina?
–El sistema de salud en Argentina es «darwiniano», selecciona a los más aptos. Al día de hoy, en la Ciudad de Buenos Aires, en el Hospital Fernández, por ejemplo, si querés sacar un turno, tenés que hacer la cola desde las 4 de la mañana, llueva, haga frío o calor. A las 6:30 abren las puertas, a las 7 empiezan a dar los turnos, y a las 7:30 aparece una persona con la voz al mejor estilo del personaje de la empleada pública de Antonio Gasalla y dice que no hay más turnos para ginecología, traumatología miembro inferior y cardiología. Lo malo no es solo que no haya turnos, lo peor es que nadie se para en la puerta y les pregunta a los que se quedaron sin turno: «¿Vos para qué viniste?». Y a partir de ahí se elabora un registro para ver qué servicios necesitarían más profesionales. Entonces el que llega al hospital es el que tiene tiempo de ir, un trabajo donde si llega tarde no le descuentan el presentismo, la Sube cargada y puede ir al turno en el horario que el hospital funciona, que es el que les conviene a los médicos y no, a los pacientes.
–Entonces muchos ni siquiera llegan al sistema público de salud…
–Sí llegan, pero en la ambulancia, cuando ya están mucho más enfermos. Entonces, como el sistema es más ineficiente que cruel, cuando ingresás en la ambulancia no te dice «ahora andá y morite en la plaza». En ese momento te recibe, te atiende, te interna en terapia intensiva, gasta un montón de recursos; en el medio la persona se agarra una infección intrahospitaliaria, se le dan antibióticos carísimos, o hace un paro, se le pone asistencia respiratoria mecánica… pero su salud queda mucho peor, si es que no se muere; y el Estado pierde muchísima plata. Es un mecanismo que no se entiende. Ellos tienen que cumplir una determinada métrica, la famosa planilla Excel. Si hay gente que queda en el camino, una lástima. Como dijo el presidente, Mauricio Macri: «Me parte el corazón». Yo digo, si te afecta tanto, además de comentar la realidad, tratá de modificarla. La ineficiencia hace que perdamos todos. Y ni siquiera te estoy hablando del aspecto humano, porque en el medio de todo esto hay cientos de vidas, sino de eficiencia económica. Y en estos términos al sistema de salud le convendría mucho más invertir en medicina preventiva.
–¿Qué implicancias tiene que el Ministerio de Salud haya pasado a ser una Secretaría?
–Nosotros hablamos de la degradación del Ministerio de Salud, porque bajó de grado. Te fuiste a la B. Eso tiene una serie de consecuencias prácticas que no se ven. Lo concreto es que, a menos que se haga alguna aclaración en el futuro al respecto, una secretaría no tiene autonomía de decisión en términos presupuestarios, esto implica que va a necesitar una firma más, entre otras cosas. Ya los procedimientos de compra son lentos, burocráticos, no solo con este gobierno, eso viene de mucho tiempo atrás; por eso, la misma gente que maneja una empresa privada eficientemente en el Estado tiene dificultades. Esto es usado como un argumento para los que creen que hay que achicar el Estado, cuando en realidad es todo lo contrario, porque el Estado es un elemento clave en la redistribución del ingreso, en tratar de equilibrar las diferencias, y una de las herramientas que tiene para esto es proveer una buena política de salud. Otro problema es que además te mienten. Un ejemplo reciente es el Hospital Posadas: la razón que dijeron por la que echaron a los profesionales fue «que había gente que no cumplía el horario». Yo desconozco si es así, pero vamos a dar por buena la versión, entonces, ¿dónde están los 300 llamados a concurso para cubrir los cargos? Si no llamás a concurso, me estás mintiendo, entonces son despidos por ajuste.
–¿Cuáles son las urgencias actuales en materia de salud en el país?
–La salud es un concepto que va más allá de estar enfermo o no, de tomar remedios o no. Lo que mejoró la salud de la gente en todo el mundo fueron dos elementos: agua potable y vacunas. La Argentina tiene que proveer agua potable a todo el mundo, cosa que no sucede; lo mismo con el sistema cloacal, que tampoco llega a todo el país. La Argentina tiene que tener medidas más enérgicas para extender la vacunación, porque ahora tenemos que pelear con la superstición antivacunas. Nuestro calendario de vacunación es el mejor de América Latina y uno de los mejores del mundo, pero ya sufrió el primer hachazo con la vacuna contra la meningitis para los chicos de 11 años, suspendida supuestamente en forma temporaria. Tener una política habitacional también hace a la salud. Ya a principios del siglo XIX un médico que trabajaba con tuberculosis decía que la pobreza y el hacinamiento eran los factores fundamentales que hacían que la enfermedad se expandiera. En la Argentina seguimos teniendo Chagas, por ejemplo, otra enfermedad que se resuelve con una vivienda digna. Entonces, pensar en salud es mucho más que enfermedad y medicamentos. Por supuesto que los medicamentos son necesarios y salvan la vida a mucha gente, pero si lo pensamos solo en esos términos, estamos en problemas.