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«El mundo no estaba preparado»

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El reconocido infectólogo analiza el escenario local y el contexto en el cual el coronavirus llegó al país. Rescata el rol del Estado, la revalorización de la salud pública y plantea la posibilidad de discutir si el sistema sanitario «es lo mejor que podemos alcanzar con los recursos que tenemos».

Nació en Jujuy, estudió en la Universidad Nacional de Córdoba y se especializó en enfermedades infecciosas. Hoy es director de Investigaciones de la Fundación Huésped y  preside la Sociedad Argentina de Infectología. Forma parte del comité de expertos que asesora a Alberto Fernández en la pandemia de coronavirus y destaca «la permeabilidad que el presidente ha tenido para las críticas y el coraje para llevar a cabo muchas de las acciones que parecía que iban a ser imposibles de tomar».
–¿Qué rasgos de esta epidemia la convierten en una situación inédita y por qué se extendió tan rápidamente?
–Este es un virus nuevo que no existía previamente como una enfermedad en los humanos, aparece recién a fines de diciembre del año pasado. En el poco tiempo que pasó ya tenemos muchas de las respuestas que necesitamos, aunque estamos muy sorprendidos por la capacidad que tiene de afectar tanto a nivel global. Tiene una muy alta transmisibilidad, una persona contagia a tres más. Y una alta tasa de ataque. El 35% y en algunas circunstancias el 50% de las personas que conviven con alguien con coronavirus, se infecta. A eso se suma que es de transmisión respiratoria, entonces las medidas individuales son más difíciles de llevar a cabo. Por último, se transmite muchísimo por contaminación de superficies y persiste en algunas hasta varios días. Todo esto hace que sea de una transmisión muy rápida, lo que, sumado a la globalización extrema en las comunicaciones y en los transportes, ha vuelto imposible que quede localizado en un solo país.
–¿Cree que fue subestimada?
–No creo. El brote arrancó a fines del mes de noviembre pasado y en diciembre ya estaba China en alerta, con cuarentenas los primeros días de enero. Lo que pasa es que sucedió en una ciudad con mucha densidad poblacional, muchísima conexión aérea  y así se extendió a todas partes. En ese momento había 30.000 argentinos en el exterior. Uno lo mira ahora retrospectivamente y el hecho de viajar por el mundo se hizo una norma. Socialmente lo hemos privilegiado y está muy bien que tengamos la posibilidad de conocer el mundo. Este es un signo de globalización, pero la gente se concentra en grandes lugares turísticos, París, Madrid. Yo creo que no lo hemos hecho sostenible. Ahora vemos las aguas limpias en Venecia, o el cielo claro en China. Ecológicamente hemos perdido de vista la situación y nos hemos hecho mucho más vulnerables en este siglo.
–¿Cómo nos encontró y cómo está preparado el sistema sanitario?
–El mundo no estaba preparado en ningún lugar. Ni China que es un país rico, ni los cuatro mejores sistemas de salud del mundo como son los de Alemania, Francia, Italia y España, estuvieron preparados. Y hoy todos están sufriendo las consecuencias. Nosotros veníamos de un período económico muy malo, con un deterioro importante de todo el sistema de salud, con un presupuesto que no solo había bajado sino que no se había llegado a ejecutar y eso tuvo un gran impacto. A esto se suma el impacto social. Lo único que nos permitió no estar en este momento en una situación muy grave, y ojalá que no lo estemos, es haber estado más lejos del centro de la explosión y haber tenido más tiempo para prepararnos. Empezamos con medidas de planificación el 22 de enero y eso nos  dio un poco más de un mes hasta que llegó el primer caso al país. Luego hemos tomado medidas muy drásticas que nos salen muy caras, le sale más caro a la gente también, hay muchos que están sufriendo por esto, pero nos permite estar diferenciados con respecto a otros países en la cantidad de casos que tenemos.
–Hubo diferentes estrategias que tuvieron distintos resultados.
–Lo de las estrategias es muy interesante, porque Italia tiene un sistema único de salud, público, universal y gratuito que por muchos años fue el ejemplo. Hicieron una gran reforma en los años 70 después de una gran crisis económica y revirtieron toda la fragmentación que tenían en un solo sistema de salud. No conozco el caso específicamente desde el punto de vista político para opinar, pero sí sé que en los últimos diez años el sistema se desfinanció y comenzó a tener muchas dificultades. Sin embargo creo que con la pandemia, primaron más los errores en el manejo social que en la atención dentro de los hospitales. Pareciera que el mayor error fue no implementar la medida de distanciamiento físico mucho más temprano y no cerrar las fronteras, sobre todo en el norte.  Cuando quisieron hacerlo, toda la gente emigró hacia el sur y explotó la situación en todo el país. Estados Unidos, por el contrario, tiene un sistema de salud que junta lo peor de la fragmentación y la segregación, la falta de acceso, en un país federal donde depende del poder de cada uno de los estados y donde la rectoría del poder nacional fue muy débil. Por eso no llama la atención lo que está pasando.  
–La estrategia Argentina fue anticiparse. ¿Cómo lo ve ahora con perspectiva?
–No podemos tirar manteca al techo. Somos un país federal con pocos recursos, con capacidad muy limitada pero con una rectoría nacional muy fuerte y un compromiso de las autoridades muy grande. Eso nos ayuda a ver cómo evoluciona la situación.
–¿La pandemia ayudó a revalorizar el rol del Estado?
–Creo que ese es el mejor legado que puede dejar. En un mundo donde se viene privilegiando el individualismo y un Estado lo más pequeño posible, la pandemia revaloriza el rol del sistema sanitario y la necesidad de un Estado fuerte social y de una educación con acceso a todos en forma equitativa. Ojalá que estas sean las lecciones que nos deje para los próximos años.  


–¿Cree que se abre un nuevo paradigma de salud colectiva versus salud individual?
–Si no tenemos la fortaleza de usar esta oportunidad para discutir el sistema de salud, no lo sé. Sí sé que tenemos una oportunidad de sentarnos y animarnos a preguntar si el sistema que tenemos es lo mejor que podemos alcanzar con los recursos que tenemos. Hoy gastamos en salud más que Canadá y los resultados son mucho peores, no por la gran demanda sino porque hay muchas personas que no tienen acceso. Hay un pequeño grupo de gente que consume los recursos de muchos otros. Esto está motivado por el desfinanciamiento de la salud pública y por leyes que favorecieron la concentración de recursos en sistemas de prepagos. Algunas de estas cosas las tenemos que replantear.  
–¿Cómo se articula el trabajo entre el comité de expertos, las sociedades científicas y el Estado?
–Para mí es lo más admirable de esta gestión. Apenas se empezó a escuchar sobre este problema el Ejecutivo conformó un grupo de más de 18 personas de diferentes sociedades científicas y ha sido muy proactivo en compartir información y en forma muy transparente su transmisión. Yo destaco la permeabilidad que ha tenido para la crítica y el coraje para llevar a cabo muchas de las acciones que parecía que iban a ser imposibles de tomar. Sobre todo la cuarentena, por el impacto económico que lamentablemente tiene.
–¿Puede decir que el respaldo de los expertos legitima las decisiones políticas y genera que la sociedad tenga otra mirada frente a las medidas que se toman?
–Más allá del respaldo de los expertos hay que tener capacidad de decisión. Cuando se realizaron las reuniones para evaluar extender la cuarentena nosotros fuimos convencidos de que iba a ser una batalla para tratar de convencer a la gente en Olivos, que estaba a favor de levantarla por el impacto económico. El presidente nos pidió una evaluación de los diferentes escenarios y fue claro: el PBI se puede recuperar pero los muertos no se recuperan. Eso a nosotros nos da mucha libertad para decir lo que vamos pensando porque detrás hay una decisión que no toma solo en cuenta los números. El compromiso político y el riesgo que se asume es grande.
–¿Cómo evalúa el rol de los medios, la circulación de fake news y de teorías conspirativas en torno al coronavirus?
–Un punto es el rol de internet que ha sorprendido por la velocidad con que las noticias falsas se filtran por todos lados, llegan a todo el mundo y se comete el error de leerlas y recircularlas. Presidentes y ministros han caído víctimas. El otro punto es la desesperación que tiene la gente de retransmitir información.
–Hablando de información chequeada, ¿cree que existe presión social?
–Un ejemplo de esto es Estados Unidos como generador de información. Por primera vez en la historia, la FDA, que es el organismo más serio de regulación y aprobación de medicamentos, termina aprobando el uso de una medicación (hidroxicloroquina) para la cual no hay evidencia aún suficiente, solamente por la presión social tan grande que se generó, porque el presidente Trump vio un resultado en una revista y puso en Twitter que hay que aprobarlo.
–¿Testeos masivos sí o no?
–Hay un poco de desinformación en este sentido. No hay ningún país que haga tests masivos. Corea y Alemania tiene un volumen muy alto de testeo, pero es muy diferente al concepto de masivo. Testear masivamente es ir a un supermercado por ejemplo, para hacer pruebas a una masa determinada que no tiene síntomas. Eso lo hacemos en sífilis o HIV porque son enfermedades asintomáticas y la gente puede no saber que está enferma. Hay que concentrarse en testear a la mayor cantidad de gente posible que tenga alguno de los síntomas. Estamos expandiendo los testeos en el país de la forma más racional posible para hacerlo en zonas donde hay circulación del virus a quien tenga fiebre y síntomas respiratorios.
–¿Cómo influyen los determinantes sociales en la enfermedad?
–Desde el punto de vista biológico esta enfermedad se ensaña mucho más con los adultos mayores que con personas con menos ventajas sociales. Ahora, el problema de los condicionantes sociales es que la gente no tiene acceso a servicios ni a la salud. Sin agua no hay lavado de manos, si no hay espacio no se puede hacer aislamiento, si una persona tiene síntomas respiratorios y comparte la habitación con dos personas mayores y tres niños es muy difícil decirle que mantenga un metro y medio de distancia. A esto se suma que la gente con menos recursos vive de lo que produce cada día. Es por eso que la cuarentena afecta en forma desproporcionada a este grupo. Se está trabajando, se están tomando medidas, pero siempre son insuficientes. Esa quizás es la causa más importante por la cual se levanta la cuarentena.
–¿Lo mejor que podríamos hacer epidemiológicamente es extender la cuarentena?
–Sin dudas lo mejor que podríamos hacer es sostenerla el mayor tiempo posible, pero la situación social, sobre todo en las clases más necesitadas es muy preocupante.
–¿Cuándo termina esto? ¿Hay un horizonte de previsibilidad?
–No, no podemos saberlo. Es la primera vez que va a entrar el virus en una región que pasa del verano al invierno y por eso no sabemos la dinámica de lo que va a suceder. Y no es un virus que se extinga en forma independiente salvo que tengamos grandes medidas de distanciamiento físico. Si pudiéramos en todo el mundo hacerlo durante 15 días lo solucionaríamos. Pero hoy, cuando comenzamos a mejorar en algunas áreas, otros países empiezan a empeorar. China está empezando a preocuparse porque pueden volver a surgir casos. No sabemos cómo serán los próximos meses. Esto es lo que nos lleva a pensar que las medidas de distanciamiento físico van a durar mucho tiempo. Vamos a tener que seguir estando lejos de las personas, cuidando mucho a la gente grande, sin realizar eventos grandes familiares ni culturales hasta que el virus deje de circular.
–El mundo no será igual…
–Por mucho tiempo.

Fotos: Clara Sánchez

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