Mientras presenta un documental acerca de los males causados por el organismo internacional y conduce ciclos en radio y televisión, el periodista analiza la complicada situación económica del país y la región y las dificultades que enfrenta el trabajo en los medios de comunicación.
13 de noviembre de 2019
Alejandro Bercovich, periodista y economista, no para un segundo de mencionar una palabra: «Fondo». Por el Fondo Monetario Internacional (FMI) como responsable de la actual crisis en el país y por su película, también llamada Fondo, que se proyecta en distintas salas, entre ellas, en el Centro Cultural de la Cooperación, y que según él sirve como una herramienta pedagógica: «Es una explicación para los jóvenes que no vivieron el 2001 y una actualización para los que pareciera que se olvidaron el rol que tuvo ese organismo aquella vez».
Del canal a la radio, de la radio al canal (conduce Pasaron cosas en Radio con Vos, y en C5N, Brotes verdes); incansablemente trabaja, discute, informa y analiza la realidad económica y política. Es que «Berco», como todos lo llaman, con solo 38 años de edad, se ha convertido en una referencia de claridad en una materia muchas veces complicada, pero también en sus posiciones firmes y comprometidas. Así es como arremete, sin matices, contra el Gobierno saliente de Mauricio Macri: «Es la expresión de la casta más rancia, menos nacional y más superficial del empresariado argentino».
Si bien en su film muestra cómo el FMI dañó las economías de países en varios continentes, «experiencias como Portugal muestran que se puede romper con esa supuesta única alternativa. Y más allá de que no sea extrapolable a la Argentina –aclara– porque es un país de otro continente, es claro que sí se puede discutir, poner en entredicho y hasta frenar en los casos en que hay gran movilización, como Ecuador o Chile».
–¿Chile vendría a ser el ejemplo de cómo, por más que supuestamente salgan bien las recetas del Fondo, en realidad siempre terminan saliendo mal?
–Totalmente. Fijate cómo en uno de los testimonios de la película, John Lipsky, el director anterior de Christine Lagarde, estuvo de joven en el Chile de Pinochet como delegado permanente del Fondo y después trabajó para la banca todo el tiempo hasta llegar a director del FMI. Chile es un país moldeado por esas escuelas económicas, con políticas que defiende como propias el FMI. Y lo pusieron como ejemplo hasta dos semanas antes de que estallara el conflicto.
–Hay un video del exministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en su viejo programa de TN con un cartelito que decía «no volvamos al Fondo». ¿Por qué creés que volvió bajo su gestión?
–Lo que quedó claro fue que desde enero de 2017 había una idea del oficialismo de acudir al FMI. Ya cuando vieron que se cerraba el grifo del financiamiento privado externo, empezaron a tener contactos con el Fondo que derivaron en la visita de Lagarde y en la firma del acuerdo por parte de Dujovne. Ese cartel es de antes de que fuera ministro, era una chicana, pero demuestra también que los que advertían que este modelo de endeudamiento terminaba en el FMI no estaban exagerando ni un poquito. Porque es lo que termina ocurriendo siempre en los procesos de endeudamiento tan vertiginosos. Porque el financiamiento privado, como cuenta Lavagna en la película, busca el cobro de intereses, pero en el caso del FMI, además procura condicionar el desarrollo de los países. Y en general, aunque parece conspirativo, el FMI trabaja sistémicamente para esos intereses: para el mundo de los acreedores privados. Entonces lo que queda claro es que hay un tándem, y que mal podía entenderse el ciclo de endeudamiento macrista de los dos primeros años, sin tener en cuenta el rol del FMI como una fuerza que apareció a jugar después. Y que, por supuesto, es la que se va a quedar a condicionar la economía argentina por mucho tiempo.
–Teniendo en cuenta también las experiencias con Menem y la última dictadura, ¿no debería haber una especie de «nunca más» al neoliberalismo?
–La palabra «neoliberalismo» está tan meneada que quizás ya pierda sentido ponerla en discusión a nivel social o popular. Hay gente que entiende distintas cosas por neoliberalismo, como hay gente que entiende distintas cosas por izquierda y derecha. Por eso decidimos poner el foco en el Fondo, porque de este se habla mucho, pero se lo discute poco. Y, si bien es bastante conocido lo que nos hizo y cómo condicionó al país, hay mucha gente que perdió de vista al Fondo en la última crisis de 2001-2002. Se necesitaba una actualización. Por eso quisimos mostrar lo que hizo en países como Grecia y Portugal que, incluso siendo europeos, sufrieron el ajuste como anteriormente lo sufrimos los latinoamericanos, los asiáticos y africanos. Después de la crisis de 2008, el Fondo dijo que había cambiado, igual que nos dijeron a nosotros en 2018, que tenía preocupaciones sociales, la igualdad de género, los pobres y el medioambiente. Todo eso se mostró falso: después de un año y medio tenemos 5 millones más de pobres, más brecha de género y problemas ambientales. Y vamos a tener más, porque, por ejemplo, va a haber que profundizar el deterioro de nuestras tierras y recursos naturales para intentar cubrir financieramente el agujero que Macri deja como herencia a la próxima administración.
–Se habla mucho de «la pesada herencia». ¿Qué tan pesada fue en realidad la herencia que recibió Macri? ¿Como es la que recibe Alberto Fernández?
–Esta herencia está envenenada como no se veía desde 2001. Es una situación de asfixia del sector externo e incluso hay mucha más deuda hoy que en aquel entonces. De verdad es muy grave lo que deja Macri. Creo que hace falta discutir esto porque va a condicionarnos durante mucho tiempo. La herencia era complicada en 2015, había muchas decisiones equivocadas en economía, pero no tienen ni comparación con los grados de libertad recortados con los que asume la próxima administración. Justamente por el rol político que tiene el Fondo Monetario. Por el hecho de que no estamos hablando de una deuda con cualquier acreedor. El Fondo es una institución que más que un banco, es un invasor, un gendarme de las finanzas globales que trabaja para que los acreedores sigan viviendo en un mundo donde un deudor paga altas tasas de interés, nunca logra cubrir el capital y además se amolda a las exigencias de los países mandantes del Fondo que incluyen obligar a estos países a que gasten menos en todo, salvo en intereses de la deuda.
–Algunos economistas aseguran que es posible una salida rápida aprovechando la capacidad ociosa instalada, comparando la situación con la salida de la crisis del 2001. ¿Coincidís?
–Coincido en que la capacidad instalada ociosa es muy alta. Y hay otro rasgo en común con 2002 que es que los salarios están bajísimos. En dólares y en poder adquisitivo. Estos dos factores harían pensar que se puede bajar el desempleo rápido. Pero también es cierto que para otros economistas la salida de la crisis no se produjo todavía. Hay un debate acerca de si estamos en una situación similar a la de 2000/2001 y si todavía podemos caer más. Entonces creer que simplemente por aprovechar la capacidad ociosa instalada o por la licuación de los salarios se puede resolver, nos puede hacer perder de vista que quizás esta vez tengan razón los economistas que siempre la pifian, los de la «city», que pronostican otro año de recesión para 2020.
–También se menciona la posibilidad de una cesación de pagos de la deuda, como ejemplo, la recuperación poscrisis de 2001. ¿Es una posibilidad real?
–Sí, se va a producir y ya comenzó. El reperfilamiento no es otra cosa que eso. Lo que hizo el macrismo fue simplemente «defaultear»los vencimientos que les tocaban a ellos. Ahora hay una disputa en esta transición entre Axel Kicillof y María Eugenia Vidal para ver quién declara el default de la provincia de Buenos Aires de cara al megavencimiento que hay en enero, a todas luces impagable, que es de cerca de 500 millones de dólares. Esto a nivel nacional tiene un correlato también que es que el default puede declararse formalmente, o no, pero de todos modos es nítido que no se puede cumplir con los pagos de deuda de los próximos años. Con lo cual, esa cesación de pagos va a producirse en simultáneo o muy cerca de la renegociación que hace falta de la deuda. El problema es que, si bien el Fondo puede aceptar una reprogramación de plazos sin mucha exigencia, por el cargo de conciencia que tiene por haber violado todos sus estatutos para financiarle la campaña a Macri, lo que no está claro es que Argentina vaya a tener esos tres años que tuvo entre 2002 y 2005 sin pagos de deuda para aprovechar ese impulso fiscal y para reordenar la economía mientras se crece. Eso fue un ciclo virtuoso que también estuvo acompañado de un contexto internacional favorable por precios, de una coordinación regional y también de un proceso de desdolarización de gente muy rica argentina que tenía dólares acumulados en la convertibilidad que los desatesoró para hacer grandes ganancias en pesos en esos años. Eso no está claro que vaya a producirse de vuelta o por lo menos tan rápido. Por eso vale la pena este debate de si estamos en 2000, 2001 o 2002. Yo no daría tan por hecho que estamos en ese 2002 del rebote.
–¿Qué perspectivas políticas ves para el próximo gobierno?
–La expectativa, en mi caso, era que simplemente se terminara el daño que generó Macri. Para mí, esa misión está cumplida. La principal expectativa que tenía de Alberto Fernández ya la cumplió, era desalojar del poder a este dispositivo de carácter tan dañino. Además, con la suma del poder público: medios a favor, jueces a favor, encarcelamiento de opositores, EE.UU., el Fondo Monetario. Y el bloque hegemónico local con los tres Gobiernos más importantes: Nación, Provincia y Ciudad de Buenos Aires. Que esto se haya terminado, aun con el daño que ha hecho, ya es positivo. Después, el Frente de Todos va a tener que navegar sus contradicciones y espero que se salden a favor de los sectores más progresivos, porque los hay reaccionarios allí adentro. Pero eso se va a determinar en las calles, en la movilización y no tanto en una discusión de palacio entre dirigentes que es lo que ha primado hasta ahora para construir esta herramienta electoral que para mí ya cumplió su objetivo, y muy exitosamente, con la derrota en primera vuelta de Macri.
–¿Como ves el trabajo periodístico actual, en este contexto de despidos y recesión?
–Es muy difícil hacer periodismo sin recursos, sin empresas que manden enviados especiales a los lugares donde pasan las cosas, sin viajes, corresponsalías ni coberturas. El documental Fondo es un ejemplo de eso, está hecho a pulmón porque el productor, Claudio Martínez, es un prócer del periodismo televisivo. Porque me empujó a que llevemos a cabo esta verdadera hazaña de la logística. Por él nos fuimos de viaje a Grecia, Portugal y EE.UU.
-¿Qué opinás de la grieta en el periodismo?
-Creo que hay grieta para rato, y si me corrés, no sé si está tan mal. Yo soy de los que creen que uno no es imparcial. No se puede ser objetivo frente al saqueo del país de nuestros hijos o frente al endeudamiento que van a tener que pagar ellos. Hay que denunciarlo y diagnosticarlo. Hay que ser muy precisos en señalar a los responsables y tenemos que trabajar para que se sepa la verdad, ese es trabajo del periodista. El trabajo nuestro no es balancear la cosa o compensar; lo que tenemos que hacer es que se sepa la verdad y la verdad es que nos saquearon con el apoyo de un organismo que responde a las grandes potencias del G7 y al poder financiero nucleado en Wall Street.