Voces | ENTREVISTA A GABRIEL VOMMARO

El ADN mileísta

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Bárbara Schijman

El sociólogo e investigador analiza el apoyo al Gobierno en su primer año de gestión y el núcleo social de respaldo a La Libertad Avanza. Razones, narrativas y escala de valores.

Foto: Guido Piotrkowski

«Se está construyendo un electorado mileísta, que no es una especie de relación basada puramente en el enojo inicial y en el impulso de romper todo, sino que hay algo que se va consolidando como relación y como adhesión de casi todos los votantes con Javier Milei», sostiene Gabriel Vommaro, doctor en Sociología por la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París y director de la Maestría en Sociología Política de la Eidaes-UnSam. Entre los votantes de Milei, señala el investigador del Conicet, «hay círculos de más intensidad y de menos intensidad, de más ideología y de menos ideología, pero en líneas generales hay un electorado que se va consolidando. No se fueron muchos, tampoco entraron tantos a ese electorado, pero, seguro, entraron más de lo que se fueron». Estas conclusiones surgen de un estudio con votantes de La Libertad Avanza (LLA) de todo el país y de todas las edades, hombres, mujeres y niveles educativos y ocupaciones diferentes que Vommaro, Mariana Gené y Gabriel Kessler llevaron a cabo durante seis meses, de julio a diciembre último, para conocer el apoyo a la gestión en su primer año. Del trabajo surge que este respaldo es amplio, más allá de que hayan crecido el desempleo, la pobreza y la desigualdad. Aunque las adhesiones no son monolíticas, la estabilización económica y el antikirchnerismo lideran las razones que comparten muchos de los seguidores de Milei. Entre quienes lo apoyan, «no existe un consenso conservador o autoritario, pero sí hay resultados económicos, hay terreno liberado para avanzar con reformas conservadoras», dice Vommaro.

–¿Cuál es su análisis sobre el primer año del Gobierno de Javier Milei?
–Pensar en un balance de su primer año de Gobierno es complejo porque son muchas las dimensiones que habría que tener en cuenta. Uno puede decir, sin ser mi especialidad, que en el campo económico el Gobierno fue muy exitoso respecto de sus parámetros. Como muchos sostienen, fue mucho más heterodoxo de lo que parecía. Mantuvo el cepo, por ejemplo, que es sin duda un instrumento no ortodoxo ni mucho menos libertario de política económica, monetaria, pero la inflación se redujo, el dólar quedó estable y hubo cierta mejora de la situación macroeconómica. En paralelo, vemos resultados muy negativos para el consumo local, la industria, y un crecimiento inicial de la pobreza y el desempleo importante; pero eso estaba dentro de los costos que estaban dispuestos a pagar y entonces en sus parámetros me parece que fue un año económicamente muy exitoso.

–¿Y en el ámbito político?
–En el ámbito político se trata de un Gobierno muy débil en su punto de inicio, muy débil desde el punto de vista de su estructura política, un partido casi inexistente, con muy pocos diputados, muy pocos senadores, y ninguna provincia. Sin embargo, logró consolidarse como fuerza política y logró, con muy pocos recursos, controlar o neutralizar bastante bien el Congreso. Al mismo tiempo, logró consolidar ciertos apoyos en la casta, en la clase política, con un PRO en crisis, con un Juntos por el Cambio que no existe más, con un centro político bastante diluido y con un peronismo en crisis también, con una interna muy fuerte que lo debilitó mucho como voz opositora. 

–¿Qué sucedió con los votantes de La Libertad Avanza durante 2024? ¿Cuánto consolidaron o debilitaron su apoyo a Milei?
–El Gobierno consolidó una base de apoyo. Hace seis meses estamos estudiando a los votantes de Milei para ver en qué medida se consolidaba o no una base electoral propia más o menos sólida. Lo está haciendo. Por supuesto, hay que ver cómo sigue esto, pero lo está haciendo. Uno ve que se va construyendo un electorado mileísta, que no es una especie de relación basada puramente en el enojo inicial y en el impulso de romper todo, que sigue estando sin duda, pero que hay algo que se va consolidando como relación y como adhesión de casi todos los votantes con Milei. Por supuesto que eso tiene círculos de mayor intensidad y de menor intensidad, de más ideología y de menos ideología, pero en líneas generales hay un electorado que se va consolidando. No se fueron muchos, tampoco entraron tantos a ese electorado, pero entraron más de lo que se fueron seguro. Uno puede pensar que en la conflictividad social pasó algo parecido. La conflictividad social está diluida, no está nacionalizada, no está centralizada, y sobre todo está fuertemente deslegitimada socialmente, con lo cual tiene muchos problemas también para hacer pie en la esfera pública como parte de actores que ponen en escena los costos sociales de esta política de ajuste económico.

–Frente a los costos sociales del «ajuste más grande de la historia», ¿cuáles son hoy las expectativas y esperanzas de los votantes de Milei?
–La expectativa y la esperanza tienen una dimensión retrospectiva y una dimensión prospectiva y de futuro. Habría que diferenciar lo que tiene que ver con aquello que los progresistas creemos que es valioso, como, por ejemplo, la cultura financiada por el Estado. Estos votantes compraron la idea de que eso había sido la excusa para un montón de curros, como se dice, y que en un contexto de fuerte sacrificio económico no había posibilidad de que el Estado se encargara de esas cosas y se reencuadró como la idea de privilegio, sobre todo en las áreas más ligadas a un pensamiento progresista: temas de género, diversidad, derechos humanos. El otro punto es que hay una dimensión también retrospectiva muy vinculada con una especie de justicia de reparación: la idea de que el kirchnerismo abusó del Estado y que generó una casta política y una clase privilegiada que vive del Estado. Muchos de los votantes consultados sienten que se está reparando un daño del pasado. El tercer punto tiene que ver con la adhesión basada en la expectativa de un tipo que sabe de economía y que sabe cómo llevarnos a un país mejor, aun cuando tengamos que pasar sacrificios. Esta narrativa general tiene muchos grises.

Foto: Guido Piotrkowski

–¿Por ejemplo?
–Entre los votantes de Milei uno puede ver gente que es mucho más «believer», que compró todo el paquete, y gente que lo compró, pero que tampoco está dispuesta a acompañarlo a cualquier costo. En algún momento el Gobierno va a tener que ofrecerles a sus votantes algo más que sangre, sudor y lágrimas, pero por ahora esa promesa de un futuro mejor ayuda a que esa sangre, sudor y lágrimas funcionen como un alimento de la adhesión. Otro punto clave que vimos es que la ruptura de los puentes con el establishment político partidario y con los medios tradicionales hizo que Milei pudiera transitar y ocupar otra gran avenida: la de la comunicación.

–¿Cuánto consolidó el Gobierno su núcleo duro?
–Por un lado, lo que está consolidando Milei sin duda es un núcleo duro activista muy ideológico, muy pretoriano, muy dispuesto a bancar este proyecto, como se decía en otro momento, con mucha fuerza. Ese núcleo duro lo está consolidando con recursos del poder del Estado, con el poder que te da manejar la caja. Muchos son funcionarios de primera, segunda, tercera, cuarta línea. El financiamiento público para streamers, por ejemplo, va consolidando una base activista bastante desorganizada en el sentido clásico, porque el partido está muy lejos todavía de ser algo sólido y estable, pero muy coordinado en términos de narrativas y de estrategias digitales coyunturales. A nivel de sus votantes, hay un núcleo duro más ideológico, entre conservador y libertario. Esos dos mundos se juntaron en Milei y Villarruel: el mundo más libertario económico y el mundo más conservador/autoritario. El gran contrato de Milei es económico, no es ideológico, social, cultural; es económico y es antikirchnerista es su combustible. Esa base se va a consolidando.

–¿Qué otros hallazgos arrojó el estudio?
–Otro asunto que nos sorprendió, aunque lo intuíamos, es la consolidación de esa base que se sobrepone a dificultades y que sigue encontrando razones para creer y para apoyar. Y cómo se va consolidando una relación con Milei como figura política. Eso también está vinculado con la eficacia de los encuadres de la narrativa oficial y cómo eso permea en las bases de los votantes. Otro tema que nos parece clave es la cuestión del contrato económico. Los votantes mileístas comparten un contrato de ordenamiento económico como gran promesa del Gobierno. Advertimos, como era de esperar, un combustible antikirchnerista muy fuerte y una relación muy ambigua con tópicos como derechos humanos, género, cultura, diversidad, aborto. En general, esos tópicos tienen muy baja relevancia en el orden jerárquico de las cosas que les importan. Con el tema del aborto, por ejemplo, las mujeres son mucho menos conservadoras que los varones y decían estar a favor incluso, pero ese tópico no ocupa un lugar tan relevante como para que en el caso de que este Gobierno haga un giro ahí conservador y quieran empujar una agenda antiderechos, esta gente deje de apoyarlo. Otro punto clave que encontramos es que los hombres jóvenes tienen algo de rebelión antiprogre, sobre todo cuando ese mundo vinculado con lo progre entra en crisis.

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