La psicóloga destaca la importancia de utilizar técnicas lúdicas para abordar casos de abuso sexual infantil, a la vez que traza un diagnóstico crudo de la problemática. En su último libro devela el mensaje que dan las víctimas mientras juegan con lobos, serpientes y Barbies.
16 de mayo de 2016
María Cecilia López es licenciada en Psicología y especialista en Psicoanálisis de Niños. Tiene 46 años y lleva más de dos décadas dedicadas a ayudar a chicos víctimas de abuso sexual. A la citada especialidad fue acercándose casi premonitoriamente cuando a los 15 años encontró en el aula un libro sin tapa que devoró en tres días. La obra era nada más y nada menos que la novela Sybil, que relata el caso real de una joven con personalidad múltiple, víctima de abuso sexual en su infancia. Años más tarde, en cuarto año de Psicología, se animó a hacer una pasantía en una institución que albergaba a niñas prostituidas, en lo que sería la antesala de su trabajo hasta hoy. Es autora de varios libros, entre ellos Abuso sexual, cómo prevenirlo, cómo detectarlo; Madres de hierro, las madres en el abuso sexual infantil; Los dibujos en el abuso sexual infantil y el más reciente Los juegos en la detección del abuso sexual infantil, obra que busca ser una herramienta para padres, docentes y psicólogos tendiente a descifrar el mensaje que los chicos abusados sexualmente intentan transmitir a través de los juegos.
Hija de padres comerciantes y primera profesional de su familia, López asegura que cada vez que descubre un abuso sexual en la historia de un chico trabaja cual cirujano para que pueda curarse a pesar del dolor y el trauma. Todavía sigue fresco en su memoria el día que tuvo que viajar al extranjero imprevistamente junto con otra colega con una valija llena de juguetes para evaluar a las hijas de un personaje muy poderoso que llegó a custodiar con guardias armados a quienes realizaron la cámara Gesell, una historia que terminó con las nenas exiliadas en otro país tras comprobarse el abuso. A través de su trabajo, sus conferencias en todo el mundo y sus libros donde incluye casos clínicos contados con un lenguaje directo, intenta que el abuso sexual infantil deje de ser tabú y que las víctimas se animen a hablar para salir del horror del silencio.
–En su último libro hay un dato que estremece: 2 millones de chicos abusados sexualmente cada año en Latinoamérica según cifras de unicef…
–El abuso sexual infantil es una pandemia. Si bien en todos los tiempos hubo abuso sexual, desde hace 15 años a esta parte, con la aparición de Internet, hay mucha pornografía a la mano de cualquiera. Antes no existía esto, la pornografía era una cuestión más individual. Ahora, con la pornografía infantil solo en la Argentina se descubren miles de páginas web por año dedicadas a esto. Con la difusión de Internet se arman grupos de pedófilos anónimos donde conversan, chatean y se incentivan entre ellos. Creo que esta es la causa por la cual hoy hay más abusadores.
–A pesar de las cifras de abuso todavía cuesta creerles a los chicos cuando dicen que fueron abusados, ¿por qué?
–Porque es tabú, el tabú social más grande de la historia de la humanidad. Como dice el juez Carlos Rozanski, «es el delito más impune de la humanidad». A los chicos se los subestima, se cree que fantasean porque son «chiquitos». Hace unos meses realicé una evaluación a una nena de 2 años y medio, ni siquiera los peritos especializados querían evaluarla por su corta edad. La madre estaba desesperada porque la niña decía «papá pega con martillo en la colita de la nena». Cuando comencé a evaluarla eran increíbles los juegos que la nena hacía con los muñecos, porque en su lenguaje de niño proyectan con los juguetes lo que han visto o lo que les han hecho: desnudaba a las muñecas, sacaba crema blanca de manos y la colocaba en la zona genital de las bebotas, luego con un martillo de plástico repetía «el martillo de papá» pegándole en la misma zona a las muñecas. Cuando le pregunté dónde estaba «el martillo de papá» señaló la zona genital de los muñecos varones.
–¿Por qué es importante usar juguetes en la evaluación?
–Para evaluar a un chico abusado o sospechado de abuso, en cualquier consultorio son importantes los juguetes. A mí me ha pasado de atender a un chico porque bajó el rendimiento en el colegio, no era un chico sospechado de abuso, pero luego se descubre que sí era abusado. En cualquier consultorio debe haber un lobo feroz, una serpiente, cerdos, son todos símbolos del abusador sexual y en los juzgados esto no existe. Uno de los juegos de los chicos abusados consiste en agarrar una serpiente (de juguete) y querer metérsela al psicólogo o a un muñeco en la boca, algo representativo del sexo oral. Es tan sencillo tener estos elementos en los juzgados y sin embargo no están. Cada juguete es una palabra, si no están no hay con qué expresarse.
–¿Por qué cree que ocurre esto?
–Esto no es casualidad, los juzgados todavía se mueven con la ideología patriarcal, inconsciente, donde de base se supone que los papás siempre son «buenos» y digo los papás porque el 90% de los abusadores son padres, abuelos o tíos, cercanos al chico. El abusador de la plaza o el sátiro de la esquina es raro de ver. Se supone que el papá es «bueno», entonces se trata de negar y hacen todo para que el chico no hable y buscan revincular a ese niño con su padre de cualquier manera.
–¿Pero esto es posible?
–Se hace constantemente. Es el gran problema de los juzgados de todos los países de Latinoamérica, de Estados Unidos y Europa. Hay una buena y una mala noticia: la mala es esto y la buena es que se están conformando grupos de madres que se están movilizando en todo el mundo para hablar del tema; el tabú se va rompiendo. Están cambiando las generaciones de mujeres y los juzgados también, muy de a poco, seguramente lleve 50 años más.
–Retomando lo que usted cuenta en el libro, ¿a qué juega un chico abusado? ¿Siempre son juegos siniestros?
–No siempre juegan a cosas siniestras y no siempre están llorando, muchas veces están contentos porque necesitan conectarse con la parte linda de la vida. Juegan a cosas terribles como matar o envenenar a sus muñecos, o con plastilina juegan a hacer empanadas de carne humana picada, también hay matanzas seriales de muñecos, pero muchas veces ellos se disocian mentalmente y juegan a cosas muy lindas o hacen dibujos preciosos. Son siempre juegos elaborativos, trabajan para entender a través del juego.
–¿Qué pasa con un chico que no juega a nada? ¿Esto también puede ser un signo de abuso sexual?
–Es cuando peor están. Hay que hacerlos jugar, ayudarlos a que pierdan el miedo, a veces se tardan meses para que vuelvan a jugar. He tenido pacientes de 3 o 4 años con los que tenía que dejar la puerta abierta, tenían miedo de entrar al consultorio, o no quieren entrar porque justo había un animal con el que los asustaba el padre. Tengo el caso de una niña que luego de un año ya no tiene más miedo a ese muñeco que representaba al padre y por primera vez empezó a hablar en el juzgado.
–No siempre los chicos se animan a contar lo que les ocurrió, se requiere de varias sesiones. ¿Cómo se llevan estos tiempos con los que se manejan ellos y los del sistema judicial?
–El sistema judicial evalúa a los niños en media hora o en una hora como mucho y en esa hora se espera detectar si el chico fue abusado o no. Yo llevo entre 10 y 20 horas con un chico como mínimo para que tenga confianza y pueda hablar. A los chicos hay que recibirlos en el consultorio con juguetes, con colores, y las psicólogas de los juzgados son serias, se visten de oscuro, no tienen juguetes salvo alguna muñeca y unos ladrillitos, en medio de paredes grises. ¿Qué confianza para hablar puede tener un chico? ¿Cómo ese chico le va a decir en media hora a un extraño que fue abusado? Cuando estas psicólogas o psicólogos les preguntan en forma directa si fueron abusados tampoco les cuentan las causas de su miedo, porque además muchas veces el abusador está rondando afuera, amedrentando al chico para que no hable. Como resultado de todo esto, los informes de los psicólogos de los juzgados dicen «este chico no mantiene rasgos de abuso», los informes privados luego se contradicen con los del juzgado y hay que salir a defenderlos en los juicios orales.
–¿Qué ocurre cuando en el transcurso de la terapia usted descubre que el abusador es el propio padre o un familiar cercano?¿Cómo se desvincula a la víctima de su abusador?
–Se hace la denuncia ante la Justicia, no queda otra. Se recolectan todas las pruebas posibles para hacer el psicodiagnóstico y luego se denuncia. Es lo único que se puede hacer. Se habla con la mamá, muchas veces las madres no les creen a los chicos y en ese caso el psicoterapeuta tiene que hacer la denuncia. Cuando hay riesgo de un menor, quien tiene que hacer la denuncia es la psicóloga, el pediatra o la asistente social.
–¿Se puede confundir el abuso sexual infantil con otra situación como el bullying o el déficit de atención?
–Sí, se puede confundir, por eso es muy importante que todo psicólogo dedicado a niños sea un experto en abuso sexual infantil, para saber diagnosticar. Detrás de los cuadros de bullying o de anorexia muchas veces se esconde el abuso.
–¿Qué ocurre cuando no se elabora el trauma del abuso sexual? ¿Y qué implica elaborar el trauma?
–Si no hay elaboración el trauma se pone en acto. Son personas que viven en un nivel muy bajo de conciencia, que ponen en acto lo que les sucedió a ellos. Algunas personas que han sido abusadas mantienen conductas hiperpromiscuas y riesgosas para su propia vida, como tener sexo sin preservativo. Son personas que no encuentran pareja, que no se pueden enamorar. En general tienen muy baja autoestima, no consiguen trabajo, no progresan en sus vidas, quedan bloqueadas, como congeladas, a medio vivir y deprimidas. La mayoría de las veces el recuerdo del abuso queda inconsciente, el trabajo del psicólogo es hacer consciente ese hecho. Elaborar el trauma es tomar conciencia de lo que ocurrió.
–¿Y cómo acompaña a la terapia el sistema sanitario?
–No existe acompañamiento. En general las psicólogas de las prepagas no están preparadas para asistir a un chico abusado sexualmente, además se cubren pocas sesiones, tiene que ser una muy buena obra social como para que reconozca el reintegro. Los chicos que no tienen acceso deben recurrir a alguna ong donde los costos son más bajos. Esto es terrible, hay pocos psicólogos trabajando en el tema. Además, se debería obligar a los agentes judiciales a hacer cursos sobre abuso sexual infantil. En 2014 colaboré con unicef de México dando un curso sobre abuso sexual infantil a los jueces, porque cuando un chico va a declarar delante de un juez y tartamudea creen que está mintiendo, y no es así, tartamudea porque está nervioso.
–En promedio, ¿cuánto puede durar la psicoterapia de un chico abusado?
–Por mi experiencia, para que el tratamiento esté completo deben pasar cuatro años, promedio, de terapia. Es este tiempo porque es un trauma sexual y es tremendo, pero además, cuando se devela el trauma sexual del niño, en la familia se provoca un caos muy grande, el chico y la madre necesitan terapia, esto no se arregla con 10 sesiones ni con un año de terapia, se van descubriendo cada vez más cosas. Por ejemplo: el primer año el chico no hace más que matar muñecos, el segundo año va elaborando el por qué su papá es malo y le hizo eso. En medio de todo esto, llega la madre desesperada porque se tiene que divorciar, el marido abusador muchas veces le roba todas las cuentas bancarias. No es solo el abuso, es en todo lo que se va desembocando.
–¿Cuándo el terapeuta se da cuenta de que le puede dar el alta a un chico abusado?
–Cuando está empoderado. Porque cuando llegan al consultorio por primera vez caminan encorvados, mirando para abajo, con ojeras, tristes, los ojos apagados. Se puede dar el alta cuando caminan derechos y son capaces de hablar de su abusador sin ponerse a llorar y sin miedo, contando su historia riéndose, aunque suene extraño. Tienen que continuar en la vida y que eso que ocurrió sea una anécdota más, como quien tiene un accidente y termina en un hospital. Es verdad que a veces todo esto dura años, yo tengo una paciente que cumplió 15 años y desde los 4 que está en proceso judicial con un padre que insiste en revincularse. Lo importante es encontrar un buen terapeuta que sepa del tema, porque sin terapia estos chicos pueden llegar hasta al suicidio.
Fotos: Jorge Aloy