31 de julio de 2022
El Gobierno sacude el tablero con el ingreso de Sergio Massa al Ministerio de Economía, con Desarrollo Productivo y Agricultura y Ganadería a su cargo.
El recambio ministerial, en medio de las urgencias en el frente cambiario y la necesidad de empezar a contener la inflación, abre obvias expectativas, principalmente de amplios segmentos populares que sufren el embate especulativo de grupos minoritarios. Sergio Massa afronta el reto de recomponer un cuadro de pujas distributivas agudizadas, en el que sectores concentrados apuestan a reforzar sus ya abultadas ganancias.
Afortunadamente, evalúan los analistas, el nuevo funcionario clave asumirá en el marco de una macroeconomía que presenta, como mínimo, tantas luces como sombras. Aunque la oposición exhibe un imaginario escenario de catástrofe, es inocultable la reactivación productiva, la constante creación de empleos, el aumento de la recaudación impositiva, la solidez del sistema financiero, entre otros indicadores.
Massa toma a su mando áreas con fuerte incidencia en la fijación del tipo de cambio y la formación de precios. Tal el caso de los exministerios de Agricultura y de Desarrollo Productivo (hasta ahora a cargo de Julián Domínguez y Daniel Scioli, respectivamente). Con el manejo de esas herramientas deberá recomponer la capacidad de control que se fue perdiendo en los últimos meses.
El sacudón que implicó la renuncia del exministro Martín Guzmán fue precedido, durante el otoño, por la constante pérdida de reservas monetarias. Ese drenaje reflejó posicionamientos empresarios que fueron tolerados (fuerte aumento de importaciones, pagos adelantados de compromisos financieros). Así se fue configurando una posición de relativa debilidad gubernamental, que algunos megaoperadores interpretaron como oportunidad para elevar su rentabilidad. Tal el caso de los grandes productores sojeros, que prefieren (aún hoy) mantener sus cosechas en silobolsas como instrumento de presión. Ya sea para provocar una devaluación del peso, como para beneficiarse con una baja de retenciones a la exportación.
Nada hace pensar que el gran agronegocio cambie sus objetivos en el corto plazo. Pero es factible que cierto margen de maniobra, de parte del oficialismo, se recupere tras la clara expresión de mayor solidez política demostrada en las últimas horas. Lo cual debería conducir a reglas de juego tendientes a calmar las aguas y prepararse para los próximos desafíos. Por caso, el muy probable incumplimiento de algunas metas pactadas con el Fondo Monetario para el tercer trimestre en curso.
Incógnitas
El corrimiento de la exministra Silvina Batakis al Banco Nación y el pase de Mercedes Marcó del Pont a la Secretaría de Asuntos Estratégicos dejan las tareas más relevantes en otras manos. En particular, las del ratificado presidente del Banco Central, Miguel Pesce, y las del nombrado titular de la AFIP, Carlos Castagneto. Y es posible que haya más cambios en los próximos días.
Las incógnitas, en cuanto a las medidas a adoptar y a los funcionarios de segunda línea encargados de implementarlas, seguramente se irán despejando desde hoy hasta la semana próxima. Lo que esperan en los despachos oficiales es que agosto marque con claridad que las políticas dispuestas van encaminadas a cumplir los objetivos trazados por el Frente de Todos, y que en buena medida se vieron frustrados primero por la pandemia y luego por la guerra Rusia-Ucrania. Este último factor, sin embargo, forma parte de un contexto externo que no se disipará a corto plazo. La fortísima suba de precios de los granos y de los combustibles se trasladó de inmediato al mercado local. Lo cual impactó tanto en el valor de los alimentos como en la factura por las importaciones de gas.
A 15 meses de las elecciones presidenciales de 2023, Massa tiene a su cargo lo que parece ser la última oportunidad del Frente de Todos para llegar con chances de renovación del mandato. Para ello, resulta indispensable que la prioridad sea atender el costo social que se está produciendo, responder con políticas públicas potentes a las necesidades de quienes viven de ingresos salariales y jubilatorios, y de las pymes de la ciudad y el campo. Con una agenda, a tales fines, que ponga freno a la avidez de los grupos oligopólicos.