14 de junio de 2022
La presidenta del PRO lanzó su campaña en camino hacia las elecciones nacionales de 2023. Apoyo de Macri y disputa de la agenda de derecha con Javier Milei.
Equipo. Bullrich, rodeada por Macri, Pinedo y Kovadloff, entre otros. Una avanzada sobre la interna de Juntos por el Cambio.
TÉLAM
Mauricio Macri parece haber decidido que si no le da el piné para candidatearse en 2023, como lo indican todas las encuestas, se convertirá en el gran elector de su fuerza política, tal como lo hiciera Cristina Fernández en 2019 al unificar a los distintos sectores del peronismo detrás de Alberto Fernández. No le será fácil si se considera que los radicales están dispuestos a tallar fuerte y a revalorizar su rol en Juntos por el Cambio, y que Horacio Rodríguez Larreta, pese a que su nominación no termina de consolidarse, será un hueso difícil de roer.
Por lo pronto, el expresidente ha resuelto ponerle muchas fichas a Patricia Bullrich, a quien acompañó en la reciente presentación de sus equipos técnicos en el paquetísimo Yatch Club de Olivos, en lo que se considera el lanzamiento de la campaña presidencial de quien fuera su ministra de Seguridad. Este gesto, a pesar de sus cambiantes actitudes, no garantiza que el apoyo se prolongue en el tiempo, pero sí que Macri esta vez se muestra dispuesto a revelar sus verdaderos objetivos políticos y económicos, obviando las ambigüedades y generalizaciones con las que logró imponerse en las elecciones de 2015.
Bullrich, se sabe, no tiene pelos en la lengua y se ha lanzado a competir abiertamente con Javier Milei por el liderazgo de la ultraderecha. Su programa no podría ser más contundente: eliminación de los planes sociales y de 3.000 leyes para «desburocratizar el Estado». Respecto de los planes, negó que fuera imposible eliminarlos en seis meses: «Si no lo hacemos con convicción –dijo– nos comen el cambio». Pero no todo se agota en cancelar normas. También tiene previsto imponer otras destinadas a terminar con las regulaciones estatales y «acabar con la inflación», a través de la ortodoxa receta de emitir lo menos posible. En el mismo sentido, aludió a una economía bimonetaria con un argumento demasiado parecido al que fundamentó la Convertibilidad.
Caballitos de batalla
Rodeada de un «seleccionado» de halcones neoliberales –Fernando Iglesias, Gerardo Milman, Paula Bertol, Waldo Wolff, Hernán Lombardi, Santiago Kovadloff y Federico Pinedo, quien dirigirá los equipos técnicos–, la postulante, en declaraciones periodísticas, deslizó sus habituales comentarios descalificatorios hacia el sindicalista docente Roberto Baradel y volvió a reivindicar lo actuado en el caso de Santiago Maldonado. Asimismo, se refirió, sin mencionarlas, a las reivindicaciones de los pueblos originarios al señalar la necesidad de «no regalar un metro más de tierra» en el sur argentino a los que «no les corresponde». Una declaración de principios que seguramente excluye a los Benetton y al magnate Joe Lewis, que se apropió de un lago al que, pese a las intimaciones judiciales, es imposible acceder.
Los radicales también fueron objeto de las preocupaciones de Bullrich. Remarcó que «los quiere adentro», pero callados y disciplinados, ya que se pronunció por «terminar con las disputas estériles». A Macri, que refrendó esta posición con una frase a la manera Milei –«Si decimos que vamos a hacer un cambio en serio y en la previa nos matamos entre nosotros, ¿quién nos va a creer? La gente no es pelotuda»–, la exministra le aseguró: «Quiero que confíes en que vamos a hacer lo mejor para la Argentina y que acá hay un equipo de gente que va a estar siempre a tu lado».
Pero la frutilla del postre fue la referencia a uno de sus caballitos de batalla: el problema del narcotráfico, especialmente en la zona de Rosario, donde –a su juicio– ya no alcanza con la actuación de la Gendarmería. «Vamos a tener que hacer cosas fuertes», subrayó en implícita alusión a su obsesión de que las Fuerzas Armadas vuelvan a ocupar las calles como lo hicieran durante la dictadura cívico-militar. Para que ello suceda sería imprescindible modificar las leyes que impiden a los militares incursionar en la seguridad interior, lo que implicaría un insólito retroceso en cuanto a las libertades conquistadas a partir de la recuperación de la democracia.