17 de febrero de 2025
El empeoramiento de las condiciones para la producción de peras y de manzanas amenaza a chacareros de Río Negro y de otras cuatro provincias.

En retroceso. Pese a la gran cosecha de peras del año pasado, se registra entre 2013 y 2023 una pérdida de 12.200 hectáreas de cultivos en el Valle de Río Negro y en Neuquén
Foto: Archivo Acción
«El proceso de destrucción de la fruticultura es más rápido y violento que el de Mauricio Macri, porque Milei no es tan gradualista como Macri», sintetizó el diputado Martín Soria. A su juicio, «las políticas libertarias nacionales sumieron en una grave crisis al sector frutícola en general y a la cadena productiva rionegrina de manzanas y peras en particular». Las dificultades del sector tienen como una de sus expresiones más evidentes el creciente ingreso de frutas importadas (de Chile, en particular) y amenaza también a chacareros de San Juan, de Mendoza, de Neuquén y de La Pampa.
A días de iniciarse la etapa más importante de la producción de manzanas, los productores advierten que tomarían la decisión de no cosechar 100 millones de kilogramos de fruta, debido a que es más costoso recolectarlas y venderlas, que dejarlas pudrirse en el árbol.
Las fuertes tormentas de fin de enero, el viento y el granizo añadieron una preocupación adicional. Según los voceros de la actividad, el aumento de los costos (en particular, los tarifazos energéticos), el menor consumo interno y el bajo precio que los exportadores están dispuestos a pagar van creando las condiciones para la desaparición de cientos de pequeños productores y pondría en riesgo miles de puestos de trabajo.
Durante 2024 el consumo de manzanas nacionales disminuyó un 10% con respecto a 2023. A la vez, los envíos al exterior de manzanas y de peras cayeron un 12% en dólares y casi un 25% en el total de toneladas exportadas.
Expulsión
El sistema frutícola del Valle de Río Negro y de Neuquén continúa expulsando productores, indican las estadísticas. En la actualidad, subsisten menos de 1.600 en toda la región del norte de la Patagonia, dedicados a la producción de pomáceas y frutas de carozo. La cifra refleja una caída del 3% en relación con la cantidad consolidada en 2022, y un desplome del 40% en el último decenio. Concretamente, quedaron en el camino 1.044 productores durante el período 2013-2023, de acuerdo con el relevamiento del Centro Regional del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA).
Unos pocos chacareros podrían haber comenzado otra actividad en sus tierras, como la horticultura o los forrajes. No obstante, «se están perdiendo productores frutícolas y todo indica que no tocamos todavía un piso», admitió el secretario de Fruticultura de Río Negro, Facundo Fernández.
«En las cadenas más tradicionales, se observa una retracción y una concentración de la producción, es decir, hay menos productores con más superficie», confirma Diana Marini, coordinadora del programa nacional de frutales del INTA.
«Los pequeños productores pueden tener dificultades para sostenerse debido a los altos costos y a la falta de apoyo financiero y técnico. Esto lleva a que los productores más grandes absorban las tierras y aumenten su superficie cultivada para aprovechar economías de escala», añade la especialista.
En la coyuntura, el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, advirtió sobre el importante desfinanciamiento que sufrió el sector por diferentes factores, por lo que «se prevé una cosecha con grandes pérdidas». «En la provincia y en Neuquén la actividad suma más de 60.000 puestos de trabajo», recordó, tras precisar que «cada año, el sector produce 1.150.000 toneladas de peras y de manzanas, destina un 35% a la exportación, otro 35%, al mercado interno y el resto, a la industria, principalmente jugos concentrados».
Impactos
Pese al contexto desfavorable actual, se renuevan plantaciones, avanza la reconversión varietal y la instalación de mallas antigranizo ya cubre más del 15% de la producción. Lo cual amortiguó en parte el impacto de las heladas primaverales, sumadas a tormentas de granizo que afectaron ciertas regiones del Valle.
De todos modos, el aumento del 500% en los costos de energía eléctrica para los galpones frigoríficos hace que almacenar cada kilo de fruta refrigerada sea más caro que el precio de mercado.
El año pasado se registró la mayor cosecha de peras de los últimos cinco años y generó una sobreexistencia del 43% respecto del promedio histórico. «Esto obligó a mantener fruta en cámaras de frío durante meses, lo que incrementó los costos de almacenamiento».
«A eso se agregó el aumento de los insumos en dólares: en el último año, los costos de embalaje (cajas, bandejas, pallets, papel corrugado, bolsas) subieron un 107%, mientras que los pallet especiales para exportación se incrementaron en un 165%», precisó el gobernador. Asimismo, mencionó los sueldos del personal de empaque, que crecieron en dólares más del 50%, hasta un promedio mensual de U$S 1.500.
Otros factores relevantes —en especial, frente al principal competidor regional, Chile— radican en la disparidad de costos impositivos y en el acceso de los productores trasandinos al financiamiento con tasas inferiores al 8%, lo que facilita la incorporación de tecnología y de maquinaria a precios significativamente más bajos. Por ejemplo, indicó Weretilneck, un tractor en Chile «cuesta entre un 30% y un 40% menos que en Argentina, con opciones crediticias accesibles».
Una problemática adicional que afecta la producción de frutas de pepita y de carozo en el Alto Valle del río Negro es la reducción progresiva de la superficie cultivada, por la creciente urbanización y por la diversificación de los usos del suelo, por ejemplo, para la producción de gas no convencional.
En el decenio 2013-2023, se perdieron más de 12.200 hectáreas de cultivos en todo el Valle de Río Negro y de Neuquén. Esa superficie equivale a cerca de 500.000 toneladas de fruta que quedaron fuera del circuito en esos años; una pérdida de 3.500 trabajadores permanentes y de 7.000 transitorios; 20.000 cargas de camiones paralizadas, y más de 90 millones de dólares que dejaron de ingresar a la zona.
A futuro, gran parte de las demandas se concentra en la necesidad de disminuir la presión impositiva sobre la actividad y de reforzar el financiamiento, también para mejorar la condición fitosanitario de las áreas de producción.
A la vez, un escenario más propicio debería incluir un progresivo blanqueo en el sector teniendo en cuenta que, según distintos análisis, más del 50% de la cadena comercial de frutas exhibe algún tipo de irregularidad fiscal (subfacturación, elusión, evasión, etcétera).