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Aldo Ferrer y Alejandro Rofman analizan debilidades y fortalezas de la situación económica del país y las incógnitas frente al recambio presidencial. Inserción internacional y restricción externa.

 

Metalmecánica. Uno de los sectores más pujantes que debería buscar nuevos mercados. (Jorge Aloy)

Estamos hoy en un país que se ha puesto de pie con sus propios medios, una situación muy distinta a la de otros tiempos, pero en paralelo, quedan problemas por resolver. Y allí confrontan dos visiones. La visión neoliberal dice: salgamos por el lado del crédito, arreglemos con Griesa, vayamos a Nueva York, pidamos disculpas, les decimos a los buitres que pasen por caja a cobrar; vamos al FMI, le pedimos una misión y créditos, les damos las llaves del Banco Central y del Ministerio de Economía, y entonces, claro, van a entrar dólares. Pero esa no es la forma, porque no resuelve el problema estructural, que es el subdesarrollo; y se agrega además el tema de la deuda. Y ahí se plantea la otra alternativa. Resolver el problema por la vía real, a través de la producción, el trabajo, la competitividad, estimular la repatriación de fondos argentinos en el exterior y tomar deuda para cosas específicas, que lleven a producir dólares». De esta forma el economista Aldo Ferrer resumió los dos modelos que ante la coyuntura económica actual –cambio de gobierno mediante– se ponen en juego para resolver los temas estructurales y sociales que la determinan.
En la charla debate Segunda vuelta: dos modelos en pugna –organizada por el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE)–, Ferrer y el economista Alejandro Rofman esbozaron un diagnóstico de la situación económica nacional actual y arriesgaron soluciones para revertirla y mejorarla en el corto, mediano y largo plazo.
Ferrer, en primer lugar, llevó adelante un recorrido por la historia económica argentina resaltando los momentos en que la restricción externa se presentó como un límite estructural a la distribución del ingreso y luego, a las políticas que se implementaron para resolverla. «La confrontación de visiones del país es un viejo tema nacional», comenzó el economista. «La Argentina es un país que no ha logrado a lo largo de su historia consolidar una visión, un proyecto a largo plazo, y que ha dado lugar a un fenómeno pendular donde hemos tenido políticas neoliberales muy rigurosas –como en la dictadura y los 90–; y en otros períodos, enfoques y políticas inspiradas en una posición nacional, social, donde se inscribe, a mi juicio, la experiencia iniciada con el gobierno de Néstor Kirchner. Hoy otra vez estamos frente a ese dilema. ¿Qué respuestas se dan? ¿Qué tipo de economía es la argentina? ¿Es una pequeña economía abierta que tiene una buena base de recursos naturales y cuyo lugar en el mundo es el que le corresponde en una división del trabajo en la cual hay centros que dominan la tecnología y la industria, y por lo tanto, tenemos una posición periférica? Cuando el poder está concentrado en los grandes grupos económicos internacionales, en los mercados financieros y en los grandes países, ¿lo único que podemos pretender es buscar un lugarcito en el mundo para ubicarnos en la posición que nos corresponde? Esta es una vieja visión, que arranca en la época de la organización nacional hasta la crisis del 30. Esta idea subsistió luego del 30, cuando el país se empezó a industrializar. Y todavía hoy existe esa tendencia a ver a la Argentina como una pequeña economía abierta, que no tiene ahorro suficiente para acumular, que incluso carece de impulso de innovación en su sector privado y en consecuencia son las filiales de empresas extranjeras quienes tienen que llenar ese vacío. Una concepción que además desde la década del 70 –cuando se impone en el mundo la financiarización–, se le incorpora la idea de industria financiera».
«Pero hay otra visión que tiene también tradición histórica. La Argentina es un país grande –el octavo a nivel mundial por su dimensión territorial– tiene recursos humanos y un elevado nivel cultural, emprendedores de gran talento, hay capacidad de gestión, y podemos construir un desarrollo nacional integrado al mundo», concluyó Ferrer.
A su turno, Rofman ancló su diagnóstico a la coyuntura actual y evaluó principalmente los efectos previsibles de la aplicación de una política de ajuste que intente revertir los desequilibrios con medidas de shock redistributivo y con un fuerte énfasis en la dimensión financiera de los fenómenos económicos. El presidente honorario del Iade recordó cómo en 2001-2002, pero también décadas atrás –a través de golpes militares, como en 1959, 1966, 1976–, «los criterios de los factores de poder pretendieron dar solución a algunos desajustes de la economía argentina solo trabajando sobre los síntomas, remediando las dificultades de tipo financiero, pero no haciendo nada en términos estructurales. Por el contrario, insistieron en el persistente perfil productivo que había dado lugar a esos desastres». Tras enumerar los índices que ponen en evidencia un crecimiento suave de la economía argentina durante 2015, basada fundamentalmente en la expansión de dos actividades productoras de bienes: la producción agrícola –que este año alcanzará un volumen total de 115 millones de toneladas de cereales y oleaginosas– y la construcción pública y privada. «Dejando en evidencia que no es el sector Servicios el que encabeza el proceso, y marcando la capacidad productiva disponible del país cuando hay demanda solvente para la producción o hay crédito adecuado», señaló.

Panel. Ferrer, Duarte y Rofman, diagnósticos y soluciones para un contexto complejo. (Horacio Paone)

Tras resaltar que en el panorama económico coyuntural aún existe un nivel de ocupación elevado, con una tasa de desempleo del 6,6% para el segundo trimestre del año, «la más baja de los últimos 30 años», Rofman remarcó los dos temas más cuestionados: el sector externo y el aumento de precios. «Este año ha bajado sensiblemente la tasa de incremento mensual de los precios al consumidor. De acuerdo con el Instituto de Estadística del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires está en un promedio anual del 22%, sensiblemente menor al nivel de crecimiento de los salarios, que el Indec anunció que es 32% anualizado, 10 puntos de diferencia a favor de los trabajadores. Esto ha despertado un estímulo al consumo alimentado por planes de crédito. Toda esta estructura no está dañada. Creo que no hay flancos graves desde el punto de vista del sector productivo, del empleo. El mercado interno con el fuerte impulso que supone el nivel salarial que supera el incremento de precios, y la obra pública pueden llegar a compensar el sector externo», afirmó Rofman.

 

Corto, mediano y largo plazo
En cuanto a las políticas a implementar para resolver los problemas estructurales nacionales, Rofman interpeló: «¿Por qué la oposición insiste en la política del shock, que está disimulada y que ahora llama unificación del tipo de cambio? Porque representa la frutilla de la torta que quieren obtener para dársela a los intereses que representan. Cualquier modificación del tipo de cambio va a beneficiar a quienes tienen en sus campos guardadas las cosechas: los grandes productores». En consecuencia, para el economista la única visión que garantiza la salud social de la población y que evita shocks que puedan dañar el tejido productivo y social «es la de persistir en el proyecto actual, intentar recoger inversiones dirigidas fundamentalmente a grandes obras públicas con financiamiento internacional que permite el ingreso de dólares genuinos. Tomar créditos para obras que tengan que ver con el desarrollo económico y del capital social básico argentino y tratar de capear el temporal hasta que se recomponga el mercado mundial o, al menos, comience a levantar. Las perspectivas de Brasil para para 2016 no son tan graves, pero deben buscarse mercados alternativos para ubicar los automotores, principal rubro de exportaciones manufactureras de origen industrial. Hacer un esfuerzo teniendo presentes dos cosas: el año que viene los compromisos de la deuda en dólares son mucho menores que los de 2015; y hacer un esfuerzo singular en la colocación de productos en el mercado mundial para incrementar la balanza comercial. No es un panorama muy alentador pero manejándose con inteligencia, buscando el apoyo de bancos centrales extranjeros, se puede seguir manejando la actividad económica sin pretender un incremento importante de la actividad productiva».
En tanto, Ferrer propuso «tomar las medidas de corrección que hacen falta. Ordenar el presupuesto, llegar a un tipo de cambio competitivo previsible de largo plazo en el marco de una economía macro que tome en cuenta el empleo, la competitividad. Hay que resolver estos problemas que implican no solo un impulso de transformación estructural, porque uno de los déficits de la experiencia reciente es que se logró mucho en recuperación de autonomía y en llevar la economía a posiciones de pleno empleo, pero hubo una débil transformación estructural en términos del perfil industrial. Queda pendiente esta transformación, esta necesidad de enfatizar el desarrollo integrado del territorio; pero para hacer esto tenemos que poner las cosas en orden. ¿Cómo lo hacemos? Ahí aparecen las dos visiones. Creo que la propuesta neoliberal no da una respuesta real. Puede aliviar a corto plazo –a través de la entrada de capitales especulativos– la escasez de dólares, pero no tiene ninguna capacidad de ordenar la economía ni poner en marcha el proceso de transformación».
Respecto al mediano plazo, Ferrer fue optimista y señaló: «Si como estimo sigue en el mundo esta transformación fenomenal que ha permitido la incorporación de miles de millones de personas al mercado y que ha dado lugar al boom inicial de los commodities, la demanda de alimentos va a seguir creciendo. Tenemos un horizonte promisorio, pero al mismo tiempo tenemos que hacer las transformaciones internas que nos permitan tener una política orgánica para resolver el tema de la falta de dólares con el menor costo posible de modo que en el país se generen las expectativas positivas de una economía que está sólida, que funciona».
En coincidencia con Ferrer, Rofman remarcó el descenso de la demanda mundial y el escaso repunte del comercio internacional desde la crisis de 2008.  Para finalizar sostuvo: «Estamos embarcados en una crisis coyuntural que no tiene que ver principalmente con la situación económica interna, sino que en gran medida se debe a cierta debilidad del proceso para enfrentar la deficiencia de la actividad productiva que necesita insumos externos –cuyo aprovisionamiento debe ser reducido–, y en parte también por situaciones exógenas que sería deseable que comiencen a aliviarse».

Mirta Quiles

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