La alianza Cambiemos defendió hasta el final las bondades de la paridad fiscal, sin embargo, los datos duros ponen en evidencia un fracaso en sus propios términos, ya que empeoró todos y cada uno de los números. Mercado de trabajo y dinámica laboral.
12 de diciembre de 2019
En rojo. Pese a los relatos de fin de gestión del macrismo, en los cuatros años de gobierno el déficit fiscal fue mayor o igual al de 2015. (Federico Imas)El macrismo sostenía que el déficit fiscal era el principal problema de la economía argentina. Según esa visión, el desequilibrio de las cuentas públicas provocaba inflación e impedía el despegue de la actividad económica. El problema era de sencilla resolución: recortar el gasto público.
En esa línea, Mauricio Macri planteaba que «ordenar las cuentas públicas es fundamental, porque hoy se gasta más de lo que se recauda, en todos los niveles del Estado». El relato oficial era que ese camino se transitaría paulatinamente, a pesar de que los tarifazos de los servicios públicos desmentían ese supuesto gradualismo. Sin embargo, la firma del acuerdo stand by con el Fondo Monetario Internacional modificó el escenario e implicó, entre otras cuestiones, la profundización del ajuste fiscal. Eran tiempos en que el ministro Nicolás Dujovne se ufanaba de que «en la Argentina, nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el Gobierno».
La demonización del déficit fiscal como causante de todos los males (inflación, obstáculo al crecimiento, etcétera) responde a una concepción ideológica que asimila las finanzas públicas a las hogareñas. El lema sería: «El manejo de un país es como el de una casa». El corolario de ese razonamiento es que el ingreso (de un país o un hogar) siempre debe ser igual o mayor a los gastos. El planteo constituye una falacia de composición. La lógica de funcionamiento de una economía nacional es muy diferente a una hogareña, por cuestiones diversas. La más obvia es que las familias no pueden emitir su propia moneda.
A su vez, el Estado puede incrementar sus ingresos incurriendo en mayores gastos, algo imposible para una familia. ¿Cómo se explica esa aparente paradoja (más gastos y más recursos)? Bajo determinadas condiciones, la expansión del gasto público impulsa la actividad económica y eso deriva en mayores ingresos fiscales (vía recaudación de impuestos). «De esa manera, el presupuesto de un hogar y el de un Estado están sujetos a distintos tipos de restricciones y, por lo tanto, las consideraciones a tener en cuenta respecto de si es o no conveniente sostener un déficit son diferentes», explica el economista Andrés Asiain en su artículo «La economía nacional es como la familiar». Abundante evidencia empírica nacional e internacional desmiente el planteo ortodoxo referido a que el déficit público impide el crecimiento económico. Esto no implica que cualquier nivel de desequilibrio sea sustentable. «Para un Estado lo relevante es saber si el déficit es compatible con el nivel de empleo de las fuerzas productivas y las posibilidades de absorción monetaria de la economía», concluye Asiain.
Una pesada herencia
El macrismo defendió hasta el final las supuestas bondades del equilibrio fiscal. Más allá del intenso debate teórico sobre esta cuestión, el gobierno de la alianza Cambiemos fracasó en sus propios términos porque empeoró los números fiscales. Los datos duros evidencian ese fracaso a pesar de las piruetas discursivas ensayadas en el informe «Ocho puntos de la economía», elaborado por la Jefatura de Gabinete. En ese documento, se autocelebra haber corregido los desequilibrios fiscales, haciendo hincapié en la reducción del déficit primario en 2019.
El planteo es engañoso por varias razones: En primer lugar, la contracara de la mencionada «mejora» fue una brutal contracción de los salarios, jubilaciones, prestaciones sociales y obra pública. Los números «cerraron» con la gente afuera. En segundo, la reducción del déficit fiscal primario (antes de computar el pago por intereses de deuda) en 2019 se explica por el cómputo de ingresos extraordinarios, como fueron la venta de dos centrales térmicas, la liquidación del Fondo Argentino de Hidrocarburos y la transferencia de activos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. Por último, el déficit fiscal financiero (es decir, el total después de computar el pago de intereses) será cercano al 5% del PIB en 2019. En los cuatro años de gobierno macrista, el rojo fiscal fue mayor o igual al registrado en el último año del kirchnerismo. Por otro lado, el saldo fiscal (y su composición) debe evaluarse en función a su contribución (o no) al cumplimiento de los objetivos de política económica. Por ejemplo, no es lo mismo un aumento de gasto público para fortalecer el entramado productivo-social (algo que distinguió a los gobiernos kirchneristas) que para pagar los intereses de deuda (como aconteció en el mandato macrista).