26 de agosto de 2015
El cambio de autoridades de la UIA revela nuevas estrategias de los grandes grupos empresarios que buscan incidir en los candidatos presidenciales. Contracción de Brasil y devaluación china.
La renovación de la conducción de la Unión Industrial Argentina (UIA) arrojó algunas novedades. El eje Arcor-Techint pujó por un mayor protagonismo en la tradicional entidad fabril, decisión que no es ajena a la estrategia diseñada por el establishment para recibir al nuevo Gobierno.
El proceso de elección de las autoridades de la UIA siempre estuvo atravesado por disputas más o menos visibles, debido a que la entidad alberga a un conglomerado muy heterogéneo de empresas. Esta diversidad de intereses se plasmó históricamente en bloques diferenciados. Hasta 2003, las dos corrientes de opinión más representativas eran el Movimiento Industrial Argentino (MIA) y el Movimiento Industrial Nacional (MIN). El MIA, fundado en 1975, era un férreo defensor de las posturas librecambistas. Las políticas de apertura y liberalización económica –implementadas por la dictadura militar y el menemismo– fueron apoyadas por esta agrupación. En cambio, el MIN (creado en 1982) estaba conformado fundamentalmente por empresarios ligados con el mercado interno.
Lo cierto es que los límites ideológicos en muchas ocasiones no fueron tan tajantes. Esto facilitó la concreción de un pacto político en 1997. Las agrupaciones acordaron dos temas: 1) Conformar una lista de unidad para la elección de las autoridades de la UIA; y 2) Alternar el ejercicio de la presidencia cada 2 años. La única elección en la cual se rompió transitoriamente el pacto fue en la de 2003. Ese año, las flamantes listas Celeste y Blanca e Industriales –sucesoras del MIA y del MIN, respectivamente– presentaron candidatos propios.
La economista Marina Dossi sostiene en su artículo «La estrategia de los grandes industriales y la interna de la UIA. Toma de posición» que estos nuevos espacios «no solo constituyeron un cambio de nombre sino que también implicaron el realineamiento de sectores que tradicionalmente pertenecieron al MIA o al MIN. Además, en Industriales se destaca la presencia de grupos económicos como Techint y Arcor, mientras que en Celeste y Blanca tienen mayor injerencia grupos como Fiat y Ledesma. Asimismo, la presencia de estos grupos es decisiva en los procesos de toma de decisión en cada una de las listas».
Así, la lista Celeste y Blanca quedó emparentada con los sectores agroindustriales y exportadores, mientras que la de los Industriales fue vinculada con las empresas mercadointernistas. Sin perjuicio de esto, la clasificación no es tan categórica porque existen múltiples entrecruzamientos productivos que complejizan el análisis.
Los dirigentes más representativos del sector celeste y blanco son el actual titular de la UIA, Héctor Méndez (empresario plástico), Daniel Funes de Rioja (alimentos), Juan Carlos Sacco (gráficos), José Urtubey, Miguel Acevedo (Aceitera General Deheza) y Luis Ureta Sáenz Peña (Peugeot). Los hombres fuertes de Industriales, en tanto, son Luis Betnaza (Techint), Adrián Kaufmann Brea (Arcor) y José Ignacio de Mendiguren. El próximo presidente será designado por la lista de los Industriales. Las primeras versiones indicaban que el elegido sería Luis Betnaza. Esta idea fue abandonada luego de que ejecutivos de la filial brasileña de Techint fueran acusados de participar de la red de sobornos de las empresas vinculadas con Petrobras.
En virtud de esto, el eje Techint-Arcor eligió como candidato al gerente de Relaciones Institucionales de la alimentaria, Adrián Kaufmann Brea. La designación del ejecutivo de una de las compañías más grandes de la Argentina supone un viraje con relación a los anteriores presidentes de la UIA. Todos ellos (Méndez, De Mendiguren, Lascurain) son titulares de empresas mucho más pequeñas.
La decisión de encumbrar a un «peso pesado» es leída como un mensaje para el próximo Gobierno: el grupo de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), dominada por Techint, Arcor y Clarín, utilizará a la UIA como herramienta de presión. Al mismo tiempo, la imposición de Kaufmann Brea generó tensiones en el interior del sector de la lista de Industriales. Las pequeñas y medianas empresas de todo el país manifestaron su descontento por la falta de deliberación para seleccionar el candidato. Las principales quejas provinieron de parte de Juan Lascurain (Adimra), la Unión Industrial de Buenos Aires (Uipba) y la Asociación de Industriales de Buenos Aires (Adiba). Es conocida la buena relación que tienen esas entidades bonaerenses con el gobernador Daniel Scioli. Por su parte, las Uniones Industriales del Chaco, Corrientes, Misiones, Formosa, Rosario y Tucumán, también manifestaron su descontento.
A pesar de esto, el gerente de Arcor y actual vicepresidente tercero de la UIA será ungido al frente de la entidad el 22 de setiembre.
Aliados
Los corrillos políticos señalan que el vicepresidente de Techint, Luis Betnaza, no fue ajeno al acercamiento entre su amigo personal, el titular del radicalismo Ernesto Sanz, y el ahora candidato a presidente por la alianza Cambiemos, Mauricio Macri.
En esta línea, y con el indisimulable apoyo que AEA le brinda de cara a las elecciones de octubre, Macri no defraudó a los empresarios convocados por el Consejo Interamericano de Comercio y Producción en el Hotel Alvear. La cita, organizada por Eduardo Eurnekian, congregó a 400 directivos de las principales compañías argentinas.
Mauricio Macri señaló en dicho ámbito que dejará de intervenir en el mercado cambiario, eliminará las trabas para la compra de dólares y suprimirá las retenciones. El previsible resultado de ese combo de medidas sería una fuerte devaluación y un gran impulso a la dinámica inflacionaria. El antecedente más inmediato de una decisión de ese tipo se remonta a 2002, cuando se dejó flotar el dólar libremente. La cotización del billete norteamericano subió de 1,4 a 4 pesos y los índices de pobreza e indigencia alcanzaron récords históricos.
El candidato del Pro afirma que esto no va a pasar porque se generará un shock positivo de confianza. «En los primeros 90 días de Gobierno se pueden generar reglas claras para que comiencen a entrar dólares a la Argentina. Temo incluso que el ingreso fuerte de divisas no tire para abajo la moneda, (sino que) la revalúe», precisó Macri.
Sin embargo, el jefe de Gobierno porteño agregó: «No quiero que las economías regionales ni nuestra industria sigan sufriendo por el atraso cambiario». Este comentario es contradictorio con el anterior y trasluce la intención de apelar a una devaluación cambiaria para incrementar la competitividad empresaria. En ese mismo sentido, tiempo atrás, el diputado macrista Federico Sturzenegger había manifestado que «el tipo de cambio tiene que volver a generar rentabilidad para que las empresas exportadoras puedan salir a contratar».
La idea de que los problemas de competitividad pueden abordarse con una devaluación monetaria tiene escaso anclaje en la realidad. Los datos empíricos revelan que, en el caso argentino, la devaluación genera efectos contractivos en la economía. Los economistas Fabián Amico y Alejandro Fiorito sostienen en «El misterioso optimismo sobre la relación tipo de cambio y crecimiento» que «la sensibilidad del comercio exterior (exportaciones e importaciones) a las variaciones del tipo de cambio real (TCR) es muy pequeña. Sin embargo, el efecto inflacionario y regresivo sobre la distribución (caída del salario real) es mucho más poderoso y por ende el resultado global de la devaluación es claramente recesivo. Peor aún cuando el ajuste cambiario viene acompañado de una mayor “austeridad” fiscal. La contracción del nivel de actividad económica, finalmente, produce una retracción global de la inversión, consolidando el efecto contractivo». Esto no implica desconocer la importancia del tipo de cambio en la dinámica económica. «Pero es muy diferente de postular una relación general (positiva) entre TCR y crecimiento: más bien se trata de que el uso de la política cambiaria apuntada a mejorar la sustentabilidad externa sea lo suficiente refinado y sutil como para no perjudicar el mercado interno (y los salarios reales), verdadero motor del crecimiento argentino. En suma, una devaluación “horizontal” (sin ninguna clase de diferenciación cambiaria o de compensaciones) produce una mejora de la rentabilidad de los exportadores, un efecto muy pequeño (o nulo) en las cantidades exportadas y una segura contracción del nivel de actividad», concluyen Amico y Fiorito.
El viento de frente
La región latinoamericana sufre un contexto internacional adverso con caída del precio de los commodities, desaceleración china y pobre desempeño económico mundial, donde la etapa del «viento de cola» parece haber llegado a su fin. En esta situación, las autoridades argentinas observan con atención la realidad particular de Brasil y de China.
Los indicadores económicos brasileños continúan mostrando resultados negativos. Las previsiones oficiales indican que la economía de ese país se contraerá 1,8% en 2015. La menor demanda brasileña se tradujo en una caída del 21,9% de las exportaciones argentinas durante los primeros 7 meses del año, mientras el déficit comercial nacional bilateral alcanzó los 1.240 millones de dólares para la Argentina. El principal perjudicado es el sector industrial ya que el 50% de sus ventas externas tienen como destino el mercado brasileño. Las ramas más afectadas son la industria alimentaria, economías regionales, sector automotor y autopartista y metalmecánica.
La fuerte devaluación del real sumó otro factor más de tensión en el comercio bilateral. Sin embargo, las autoridades argentinas entienden que las dificultades serán sorteadas apelando a la negociación política, aunque el panorama no se presenta sencillo frente a la debilidad de Dilma Rousseff. La ofensiva opositora contra el Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) alcanzó su clímax en las manifestaciones convocadas en marzo y abril.
Alentado por la masividad de las protestas, el líder del opositor Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves, viene reclamando la renuncia de Rousseff. La última manifestación opositora, convocada bajo la consigna «Impeachment ya», fue importante pero numéricamente inferior a las anteriores.
Algunos días antes, el PT había alcanzado un acuerdo con el presidente del Senado –Renán Calheiros– para bloquear un eventual pedido de juicio político. Lo preocupante para la Argentina es que ese dirigente del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) propuso «acabar con la unión aduanera del Mercosur a fin de que Brasil pueda firmar acuerdos bilaterales sin depender del apoyo de los demás miembros». La propuesta retoma un antiguo reclamo de la Confederación Nacional de la Industria y la Confederación Nacional de la Agricultura. La «Agenda Brasil» –acercada por Calheiros al Gobierno brasileño– incluye otras iniciativas polémicas como, por ejemplo, la elevación de la edad mínima requerida para el acceso al beneficio jubilatorio. Por lo pronto, la administración Rousseff descartó avanzar en el desmantelamiento del Mercosur.
Por último, la devaluación del yuan conmovió el escenario económico internacional. La evaluación oficial es que esa decisión no tendrá mayor impacto en el comercio argentino-chino. Las exportaciones argentinas seguirán siendo demandadas por el gigante asiático y las importaciones serán controladas con los mecanismos vigentes. Por otro lado, el titular del Banco Central explicó que la devaluación del yuan no perjudicará a la economía argentina en materia financiera. Alejandro Vanoli precisó que «la Argentina y el BCRA tienen deuda en yuanes, y esa deuda medida en términos de dólares, cae. Con lo cual, patrimonialmente, que es la diferencia entre el activo que cae un poco y la deuda que cae un poco, queda neutra».
—Diego Rubinzal