15 de junio de 2016
Ha trascendido el enojo del gobierno debido a la reticencia mostrada por los empresarios a responder al llamamiento hecho por el Poder Ejecutivo a que inviertan. Y se asocia dicha reticencia a la inmortal frase pronunciada por Juan Carlos Pugliese, ministro de Economía de Alfonsín, cuando apeló al sector empresario buscando apoyo para el gobierno con los resultados ya conocidos: «Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo».
El paralelismo se traza a partir de que el gobierno actual apela al corazón del sector empresario para impulsar la economía y estos estarían respondiendo en función de sus intereses, congelando inversiones, subiendo los precios y disminuyendo personal.
Otra mirada es que esta respuesta no está solo basada en sus intereses, sino que es, al menos en parte, una respuesta racional a lo que interpretan serán las consecuencias de la actual política económica. Si, como declaró algún funcionario, todo lo que no haga el Estado lo deben hacer los ciudadanos, los empresarios se preguntan qué es lo que este Estado hará para apoyarlos.
Para muchos de los integrantes del sector industrial (especialmente los sectores menos concentrados y extranjerizados) la orientación de las políticas económicas, algunas ya materializadas en medidas concretas, trae el amargo recuerdo de las políticas de los 90, con las consecuencias que tuvo para el entramado industrial del país. Se trata de la valorización financiera, la apertura de la economía, el sostenimiento del proceso económico por medio del endeudamiento externo y la integración a bloques regionales en condiciones desventajosas para la producción local, entre otras.
Entonces no hay que buscar la respuesta ni en el corazón ni en el bolsillo, sino en hacia donde conducirá la política económica del gobierno a amplios sectores productivos.