Economía | IMPORTACIÓN DE ALIMENTOS

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Mirta Quiles

La vieja receta liberal de abrirse al mundo para alentar la competencia y bajar precios se implementa por cuarta vez en cinco décadas. Productos del exterior más caros, dumping y destrucción del entramado industrial.

Tomate industrializado. En el primer trimestre de este año, se importaron 16.660 toneladas contra 1.831 toneladas del mismo período de 2024. Un tercio desde China.

Foto: nnn

Desde diciembre de 2023, el gobierno libertario se impuso como meta bajar la inflación, cueste lo que cueste. La estrategia elegida se valió, y vale, de tres instrumentos: un dólar bajo, recesión económica y la denominada «apertura» de la economía.

Hasta hoy, pese al salto de marzo, todo «marcha acorde al plan», como le gusta afirmar al primer mandatario. Pese a que el gobierno debió tomar nueva deuda con distintos organismos internacionales por un monto de US$ 22 mil millones para continuar pisando el dólar. A pesar de que la gestión libertaria enaltece y exagera el repunte de los 3 o 4 sectores ganadores y oculta los débiles estertores del resto, a la par que desestima la caída del consumo por 15 meses consecutivos, y hasta tergiversa los datos para mostrar recuperaciones de los ingresos de la población que solo anidan en la mente del mandatario y sus adláteres económicos. Y aún cuando la apertura de importaciones de bienes e insumos y de productos de la canasta básica en particular, para reducir precios y propiciar la competencia, solo redunde en cierre de empresas, despidos y el debilitamiento el entramado productivo nacional, el principal logro del gobierno permanece intacto. La pregunta, retórica, es a qué precio.

Hagamos foco en la importación de alimentos de la canasta básica, rubro sensible para la medición actual del INDEC, donde esta categoría tiene una alta ponderación en la construcción del Índice de Precios al Consumidor (IPC). «De acuerdo a los datos del INDEC, la importación de alimentos continuó su carrera ascendente durante marzo para las cuatro categorías que abarca el rubro Alimentos y Bebidas, con incrementos interanuales que variaron entre 76 y 195%», sostiene el Instituto para el Desarrollo Agroindustrial Argentino (IDAA). Se duplicaron las importaciones de alimentos en el primer trimestre del año, ya que totalizaron, en términos absolutos, US$781 millones, 102% más que en igual periodo de 2024.

Frutas y verduras. En el caso de las uvas, la brecha entre nacionales e importadas llega al 156%. 

Foto. nnnn

Casos testigo
En la última parte del informe mensual que publica el IDAA, toma productos «testigo», que explican el comportamiento de las compras al exterior de alimentos de la canasta básica de la población. En primer lugar, analiza las importaciones de naranjas, que en marzo llegaron a las 2.100 toneladas. Egipto es el principal proveedor (74%), seguido por España (26%). A nivel interanual, la importación de naranjas creció 227% sumando 5.119 toneladas en el primer trimestre del año contra 1.566 en 2024 y 1.502 toneladas en 2023.

Otro ítem, es el de carne porcina, proveniente de Brasil, que se ubica en un promedio mensual de 4.521 toneladas en el primer trimestre de 2025 contra 955 el año pasado, un aumento de 374% interanual. «De sostenerse el ritmo mensual en el arranque del año y sumando el resto de los orígenes, 2025 concluiría con unas 55.000 toneladas importadas, lo que significaría un retroceso de no menos de 14 años en el proceso de sustitución de importaciones», señala el informe.  Además, desde el país vecino se importa también carne vacuna, «que de ser nula en el primer trimestre de 2024 pasó a casi 2.100 toneladas en el presente año». En el antiguo país de las vacas. Para cerrar su trabajo, IDAA analiza el comportamiento de las compras al exterior de tomate industrializado. En el primer trimestre de este año, totalizan 16.660 toneladas contra 1.831 toneladas del mismo período de 2024.

Hasta aquí, los casos analizados dan muestra de que la apertura de importaciones de productos de la canasta básica explotó en cantidades. Veamos ahora en cuanto a su virtuosismo para lograr un descenso de los precios. Aquí, el caso del tomate industrial guarda otra particularidad: el producto ya no solo ingresa desde países limítrofes, más de un tercio proviene desde China a un precio 17% inferior al de origen chileno. Un claro caso de «dumping», cuando los productores extranjeros venden por debajo de sus costos para poder acaparar más mercados.

En el caso de las frutas y verduras, las variantes importadas resultan mucho más caras que las de producción nacional. La brecha oscila entre 36% y 160%, según un relevamiento que hizo Defensa de Usuarios y consumidores (DEUCO). Las diferencias más pronunciadas se encontraron en frutas como las naranjas y las uvas, en estas últimas, la diferencia llega al 156%. Y si de palta hablamos, hay una diferencia del 108% entre las importadas y las nacionales. Si de verduras se trata, la brecha de precios es menor (entre 36% y 65%), y sobresalen las papas, las batatas y las zanahorias.

Para los memoriosos, y añosos, esta llegada en bandada de productos importados a las góndolas de los supermercados, los cajones de las verdulerías y los mostradores de las carnicerías, es historia repetida. En tres ocasiones (mediados de los 70, en los 90 y en 2015/2019) el denominado camino de «apertura al mundo» terminó de igual forma: destrucción del entramado productivo nacional, mayor desempleo y una gran crisis de ingresos. La recuperación tras cada una de ellas, comenzó desde un nivel mucho más bajo que el anterior, y nunca se logró al menos alcanzar los niveles previos. ¿Por qué esta vez sería distinto?

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