13 de febrero de 2019
El neoliberalismo criollo es voraz, actúa sin pudor, sus políticas generan un proceso de redistribución negativa del ingreso y un aumento de la desigualdad social. Es socialmente injusto y ética y moralmente repudiable. Excluye del consumo, de la educación, del trabajo y la salud a millones y los coloca en un estado de necesidad e indefensión permanente como ciudadanos de segunda. Pero los sectores dominantes perfeccionan cada vez más sus métodos y para tener éxito en el ejercicio del poder cuentan con otros factores, no solo económicos, sino subjetivos. Aquí es donde podemos identificar otro tipo de vulnerabilidad que es funcional al sistema: la vulnerabilidad de la clase media, donde quizás su núcleo subjetivo es la necesidad de ser considerados diferentes de los estratos más bajos. Si bien la historia nos provee de pocas certidumbres para proyectar el futuro, una de ellas es que siempre la rueda del progreso fue hermana de la lucha de los sectores populares de la cual los sectores medios son parte objetiva. Y la unidad en la diversidad es clave para mover esta rueda. Para ello es fundamental trabajar en el plano de la conciencia de los sectores medios, no reprochándoles su vulnerabilidad, sino reconociéndola y así incidir para que comprenda que su lugar no debe ser el de bisagra de las derechas.
Desde este enfoque los valores del cooperativismo son fundamentales, pues la solidaridad, la ayuda mutua, la democracia genuina y transparente y el trabajo asociativo resignifican la percepción de la realidad. El cooperativismo, como movimiento social alternativo y transformador, debe apelar a las fuerzas políticas, nacionales, populares y democráticas a que incorporen en sus tácticas y estrategias el trabajo profundo con los sectores medios para sumarlos a la construcción más amplia y colectiva de un frentismo emancipador.