Los datos preliminares del último relevamiento realizado por el Indec ponen en evidencia la desaparición de unidades productivas rurales y la cada vez mayor concentración de la propiedad en las zonas más ricas del país.
27 de noviembre de 2019
Stock ganadero. Existe una diferencia de 13 millones de cabezas en las cifras publicadas.
Aintervalos irregulares y con distintos cambios metodológicos, los Censos Nacionales Agropecuarios (CNA) se llevan adelante en el país desde 1888. Mientras que en el siglo xx se realizaron nueve, la nueva centuria cuenta ya con tres de ellos: 2002, 2008 (con grandes dificultades en su cobertura y sin resultados definitivos por el conflicto entre el gobierno nacional y las organizaciones del agro pampeano) y el de 2018, cuyos resultados preliminares fueron publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) a principios de noviembre de este año. Si bien los resultados preliminares no sorprendieron ni a los especialistas del sector ni a los principales involucrados (los productores), sí encienden una luz de alarma. El CNA 2018 identificó 250.881 explotaciones agropecuarias (EAP) que cubren 157.423.932,1 hectáreas, con una superficie promedio de 627,5 hectáreas por explotación. La friolera de 5.000 productores menos por año, y 83.000 explotaciones desaparecidas en una década y media, de acuerdo con el Censo de 2002. Pero como nada se pierde, todo se transforma y la tierra productiva no es la excepción, estas cifras no hacen más que confirmar el acelerado proceso de concentración que ya desde los años 90 se fortalece en el ámbito rural. «En cuanto a la forma que toma el proceso de concentración, claramente ha continuado operando sobre la base del alquiler de campos en sus diversas formas», sostiene Eduardo Azcuy Ameghino, del Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. «La información que por ahora se encuentra disponible del CNA 2018 es aún muy limitada como para dar más precisiones, pero conocemos las tendencias que han venido caracterizando al proceso: en lo fundamental los alquileres son la forma en que toman tierras las empresas de mayores dimensiones –debiendo destacarse el papel de las explotaciones que parten de cierta cantidad de tierra en propiedad–, con un sesgo importante en favor de la agricultura de granos extensivos, actividad en la que la obtención de economías de escala les resulta muy significativa», asevera el investigador.
En cuanto a la superficie promedio de explotación (que pasó de 520 hectáreas en el CNA 2002 a 627,5 hoy) el censo releva que la mayor cantidad de explotaciones agropecuarias (EAP) en el país están entre las 100 y las 500 hectáreas, extensión que incluso en las zonas más productivas apenas alcanza para sobrevivir: 57.856 productores que representan el 25% del total y que suman 14 millones de hectáreas de los 157 millones. Mientras que en el otro extremo, unas 2.500 EAP (en su mayoría personas jurídicas, grandes empresas agropecuarias), apenas 1% de las 250.000 explotaciones registradas, manejan cerca del 40% de las tierras productivas del país. Este dato surge de la segmentación de las Explotaciones Agropecuarias según su escala productiva. Los 1.610 establecimientos que tienen entre 10.000 y 20.000 hectáreas cada uno (que suman 23 millones de hectáreas) y las 863 explotaciones que tienen más de 20.000 hectáreas, concentran otras 34 millones de hectáreas, y suman cerca de 58 millones de hectáreas, el 36% de la superficie censada.
Desierto verde
Pese a los contundentes datos de concentración, crecimiento de la superficie promedio y niveles de arrendamiento en la zona Núcleo (que llega al 60/70%) que el relevamiento develó, el titular del Indec, Jorge Todesca, en la presentación de los datos preliminares del CNA 2018, afirmó sin sonrojarse: «El 91% de los productores explotan sus propias unidades productivas, trabajan y viven en el campo», y se refirió a una enorme clase media agropecuaria que «es un desafío a relatos, discursos y preconceptos largamente asentados sobre la estructura del sector». Sin embargo, el Censo arrojó que en la superficie relevada habitan solo 732.986 personas. «La soja, el maíz son cultivos que se hacen mayoritariamente sobre superficie arrendada, y los datos publicados por el indec confirman el cambio en la estructura social agropecuaria y la generación, no de una nueva clase media, sino de una nueva clase terrateniente que no cuenta con las características históricas de la clase terrateniente latifundista de la fundación de la Nación», sostiene el sociólogo Rolando García Bernado, especialista en Economía Agraria. «Son personas que tienen superficies menores –agrega–, que quedan por debajo de la escala mínima de producción y arrienda para no correr ningún tipo de riesgo y tener un ingreso fijo. Ahí está el dato de la estructura social agropecuaria, más que una nueva clase media rural». Por su parte, Azcuy Ameghino, al referirse específicamente a la región pampeana, señala: «La disminución de unidades productivas está fuertemente asociada al fenómeno de la despoblación rural. El número de residentes disminuye en una proporción mucho mayor que la propia cantidad de unidades productivas. El CNA 2002 registró 414.000 residentes en las explotaciones de la región pampeana, el CNA 2018 solo 222.000, caída cercana al 50%. Considerando la magnitud de la fértil superficie sobre la que está distribuida esta población –61 millones de hectáreas–, pocos argumentos quedan para no hablar de un “desierto verde”».
«En estos datos preliminares del CNA se ve la complejidad de la producción agraria y el hecho de que existen muchos sujetos. No se puede tener un discurso para un sector al interior de la producción agraria. El campo no es solo la zona Núcleo, es ella pero también las otras realidades que no están vinculadas con un complejo exportador o lo están de manera limitada, o están vinculadas con un complejo productivo centrado en el mercado interno», sostiene García Bernado.